Cargarse a un conselleiro no sirve para casi nada en el esquema de poder de Feijóo

Alberto Núñez Feijóo.
Alberto Núñez Feijóo.

En un esquema presidencialista hasta las últimas consecuencias, como el de Alberto Núñez Feijóo, los conselleiros no tienen poder por sí mismos. Proponen pero no disponen. Eso sí, se tragan los sapos que haga falta. Y encima no hacen sombra. Todo son ventajas para el que manda.

Cargarse a un conselleiro no sirve para casi nada en el esquema de poder de Feijóo

Desde hace meses la oposición gallega anda empeñada en conseguir la dimisión o la destitución del conselleiro de Sanidade. Le consideran responsable de la grave situación de deterioro en que se encuentra la sanidad pública, tras años de drásticos recortes. A Almuiña lo sitúan en el punto de mira los diferentes sectores profesionales, empezando por los médicos "sindicados", que al parecer no son mayoría, pero tienen una capacidad de movilización que les permite paralizar, o al menos entorpecer, el funcionamiento de buena parte de los servicios que atienden directamente a los pacientes. Al no reclamar mejoras salariales, sino más recursos humanos y técnicos, sus reivindicaciones gozan de la simpatía de los ciudadanos, que son quienes padecen los colapsos en las urgencias, las largas esperas para una consulta, una prueba diagnóstica, una intervención, etc.

La Consellería de Sanidade y el propio Feijóo reconocen la necesidad de atender parte de esas demandas. Dicen estar en ello, al tiempo que denuncian que detrás de huelgas, concentraciones y manifestaciones se esconde la intención de dar una batalla política al gobierno gallego, con todas las consecuencias, en un frente muy sensible para la gente de a pie. Porque todos somos, antes o después, potenciales usuarios del sistema de salud pública y por experiencia propia o a través de familiares y amigos le tomamos la temperatura y estamos en condiciones de hacer nuestro propio diágnóstico del estado de la sanidad digan lo que digan los interesados de uno y otro bando.

Lo que no todo el mundo sabe es que en el esquema de poder de Don Alberto casi da igual quién sea el conselleiro o conselleira, porque mandan más bien poco. Son de quita y pon, con un perfil más de ejecutivo que de directivo. Las líneas generales de la política sanitaria –en mayor medida que en cualquier otro área– las marca el presidente mientras que el día a día lo administran los altos cargos del departamento. Desde ese segundo nivel, ellos cortan el bacalao, hasta tal punto que conservan sus puestos de mando aunque les cambien el "jefe". Si acaso, hay ascensos semiautomáticos con los que se ocupan las vacantes generadas por los movimientos del escalafón. Ese otro rasgo distintivo del "albertismo". Marca de la casa. Sucede en Sanidade y en el resto del gabinete, desde el mismo día en que el PP desalojó al bipartito (aquel que era en realidad una coalición de coaliciones).

Por tanto, cargarse al conselleiro sirve de poco o de casi nada si de lo que se trata es de que cambie radicalmente la gestión de la sanidad gallega. Es una hipótesis, aunque no descartable, remota a día de hoy, pero aún así las movilizaciones de las batas blancas obtendrían una victoria muy engañosa si Feijoo acabase entregándoles la cabeza de Almuiña. Probablemente, en el fondo, las cosas seguirían igual.

También se llaman a engaño quienes consideran una incongruencia que el actual responsable de Sanidade pueda mantenerse en su puesto mientras se introducen modificaciones estructurales en el funcionamiento del sistema sanitaria público que suponen casi una enmienda a la totalidad a la forma en que ahora se gestiona. Son las ventajas de no tener en el gobierno políticos con criterio propio y mando en plaza. 

En un esquema presidencialista hasta las últimas consecuencias, como el de Don Alberto, los conselleiros no tienen poder por sí mismos. Proponen pero no disponen. Eso sí, se tragan los sapos que haga falta. Y encima no hacen sombra. Todos son ventajas para el que de verdad ordena y manda. @mundiario

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