El AVE gallego acumula un sinfín de retrasos pero hoy por hoy ya no hay quien lo pare

Un tren AVE. / Wikipedia
Un tren AVE. / Wikipedia
Justo es reconocer que dos ministros gallegos, el socialista José Blanco y la popular Ana Pastor, que se sucedieron en el cargo, le dieron al AVE de Galicia el impulso definitivo en un momento presupuestario delicado. A estas alturas falta muy poco para alcanzar la meta.
El AVE gallego acumula un sinfín de retrasos pero hoy por hoy ya no hay quien lo pare

El AVE a Galicia será una realidad antes o después, porque el proyecto ya no tiene marcha atrás. Sin embargo, parece poco probable que esté operativo, o incluso en pruebas, el año que viene. Una vez más, y van al menos siete, se incumplirán los plazos establecidos por el Ministerio de Fomento para la puesta en servicio del enlace ferroviario de alta velocidad de esta comunidad con el centro de la Península. Y también en esta ocasión el asunto entra de lleno en la campaña electoral, a pocos días vista del 10-N. La Xunta de Feijóo denuncia un nuevo incumplimiento. La mismísima Moncloa lo niega genéricamente por boca del presidente del Gobierno, que en un mitin en A Coruña se sintió obligado a desmentir la posibilidad de nuevos retrasos en la culminación de una de las obras públicas más complejas de cuantas se han acometido en España en las últimas décadas.

Está visto que, cada vez que se convocan elecciones, sean del tipo que sean, tirios y troyanos son incapaces de sustraerse a la tentación de alimentar la polémica del AVE a pesar del escaso interés que genera en el ciudadano del común. De eso no se discute a pie de calle. Tampoco en las cafeterías, ni en las peluquerías, ni en las sobremesas familiares, donde en cambio sí están muy presentes otras preocupaciones del día a día, como los problemas de la sanidad, de la educación, de la atención social y, naturalmente, las cosas del comer o incluso el sindiós del bloqueo que padece la política nacional desde hace años. De eso sí se habla y mucho, en términos que denotan un cabreo generalizado que ya se verá cómo se traduce en las urnas de noviembre.

Las obras del mal llamado AVE gallego está en su recta final. Falta muy poco para alcanzar la meta. Justo es reconocer que dos ministros gallegos, el socialista José Blanco y la popular Ana Pastor, que se sucedieron en el cargo, le dieron el impulso definitivo en un momento delicado, justo cuando la crisis –con el consiguiente ajuste presupuestario– obligaba a recortar inversiones en infraestructuras y servicios. Ahora ya no hay quien lo pare. Y precisamente porque falta poco para acabar es esperable que, gobierne quien gobierne, lograra sustraerse a un eventual nuevo recorte inversor en caso de que nos veamos abocados otra recesión. 

A Pedro Sánchez ya le habrán advertido de que la apuesta por el AVE gallego no reporta votos entre un electorado cada vez más escéptico en un feudo tradicional de la derecha y en cambio genera recelos en otros territorios –por ejemplo, en Cataluña–, cuyos dirigentes nunca vieron necesario, ni mucho menos consideran una prioridad, la conexión ferroviaria de alta velocidad entre Galicia y la Meseta. Por eso le conviene pasar de puntillas sobre tan inconsistente polémica. O desviarla a vía muerta. No vaya a ser que necesite apoyarse en esos recelosos para seguir gobernando, si las urnas que vienen no hacen descarrilar para siempre proyecto político. @mundiario

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