La UE descarta exigir ajustes a sus miembros ante la recesión desatada por la pandemia

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El comisario de Economía de la UE, el italiano Paolo Gentiloni / Reuters.
Hasta ahora, no se avizora un escenario en que el Ejecutivo de Ursula von der Leyen vuelva a tener impases con las capitales europeas.
La UE descarta exigir ajustes a sus miembros ante la recesión desatada por la pandemia

Europa ha entrado en una era completamente desconocida. Hasta hace tres meses la estabilidad era relativa y sostenible en todos los órdenes del sistema de vida en la UE; la economía funcionaba correctamente sin mayores sobresaltos, el orden público y social era reflejo de una estabilidad política generalizada, y los presupuestos estaban aún en el debate pero se veía un buen arsenal financiero en el horizonte por parte del BCE para estimular las inversiones, los nuevos empleos y el nuevo ciclo de consumo que se perfilaba como un enorme boom de poder adquisitivo para 2020. Pero sucedió todo lo contrario, la recesión llegó sin que Bruselas tan siquiera se lo imaginara. Ahora, la inestabilidad no es política, sino social, económica y sanitaria. El Viejo Continente no volverá a ser el mismo después de la pandemia de coronavirus.

Y es que, si bien en este momento la contracción de la capacidad, velocidad y dinámica de la generación de capitales en los circuitos industriales, empresariales y financieros de la eurozona se ralentiza cada día más y se enclava en una curva descendente de decrecimiento, la próxima fase del período de reducción de la economía será una la de una depresión, que disparará el déficit y la deuda pública de los países. Pero la Comisión Europea cree que no es momento para recortes. “Será vital que evitemos cometer los errores del pasado”, advirtió este miércoles el comisario de Economía, Paolo Gentiloni. La doctrina lanzada desde Bruselas es “hacer cuanto sea necesario para combatir una crisis de dimensiones históricas”.

La premisa ya no es la disciplina fiscal, sino la velocidad fiscal para estimular, redinamizar, reanimar y frenar la espiral de expansión del desgaste socioeconómico por el debilitamiento del consumo generado a raíz de otra pandemia contra la que deben luchar las autoridades de Bruselas y Frankfurt (sede del BCE); la del desempleo generalizado y en escalada en toda la zona euro.

A pesar de que Bruselas mantiene su preocupación por el descontrol fiscal y la exacerbación de la brecha del déficit público y de la deuda en España, el Gobierno de Pedro Sánchez tendrá el beneplácito de apartar los focos de sus cuentas públicas para centrarse en atajar las vulnerabilidades que la pandemia ha desatado: la falta de inversión en sanidad pública a la pobreza, la temporalidad laboral, la baja oferta de empleo, la enorme demanda de subsidios por paro que presiona el sistema fiscal y exacerba el gasto sin retornos en impuestos para reinvertir en nuevos puestos de trabajo que le resten fuerza a la crisis de despidos, cierres de empresas y desempleo por el confinamiento, el miedo al contagio y la incertidumbre de los mercados de inversión y créditos.

Hasta ahora, no se avizora un escenario en que el Ejecutivo de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, vuelva a tener impases con las capitales europeas por las décimas de más de su déficit estructural, es decir, porque gastan más de lo debido cuando enfrentan problemas de captación de ingresos por baja recaudación de impuestos, desempleo, caída de sus exportaciones y desaceleración de la actividad comercial, en esta ocasión, a causa de la pandemia de Covid-19.  

Pero Valdis Dombrovskis, vicepresidente de la Comisión, anticipa que esos días llegarán de nuevo. “Una vez que la recuperación esté en marcha, la atención se centrará en lograr posiciones fiscales prudentes y la sostenibilidad de la deuda”, advirtió. Sin embargo, es muy prematuro aventurarse a alarmar a la población, a los gobiernos y a los bancos de que habrá una crisis de deuda. Si bien no es un escenario descartado, sería crear la tormenta perfecta para un colapso de la economía y el sistema social en medio de una crisis sanitaria que tiene a la humanidad bajo un desgaste y agotamiento absoluto.

Bruselas sigue siendo optimista y dadivosa en su programa de estímulo fiscal macroeconómico. Todos los países del bloque se han beneficiado de la barra libre de flexibilidad fiscal y financiera para no ahogarse en el que podría ser el peor trimestre económico de prácticamente el último siglo, con un desplome superior al 12%, es decir, para no incurrir en una presión extrema de la deuda sobre sus cuentas públicas deficitarias en ingresos, en impuestos y en reservas de capital líquido o activos. “Nuestro mensaje es claro y cristalino”, sostuvo Gentiloni.

“Recomendamos a todos los países miembros que adopten todas las medidas que permitan combatir de forma efectiva la pandemia, sostener la economía y apoyar la consiguiente recuperación. En la consolidación fiscal de hace diez años, la inversión fue la primera víctima”, reclamó el comisario de Economía de la UE. @mundiario

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