Adiós a Clemente Thelem, icono histórico de la movida compostelana de los 80

Clemente Thelem e imágenes de locales de los 80. / Mundiario
Clemente Thelem e imágenes de locales de los 80. / Mundiario
Análisis de la importancia de la estética en los 80 y el carácter icónico de Clemente Thelem en la Compostela de aquel entonces.
Adiós a Clemente Thelem, icono histórico de la movida compostelana de los 80

Icono: Persona o elemento que por su imagen o característica se ha convertido en símbolo o representante de un tiempo o un espacio. La ciudad del Apóstol se levantaba con la noticia de la muerte de Clemente Thelem. Las jóvenes generaciones con toda probabilidad no conocían su nombre, pero con su fallecimiento se nos iba uno de los iconos históricos de los 80. Un referente de aquella ciudad que vivió cada día de la movida como si no hubiera un mañana.

La movida tuvo dos focos primigenios: Madrid y Vigo. Vigo fue el gran revulsivo y el núcleo creador de la llamada movida gallega. Pero otra ciudad fue la responsable de que ese fenómeno cultural, símbolo de un cambio generacional irradiase a toda Galicia. Santiago de Compostela, que entonces tenía cincuenta mil estudiantes, se convertiría en la gran caja de resonancia de este fenómeno. La ciudad que más “movida” consumió” y además con mayor entusiasmo.

Es muy significativo cómo la movida marcó tanto la personalidad de aquellos que la vivimos. Tanto es así, que a todos nos dejó un poso, una nostalgia inherente a su recuerdo, que aún pasadas ya casi cuatro décadas sigue doliendo. Algunos hasta reconocemos que no seríamos quienes somos hoy sin haber vivido entonces en aquella ciudad mágica.

La estética fue historia

Uno de los símbolos de identidad de este movimiento compostelano fue la nueva estética. Una estética cuidada que, sin volvernos fashion victims, nos convertía en seres diferentes con plena libertad y con un glamour y modernidad que tanto nos distinguía de la generación anterior. De pañuelos palestinos, oscuras barbas, chaquetas de lana y chicas de aire hippie folk, entrábamos en un mundo visual marcado por el colorismo del video clip, las novedosas colecciones de un Zara primigenio, hombreras gigantescas, los modistos y los peinados efervescentes. Jóvenes que nos sentíamos dueños de nuestras vidas en las noches de unos locales de espacios rupturistas únicos en el país como el Numero K o la Sala Clangor y que apostaban por una música que se consolidó como  la única bandera que enarbolar.

En este Santiago volcado en la movida y en esta nueva estética, había un joven singular cuya imagen en lo más in de la noche lo catapultaría a lo que hoy se considera “un icono”. Todo el mundo sabía su nombre, pero su origen y pasado se sumían en un halo de leyenda, lo que le hacía todavía más popular y enigmático.

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Clemente Thelem. / Facebook 

El Negro Clemente, llamado así sin ninguna connotación racista –el propio Clemente se autollamaba así– era un mulato de extraordinario atractivo físico natural de Panamá aunque se le atribuían distintas patrias como la República Dominicana  o Estados Unidos. Se llamaba Clemente Sexto, y se hacía imprimir tarjetas de visita cual pontífice, con el nombre de Clemente VI, en la época en que nadie tenía tarjetas de visita. Solía ser jocoso con su origen y su color… y hacía este chiste: "Yo también soy gallego, nací en Negreira y vivo en la Esclavitud". Juegos de palabras con localidades cercanas a Santiago.

Vino a Santiago a estudiar Medicina y sus ocupaciones eran enigmáticas –o al menos así lo parecían–.  Desde que era heredero de una tribu centroafricana, que era un americano de la NBA, o que era representante de jugadores internacionales, ya que se le veía frecuentar los círculos del basket.

Su imagen era impactante y atraía todas las miradas, estuviera donde estuviera, de hombres y mujeres. No era coqueto, ni iba de seductor, pero las mujeres se rendían ante él. Musculado, pero sin estridencias, la ropa le sentaba como un guante tanto los atuendos deportivos que lucía viendo los partidos de baloncesto con amigos en bares de barras de aluminio del Ensanche, como cuando se " maqueaba"- palabra de entonces- con americanas que pocos llevaban como él. Pionero de los trajes sin corbata, aunque para muchos estudiantes era casi un ser de otro planeta, en las distancias cortas tenía un gran sentido del humor, era tremendamente divertido  y se hacía querer por su entorno más inmediato.

Una de sus apariciones estelares, que todos los que vieron siguen recordando, las hacía en el pub La Bolera, donde comenzaba las noches, ataviado con sombrero panameño y un traje de chaqueta crema idéntico al del vídeo Smooth Criminal de  Michael Jackson. Bajaba aquellas escaleras y tras una seña al camarero, iniciaba una partida de billar, al igual que hacía el cantante en el famoso vídeo. Clemente era todo un crack en el billar,  además lo sabía y se regodeaba en sus jugadas ante el público marcando siempre la diferencia.

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La Bolera en los 80. / Facebook

El fin de la movida 

Con el fin de la movida, siguió como todos su camino y  llevó una vida tranquila "alejado de los focos" pero durante décadas a su destino incierto también le acompañaría la leyenda… hasta que las redes sociales lo vieron aparecer; seguía vivo, se había casado con una prestigiosa odontóloga y era un amante padre de dos guapísimos hijos de los que se sentía especialmente orgulloso. Se reencontró en las redes en grupos de los 80 con amigos de antaño y en ese espacio volvió a su lugar compartiendo música y siendo más accesible que nunca. El eterno Zum Zum del incombustible Juan “el del Zum” fue uno de los reductos de su tiempo final.

Una enfermedad renal lo consumió los últimos años, pero su muerte repentina desconcertó a todos. Al conocer la noticia,  los ochenteros gallegos  lo sentimos de corazón. Desde los más allegados a los que apenas cruzaron una palabra con él. Se nos iba alguien que simbolizó una época dorada, un tiempo que despertó unos sentimientos y vivencias que nadie podría imaginar sin haberlos vivido.

Clemente se ha ido con Tina y los grandes del blues que tanto le gustaban, pero también con Coppini, Antonio Vega, con los carteles de Clangor, la luz de Neón del y con esa banda sonora que nos marcó a fuego. Con ellos ya está Clemente. ¿Qué hace? No hay duda. Está poniendo tiza al taco del billar y sonriendo se dispone a golpear las bolas como solo él hacía en La Bolera, en aquel Santiago del país del nunca jamás. @mundiario

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