Marta Trigás diseña la moda de las casas pasivas

Casa pasiva en Carballo diseñada por la arquitecta gallega Marta Trigás. / Mundiario
Casa pasiva en Carballo (A Coruña) diseñada por la arquitecta gallega Marta Trigás. / Mundiario
En un contexto de urgencia como el actual, la sostenibilidad es una prioridad y la arquitectura bioclimática tiene mucho que aportar a la mejora del medioambiente.
Marta Trigás diseña la moda de las casas pasivas

Antonio Gaudí decía que el arquitecto del futuro se basaría en la “imitación de la naturaleza, porque es la forma más racional, duradera y económica de todos los métodos”. La arquitectura está siempre en fase de transformación, pero los tiempos exigen acelerar el proceso desde lo más íntimo y personal, como es la casa de cada uno. Y el hogar también puede ser una propuesta social. Cada persona puede ser responsable desde su forma de vida más privada y reservada. Esto es, poner al medio ambiente en primer lugar. Ser ecológico, o respetuoso con el medio ambiente, no significa renunciar al confort y al bienestar, a la convivencia con el entorno propio e íntimo. 

Encabalgar los nuevos tiempos de la arquitectura con el medio ambiente no supone necesariamente introducir elementos tecnológicos revolucionarios. La arquitectura responsable utiliza los medios materiales clásicos y aprovecha sus propiedades en todo su esplendor. Alvar Aalto explicaba que “la arquitectura moderna no significa el uso de nuevos materiales, sino utilizar los materiales existentes de una forma más humana”.

La transición tampoco supone, como en otros casos en los que el ecologismo supone rascarse profundamente el bolsillo, un coste fuera de lugar respecto al tipo de construcción estándar. Una casa medio ambientalmente responsable, además de suponer un ahorro energético, puede hacerse desde 1000 euros metro cuadrado construido. 

Según las nuevas directrices europeas, todas las viviendas que se construyen en Europa desde 2020 deben tener un consumo de energía casi nulo y la arquitectura, aunque se ha incorporado tarde al cambio, en la actualidad ya contempla ejemplos de cómo promover una construcción sostenible para la sociedad y las familias. Modelo de casa pasiva en Abegondo (A Coruña). / Mundiario

Modelo de casa pasiva en Abegondo (A Coruña). / Mundiario

Marta Trigás (A Coruña, 1985) se ha especializado en la promoción de proyectos de arquitectura bioclimáticos, es decir, que se diseñan desde la óptica de la mayor eficiencia energética. Son capaces de lograr bajos consumos y a la vez un alto confort mediante el uso de materiales respetuosos con el medio ambiente. Además, tiene en cuenta las condiciones climáticas y culturales del lugar donde se vaya a construir la edificación. De hecho esa es la clave, para Marta Trigás. Saber dónde se va a construir y a partir de la orientación y el área geográfica en la que se va a levantar un nuevo edificio estudiar todas sus posibilidades desde el punto de vista climático. El uso de las energías renovables es también otra clave de bóveda de la partitura de la arquitecta. Pero el consumo de esas energías renovables será aún más bajo si antes de pensar en la tecnología (placas solares, geotermia, bomba de calor,…) el diseñador organiza el trabajo desde la localización del inmueble. 

Las crisis provocan cambios, por necesidad o porque toca el arrebato de la revolución. El siglo XXI ha aportado a los arquitectos infinitas posibilidades técnicas y tecnológicas que han ayudado a la transformación de la arquitectura clásica. A Marta, precisamente, le golpeó la crisis de la burbuja inmobiliaria y la caída en picado de la construcción. Tras licenciarse en la prestigiosa facultad de arquitectura de A Coruña, y trabajar en prácticas unos meses en despachos de arquitectura convencional, se dio cuenta de que su generación tenía que reinventarse. “El modelo que había no encajaba conmigo”, ha explicado en una entrevista la arquitecta coruñesa. Y ante el cierre de estudios de arquitectura anclados en la construcción reproductiva pensó en la diferenciarse de la competencia para abrirse paso y hueco. Como todos los principios, la iniciación cuesta. No sólo cambian los arquitectos. También muda la clientela. Los nuevos y jóvenes promotores sueñan con casas peculiares, de formas increíbles, en donde el diseño exterior es tan importante como el espacio interior, y en el que ser ecológico es también una prioridad.

Marta Trigás, antes de especializarse en el mundo de la sostenibilidad, observaba que el tipo de construcción que se contrataba respondía a la imposición del gran capital que imponía la maximización del beneficio para producir más capital que encargaba nuevos proyectos miméticos, basados en el mismo modelo de negocio, sin pensar en lo esencial. “Eran superproducciones impersonales, donde los promotores explotaban al máximo el suelo”, ha asegurado. 

La crisis económica “a mí me pilló saliendo de la universidad”, revela Trigás, así que aprovechó para realizar un master en la Universidad Politécnica de Barcelona y unos estudios complementarios en Bélgica que finalmente la llevaron a converger los proyectos que había aprendido en la facultad hacia otro proceso constructivo “medioambientalmente sostenible, que me tiene muy motivada, y que es el que aplico en mi día a día”, ha dicho.

Otro factor que ha precipitado el cambio de mentalidad ha sido la crisis del coronavirus. “Ahora la gente tiene que pasar más tiempo en sus casas y aprecia mucho estar al aire libre, así que el coronavirus ha hecho que se replanteen en qué condiciones quieren vivir, y eso es positivo para la arquitectura sostenible, como lo son las casas pasivas”, ha confesado. 

Proyectos que dejan menos huella de carbono

En el último año, según se puede ver en la página web martatrigas.com, los proyectos de la arquitecta gallega han evitado la emisión de 14.446,72 kgCo2 durante el último año gracias a construir bajo el estándar Passivhaus, un modelo “que ofrece el máximo confort y la máxima eficiencia energética, capaz de hacer que el consumo de la vivienda sea casi nulo”, explica la arquitecta. 

En su opinión este nuevo modelo constructivo responde a las necesidades del siglo XXI porque “es una arquitectura hecha para dar soluciones a la gente” y recalca que el empeño para hacer una buena casa bioclimática está en saber "dónde se construye y para quién se construye, porque no es lo mismo construir para una familia de cuatro que para uno, o para una persona friolera que una que tolera el frío”.

Para conseguir el mayor grado de eficiencia y que la vivienda sea sostenible, Marta Trigás señala que sólo es posible “mirando muy bien el diseño que tiene la casa, dónde va a estar construida, cómo es la parcela, hacia dónde está orientada para aprovechar al máximo la energía solar, obtener ganancias térmicas en invierno y diseñar buenas protecciones solares para el verano”, resume.

El éxito del diseño de estas nuevas viviendas comienza por la correcta aplicación de la técnica que debe practicarse desde el inicio del proyecto hasta la finalización de la obra, sin dejar ningún aspecto a la improvisación. “Todas las acciones deben estar muy bien coordinadas. Las fachadas, los suelos y la cubierta, es decir, la envolvente térmica de la casa tiene que estar muy bien sellada para que no entre ninguna filtración de aire, como ocurre en las construcciones tradicionales; en estas casas, que llamamos pasivas, estas cosas no pasan”. 

Casas térmicas y con un pulmón entre sus paredes

Siguiendo paso a paso este modelo constructivo, la casa “se convierte en un termo”, apunta la especialista del modelo de casas pasivas. Es decir, "hace que conserve la temperatura fresca en verano y cálida en invierno, lo que ahorra muchos consumos energéticos para calentarla o enfriarla; las ventanas también juegan un papel fundamental porque tienen la misión de controlar la cantidad de calor que pasa al interior lo que obliga a instalar ventanas de altas prestaciones con vidrios bajo emisivos para que controlen correctamente la cantidad de calor solar que entra”, subraya la arquitecta gallega. 

Finalmente, la casa se complementa con un “sistema de ventilación que renueva el aire interior constantemente manteniendo las condiciones de confort interior”; al haber convertido la vivienda en un termo, hay que asegurar que el aire tiene que estar limpio y ser sano”; para lograrlo, instala una máquina que “recupera el calor y funciona como un pulmón que se encarga de sacar el aire viciado y lo cambia por otro limpio, renovándolo cada hora”. Para Marta Trigás, este pulmón artificial es un elemento de la casa que “hace magia”. La arquitecta explica que “además de filtrar y renovar el aire, su auténtico valor es que es capaz de hacer ese intercambio sin incrementar la demanda de calefacción o refrigeración”. El ahorro no es sólo energético, también económico, porque “al final de mes se notará en la factura”, asegura. Una casa de este tipo consumirá entre 300 y 500 euros en factura eléctrica anual. El bajo consumo energético de estas viviendas hace que “desengancharse de la red y ser completamente autónomas solo con la energía solar” pueda ser posible en el futuro próximo. Y lo que desde las instituciones europeas se quiere promocionar, la necesidad, por el cambio climático, obliga a aumentar el uso de fuentes renovables.

El pulmón artificial hace que las casas sean además saludables ya que el aire se renueva constantemente, introduciendo el aire limpio del exterior que además pasa por una serie de filtros que lo purifican. Ese ambiente saludable es una ventaja aplicable a zonas geográficas en las que el gas radón hace sus estragos, y lo hace de forma silenciosa. Un gas que es letal y que se puede eliminar manteniendo las casas bien ventiladas. Pero el sistema de ventilación de doble flujo con recuperación de calor que Marta Trigás implementa en sus casas juega un papel fundamental para evitar la acumulación de Radón. Aunque es una obligación en cualquier construcción nueva cumplir el código técnico de la edificación, en el que se ha incluido un nuevo apartado que fija los niveles de gas radón permitimos, Trigás apunta que “hay que plantear soluciones constructivas estudiando el lugar, como ocurre en Galicia, en donde las casas tienen que separarse del suelo para evitar que el gas nocivo suba a la casa. Aunque en el caso de las casas pasivas ni siquiera sería imprescindible porque el aire se renueva constantemente y los niveles de radón no llegan en ningún caso a los límites mínimos que establece la OMS”.

La propuesta de Marta Trigás también es aplicable a edificaciones ya construidas. De hecho, la arquitecta cree que “rehabilitar el parque mobiliario de las ciudades es factible y algo que la administración debería impulsar. Se puede hacer mucho en este sentido. Tiene algunas limitaciones y es más difícil que en una obra nueva porque hay una serie de condiciones que limitan algunas actuaciones, como la imposibilidad de modificar los huecos de las ventanas. Hay que amoldarse a lo que ya se ha hecho y eso reduce posibilidades a la hora de captar energía solar, por ejemplo. Si es un edificio protegido puede que no te dejen revestirlo por el exterior para aislarlo y habría que hacerlo por el interior, lo que reduce superficie útil y si no se estudia bien puede crear patologías como las condensaciones. Pero es muy viable y se debe impulsar sin duda. Existen ayudas a nivel estatal y gestionadas por las autonomías para la rehabilitación energética que pueden aplicar desde el cambio de ventanas o de sistemas de instalaciones hasta la rehabilitación integral de un edificio. Estamos por el buen camino”, asegura Trigás.

A la teoría de las casas pasivas, acuñada en los años 70 en Estados Unidos por Edward Mazria a través de su libro Passive Solar Energy Book, Marta Trigás le aplica su propio sello personal, que consiste en estudiar “la economía de proximidad, los materiales y la arquitectura autóctonos. También me gusta formar un equipo de gente autóctona porque el conocimiento del entorno y el uso de materiales de proximidad pueden aportarle mucho más a cada proyecto. Con ello lo que consigo es generar una huella de carbono mucho más baja”, detalla y define su modelo como “la visión más humana aplicada a la arquitectura, ya que es un modelo constructivo que nos acerca a la naturaleza y a nosotros mismos. Una arquitectura que nos cuida y que cuida de nuestro entorno. Así, nos ayuda a construir un mundo mucho mejor”, dice segura. 

“Los clientes que me localizan buscan el concepto de la sostenibilidad"

Las casas pasivas son su especialidad y son los únicos proyectos que trabaja en su estudio. Trabajar solo en este modelo es posible porque existe implicación de los clientes. “Los clientes que me localizan buscan el concepto de la sostenibilidad. Todos piensan en una edificación de bajo consumo. Quieren lograr el ahorro energético, reducir la factura eléctrica y cuidar el medioambiente. Muchas personas han visto mis trabajos a través de mis redes sociales (Instagram, LinkedIn o su propia web martatrigas.com) o por el boca a boca que ayuda mucho. En general, les atrae y les preocupa una arquitectura que les ayude a ahorrar, dar confort y conseguir un espacio habitable más sano”, ha enumerado.  

En cuanto al precio de estas casas “no es un problema. En los dos años que llevo ahora de vuelta en Galicia, observo que el precio medio está en torno a 1000 o 1200 euros el metro cuadrado. Da igual si es una construcción pasiva convencional. En el precio influye la calidad de los materiales que escogen los propietarios. No es lo mismo hacer un suelo de roble maravilloso que uno laminado. Pero la base constructiva es la misma. Todo se puede hacer pasivo siempre que se diseñe bien. La diferencia la marcan las calidades de los materiales. Los precios han bajado muchísimo y son casas asequibles. El sobrecoste lo pagas al principio, pero lo amortizas en los ocho primeros años con el ahorro energético que consigues. La dificultad es encontrar quién hace el proyecto. Primero tiene que haber un buen proyectista y después un buen equipo técnico y una buena dirección de obra. Nada se puede dejar al azar. Cada junta, cada sellado, cada pase de instalaciones, que el aislamiento vaya por donde tiene que ir. Todo el mundo debe estar bien implicado. Hay mucho trabajo de precisión en la obra”, sentencia. 

Los ahorros energéticos son el gran quebradero de cabeza de los clientes de Marta Trigás. Hay varias alternativas, aunque la arquitecta apuesta por la combinación de energías renovables para conseguir el mejor balance de consumo energético de la casa. “En las instalaciones tipo, para estas viviendas, uno de los sistemas más utilizados por su eficiencia es la bomba de calor. A través de la aerotermia consigues tener el agua caliente sanitaria y la climatización de la casa. Consume muy poco. Para una vivienda tipo, con una bomba de 5 kilovatios estás servido y económicamente se traduce en muy poco consumo. Pero se puede combinar con otros sistemas pasivos, como la geotermia, que mejoran la eficiencia del recuperador de calor. Pasas el aire del exterior por debajo de la tierra y este se atempera. Así, en invierno aclimatas la casa porque la tierra está más caliente que el aire exterior y en verano está más fresca porque la tierra está a 16-18  grados y en el exterior hay 22. Eso reduce la potencia de la máquina de climatización y reduces el consumo más aún”, explica. 

En relación a los materiales, Marta Trigás explica que “un material no es pasivo, pero sí puede usarse para crear una vivienda pasiva. Por ejemplo, un ladrillo convencional funciona térmicamente peor que un bloque de termoarcilla, que es una cerámica aligerada y que tiene una mejor conductividad térmica. Ese material aísla mucho mejor y es beneficioso porque con él puedes reducir el aislamiento que tiene que llevar la casa”.  

El mantenimiento de las casas pasivas también se puede controlar. Incluso la madera. “Solo hay que pensar en las casas que tenemos en Galicia. De piedra y madera. Y todas nuestras aldeas están en pie. La madera es duradera y resistente. La madera, por ejemplo, se puede utilizar estructuralmente dentro de la envolvente térmica, tapada y protegida toda la vida, y a veces juego con lamas de madera en las fachadas por el exterior. Pero lo que hay que saber es que la madera es un elemento vivo. O sea, envejece igual que el pelo de las personas se vuelve canoso. Con el paso del tiempo la madera se vuelve gris. Hoy se puede reducir el mantenimiento usando madera termotratada, que no necesita lijar ni barnizar o usar tratamientos químicos. Lo importante es que el cliente lo sepa y le guste. Si quiere una madera que sea siempre marrón, entonces tiene que hacer trabajos de mantenimiento cada año”.

La administración, por ahora, no contempla beneficios fiscales a la hora de hacer un proyecto pasivo o convencional. Tampoco son más rápidos los procedimientos administrativos. En el ámbito financiero, para contratar una hipoteca, hay bancos que aprecian la sostenibilidad de los proyectos y negocian tipos de interés más bajos si un cliente se decanta por un proyecto pasivo. Con Patrimonio los arquitectos también tienen sus más y sus menos, como por ejemplo, la instalación de paneles solares en lugares con afectaciones.  

El coche eléctrico es otro de los elementos que van con la casa pasiva. Es una demanda de los clientes de Marta Trigás. “Es un buen síntoma. Ya nos piden que dejemos la previsión de la fotovoltaica y del enchufe del coche eléctrico. Lo bueno de estas casas es que se pueden monitorizar y conseguimos que el cliente, a través de una aplicación, sepa cuáles son los consumos de la casa en todo momento. Con esto se optimiza el uso de las placas solares, y con una batería que acumule la energía solar se aprovechan para que sean más efectivas, tanto para enchufar el coche como usar la lavadora, el lavavajillas y equilibrar el consumo de la familia. La fotovoltaica tiene que mejorar poco a poco”.  

Combinar los principios de la arquitectura bioclimática integrando el entorno y aprovechando los recursos ambientales utilizando la tecnología más avanzada está de moda. En un contexto de urgencia como la que vivimos, la sostenibilidad es una prioridad y la arquitectura bioclimática tiene mucho que aportar a la mejora del medioambiente. @mundiario

Comentarios