Alcoa somos todos

Manifestación en A Coruña contra el cierre de Alcoa. / Mundiario
Manifestación en A Coruña contra el cierre de Alcoa. / Mundiario

El cierre de Alcoa indigna y preocupa. Indigna porque no han invertido ni un euro en mejora de tecnología operativa que les permitiese ser más eficientes en competencia, ciñéndose solo a la obtención de rendimientos económicos, exprimiendo al máximo las ayudas y beneficios obtenidos.

Alcoa es asturiana. Alcoa es gallega. Esa fue una de las consignas más repetidas en la manifestación del pasado sábado en A Coruña. Sus trabajadores llevan años soportando los órdagos de la multinacional estadounidense a fin de beneficiarse de las subastas de interrumpibilidad (cuyos costes hemos pagado el resto de los ciudadanos) entre otras concesiones, como medida de presión para evitar el cierre de las plantas de A Coruña y Avilés.

Pero todos esos beneficios no han sido suficientes para hacer lo que suelen hacer las multinacionales con algo que les molesta o que no le da todas las ganancias que esperaban.  Es fácil enviar un frío comunicado desde un lejano despacho a miles de kilómetros, sin valorar siquiera la posibilidad de dar una oportunidad a su continuidad  buscando soluciones de viabilidad.

Aunque ese comunicado suponga dejar a casi 700 personas sin empleo. No importa. Alcoa sigue la estela de cierre de otras multinacionales como Cemex, Tubos Reunidos, entre otras. Los objetivos económicos son prioridad sobre lo demás.

La deslocalización les ha servido estos últimos años como mecanismo de presión para la obtención de beneficios de todo tipo, incluyendo una ingeniería fiscal para pagar menos impuestos, con el fin de ser creadores de empleo. Pero la globalización tiene su coste, el de constituirse como lobbies a los que se les confiere un gran poder y sin duda, ser grupo de presión de influencia política. Lo definía muy bien José Luis Sampedro en su libro “El mercado y la globalización”: “ Con frecuencia las encontramos dominando los mercados dentro y fuera del país (empresas multinacionales o transnacionales) aliándose con otras afines o complementarias o absorbiendo empresas rivales. Gracias a sus excepcionales medios técnicos y financieros dominantes consiguen créditos y concesiones públicas privilegiadas, influyendo en países cuyos gobiernos tienen menos poder que ellas mismas y presionando incluso a las autoridades de las naciones más fuertes”. 

Trabajar para una multinacional solía ir aparejado a estabilidad económica y laboral. Pero esto está cambiando. La realidad es que utilizan cada vez más la especulación laboral para asentarse en un país, degradando derechos laborales que tanto nos han costado conseguir, aunque la competencia laboral sea del país donde se ubica. Lo cierto es que se precariza el empleo sacrificando al trabajador en aras a un beneficio económico, que no siempre es tal por las ventajas fiscales, como medida persuasiva para el asentamiento de la multinacional en tal o cual país. Y el sacrificio no solo es personal, muchas veces lo es también medioambiental.  Las empresas valoran que les compensa asumir  multas a costa de contaminar, porque aun así les sale rentable. Lo mismo ocurre con los trabajadores y un posible incumplimiento de las normas.

El cierre de Alcoa indigna y preocupa. Indigna porque no han invertido ni un euro en mejora de tecnología operativa que les permitiese ser más eficientes en competencia, ciñéndose solo a la obtención de rendimientos económicos, exprimiendo al máximo las ayudas y beneficios obtenidos. Indigna porque la amenaza de cierre no es de ahora. Los trabajadores llevan años con la espada de Damocles sobre sus espaldas, trabajando en un ambiente de inestabilidad ante la incertidumbre de si el mes siguiente tendrán trabajo. Indigna porque los poderes públicos no han tomado medidas eficaces durante todo este tiempo y no han estado vigilantes ante una estrategia solapada y sibilina para justificar la inviabilidad de ambas plantas. Indigna porque la deslocalización hacia otros países con menores costes de producción incluyen precariedad laboral y mano de obra más económica, desvirtuando la lucha obrera con una involución en derechos que se creían conseguidos.

Indigna porque hay que ser hábiles en la legislación para que los derechos laborales traspasen fronteras y haya una protección real de la parte más débil del contrato.

Indigna porque muchos de esos trabajadores están en una edad en la que les será difícil conseguir un nuevo empleo y reinsertarse en el mercado laboral.

Indigna porque el trabajo forma parte de la vida de una persona y en Alcoa han trabajado generaciones de la misma familia, con lo que también hay un apego personal.

Pero también indigna y preocupa mucho que no haya ningún tipo de estrategia que dé estabilidad al sector industrial e impida la fuga de multinacionales a otros países con menores costes. Es necesaria una industria para el desarrollo de un país. Es necesario ser competitivos y generar beneficios directos e indirectos.

La manifestación del sábado en A Coruña ha servido para poner el foco en las multinacionales, no solo en Alcoa. La presión social no debe cesar en tanto no se diluciden las causas de cierre de estas plantas, buscando alternativas para conseguir su viabilidad. Porque esto no solo afecta a los gallegos ni a asturianos. Alcoa somos todos. @mundiario

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