Carta abierta al Presidente Feijóo; vacunas, sí, pero así, no

Vacuna-Covid19. / Pixabay
Vacuna Covid-19. / Pixabay

Ha decidido meter a los gallegos en el Mundo Feliz de Aldous Huxley, un mundo sin iniciativa ni libertad individual donde todo lo resuelve el Estado y los ciudadanos disconformes son tratados como enfermos. Decide doblegar el derecho a decidir de los ciudadanos sobre la propia salud.

Carta abierta al Presidente Feijóo; vacunas, sí, pero así, no

Señor Feijóo: Aparecía estos días una noticia en el diario Faro de Vigo que decía que a los ciudadanos gallegos que no le obedezcamos, y no nos vacunemos, nos espera el correspondiente correctivo en forma de multa que pueda dejarnos sin lo que a lo largo de los años hayamos conseguido con nuestro trabajo.

La vacuna para la Covid-19, un tremendo negocio del que los políticos son parte fundamental, es para un virus que todavía se está estudiando. Así, la prensa no manipulada –quedan algunos decentes–, hace apenas una semana nos hablaba a través del periodista Renzo Gonzales, del descubrimiento de un “gen oculto” dentro de la cadena de 30.000 nucleotidos que según la revista eLife, no se había identificado porque está “superpuesto”, lo que implica que un mismo segmento del genoma producirá dos proteínas distintas del virus. O mutaciones del virus halladas en granjas de visones en Dinamarca -10 noviembre -, podrían volver ineficaces las vacunas, según expertos del Statens Serum Institut. Pero aún así pretende imponernos sus ideas.

Sobre investigadores y políticos

En España también hay buenos investigadores como Nacho de Blas, epidemiólogo de la Universidad de Zaragoza, en cuya opinión “los veterinarios llevamos trabajando 90 años con coronavirus y estas vacunas no suelen funcionar bien” (...) ”Sabemos perfectamente cuales son las vías de transmisión, los comportamientos estacionales, que los anticuerpos duran de 6 a 12 meses  en el mejor de los casos, sabemos perfectamente que las vacunas son una porquería y son complejisimas… sabemos incluso que las vacunas en algunos casos son contraproducentes. En perros, las que había registradas de coronavirus se han retirado del mercado todas...”. Ante esta situación, ¿aún se piensa que la solución es imponer la vacuna?

Como los políticos tienden a olvidarse de los derechos humanos, señor Feijóo, sus asesores deberían haberle informado de que en el 2005 la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la Unesco, suscrita por un total de 193 naciones, “reconociendo que la salud no depende únicamente de los progresos de la investigación científica y tecnológica sino también de factores psicosociales y culturales”, en su artículo 3.2 dice: “Los intereses y el bienestar de la persona deben tener prioridad con respecto al interés exclusivo de la ciencia o la sociedad”, y sobre la cuestión del consentimiento para las vacunas en su art. 6 establece que “cualquier intervención médica preventiva, sólo debe realizarse con el consentimiento previo, libre e informado de la persona interesada, sobre la base de la información adecuada... el acuerdo colectivo de una comunidad o el consentimiento de un dirigente comunitario u otra autoridad no deberían sustituir en caso alguno el consentimiento informado de una persona”. Por tanto nadie puede obligarnos ni someternos a vacunas de ningún tipo sin nuestro consentimiento.

La vacuna y el virus

Los que deciden ser vacunados tienen derecho a recibir toda la información sobre dicha vacuna, pueden solicitar un informe detallado sobre efectos secundarios, beneficios, pros y contras sobre ella. Señala dicho acuerdo que el interés por la ciencia o la sociedad no prevalece. Por tanto, ni Pedro Sánchez, ni Illa –¡qué desprestigio para los filósofos por Dios!–, ni usted, señor Feijóo nos pueden obligar a vacunarnos en nombre de la seguridad mundial y más cuando nadie puede aportar información suficiente sobre la supuesta vacuna o incluso del virus.

Según el art. 11, “ningún individuo o grupo debería ser sometido por ningún motivo, en violación de la dignidad humana, los derechos humanos, y las libertades fundamentales, a discriminación o estigmatización alguna”. Esta declaración es complementaria a la de Derechos Humanos y una extensión de juramento hipocrático –“los médicos deben trabajar por sus pacientes y nunca hacer daño”– que incorpora el principio de precaución en la medicina, colocando claramente los intereses de los pacientes individuales por encima de los intereses del colectivo o de rebaño.

La proposición predeterminada para la vacunación debe ser recomendaciones, no compulsión u obligaciones. Las personas para ellos mismos y sus hijos deben tener derecho de aceptar o rechazar las intervenciones médicas preventivas basadas en información adecuada y sin coerción como amenaza de multas, pérdida de beneficios económicos o educativos.

Derechos fundamentales

Señor Feijóo, es usted un alumno aventajado del señor Illa, pero nuestros derechos fundamentales nadie legalmente nos los puede arrebatar, salvo en una excepción: por dictadores y en una dictadura y antes de plegarnos a una dictadura, los ciudadanos tenemos mucho que decir aun en un país donde “mexan por nos e decimos que chove”. Los últimos datos del CIS hablan de que los que están en contra de la vacuna han subido del 43 al 46%, y estos comportamientos dictatoriales no van a hacer mejorar el índice.

Sin duda el mensaje que han intentado que calara y hasta cierto punto lo han conseguido, es el miedo, buen método para bajar las defensas. El mismo miedo que ha hecho que el día de hoy, dos jubilados de mi entorno hayan decidido trasladar su residencia de Galicia a Valencia y Madrid... pendientes del desarrollo de los hechos, planteándose en un futuro Alemania o Portugal según las circunstancias. Algo de bueno tiene estar en la UE. ¿Nos van a obligar a los gallegos en nuestra jubilación a cambiar de país? Puede pasar, ha pasado en el País Vasco donde el terrorismo obligó a miles de personas a exiliarse de su comunidad y también en Cataluña. ¿Toca ahora Galicia? Si conociera un poco más de ciencia y menos de manipulación, sabría que toda acción tiene su reacción.

Un brillante científico como Pablo Goldschmidt –40 años en el instituto Pasteur– habla de las decisiones que no se están tomando eligiendo métodos del siglo XX: aumento de sanitarios, dotándolos de medios adecuados y con la formación necesaria. Aquí se opta por volver a la Edad Media y el derecho de pernada para imponer decisiones “porque yo lo valgo”. Supongo que los políticos, ya que las compañías farmacéuticas han vendido las vacunas con cláusulas de no responsables de sus efectos secundarios, se harán cargo de dicha responsabilidad, incluyendo sus patrimonios personales.

Vacunas, sí, pero así, no

Cualquier opinión en contra de lo hoy “políticamente correcto”, se trata de desprestigiar bajo el mantra de “antivacunas”, sustituyendo el razonamiento por sentimientos que no exigen ningún tipo de lógica.

He tenido el orgullo de colaborar con el Dr. Patarroyo en la elaboración de su biografía autorizada, que trata de como se llegó a la primera vacuna sintética SPF66, desarrollada contra la malaria, enfermedad que en los 80 producia 3 millones de muertos al año, de ellos 500.000  niños. La vacuna fue donada a la OMS con dos condiciones: se vendería al precio de costo, menos de 1 dolar, y se fabricaría en Colombia o en un país del tercer mundo, condiciones que supusieron una lucha feroz desde entonces para evitar su implantación y que se describe en el libro Patarroyo, pasión por la vida, cuyo prólogo corresponde al Premio Novel de Química Bruce Merrifield

El Dr. Patarroyo también es el creador de la fórmula para el desarrollo de vacunas sintéticas: “estas vacunas permiten definir reglas y principios químicos, físicos y matemáticos para diseñar cualquiera." Es un método universal para desarrollar cualquier vacuna: se pueden modificar las moléculas para hacerlas más o menos potentes y evitar los mecanismos que utilizan los microbios para evadir al sistema inmunitario. Además son reproductibles, un lote es igual al siguiente y son estables a temperatura ambiente, cuando las biológicas se degradan, pero no hay aquí suficiente negocio. Por eso digo: vacunas, sí, pero así, no. 

Respeto a los derechos humanos

Postdata: He de decirle también públicamente, ya que a través del Consello Galego da Competencia ya lo hice en su día y lo reiteré dos veces, que llevo 8 años esperando la contestación a una denuncia contra mi subdirector. De jefe de servicio, pasé a mi puesto de jefe de sección, algo esperado; fui sustituida por un economista y ante la incapacidad de llevar el servicio, se desglosó en dos mi antiguo puesto: un economista y un arquitecto. Solo a través de compañeros supe que a dicho subdirector se le había asignado un puesto en una embajada sudamericana con 10.000 euros de sueldo al mes, y creo que ya está de vuelta. Las dos personas de su gabinete a las que le envíe copia de dicha denuncia han subido a categoría de altos cargos. Hace unos meses me he jubilado en mi puesto base, sin ni siquiera conseguir en varios años un puesto cercano a mi lugar de residencia. En definitiva, respete a los jubilados: no me proteja, me protejo sola, pero creo que en lugar de crear más problemas, debería reforzar la sanidad como dice Pablo Goldschmidt. No llegamos ni a la media europea en sanitarios y todos sabemos qué pasó con los EPIs. Limpie de paso su administración, podría probar a priorizar como asesores a expertos y no a amigos. Ponga fin a la conversión de chiringuitos en macrochiringuitos con la triquiñuela de juntar en uno varios –las adjudicaciones, que no solo deben tener apariencia de legalidad, no deben estar previamente pactadas– y contribuya a mejorar la vida de los ciudadanos. Pero, por favor, deje de comportarse como un César, no lo es. Respete los derechos humanos. Déjenos vivir y morir en paz.- E. V. @mundiario

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