Estos son los macrodatos que España debe vigilar para evitar una nueva crisis

Interior de un centro comercial. / Mundiario
El excesivo consumismo puede provocar una nueva crisis. / Mundiario

El consumo excesivo que crece por encima del PIB, poco ahorro de las familias, una inversión mal orientada y salarios precarios son indicadores que merecen estar bajo lupa.

Estos son los macrodatos que España debe vigilar para evitar una nueva crisis

Cuando la crisis económica sacudió las cuentas de la macroeconomía, de las empresas y los hogares españolas fue una sensación similar a la de una tormenta inesperada en un día soleado. Nadie la había tenido en cuenta. Ni tan siquiera los economistas que luego se pusieron a explicarla. Solo unos pocos expertos (Obstfed, Rogoff, Mussa, Roach, Krugman, Stiglitz, Rajan, Roubini y Setser, por citar los más destacados) se olieron algunos de los síntomas. Pero la sorpresa fue igual de mayúscula.

Años después del estallido en 2007 y el boom de Lehman Brothers en 2008, todos conocemos de una forma bastante detallada cuáles fueron las causas. Todos tenemos en mente el famoso ladrillo como estampa del horror económico. ¿Pero cómo podemos estar seguros de que no volveremos a entrar en una burbuja que nos lleve de nuevo al abismo? ¿No estaremos de nuevo en una burbuja puntocom? ¿O de consumo excesivo?

Los economistas, ahora más seguros de sí mismos (léase con un poco de ironía), dirán que nunca estaremos libres de una crisis, porque la mayoría de ellas son cíclicas y se llevan sucediendo desde la burbuja de los tulipanes en Holanda e incluso antes. Es cierto. Vendrán más crisis y, de hecho, son necesarias. Es como la lluvia que necesita limpiar el aire cargado y estancado de la ciudad. Paradójicamente no hay progreso sin crisis ni tropiezos. Pero no es menos cierto que en estos momentos España y el resto del mundo no se pueden permitir una nueva recaída precisamente porque aún no se recuperaron al 100% de la anterior. Basta con ver los niveles de desempleo y precariedad de la economía española.

España, un país consumista por excelencia

Por eso, para mantener a raya esa posibilidad tan temida por gobiernos, empresas y ciudadanos, debemos localizar algunos de los datos (o macrodatos) que se tienen que mantener en niveles óptimos para descartar cualquier alarma. Uno de ellos es, como es obvio, el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), que es el principal indicador de la marcha de la economía.

Actualmente su evolución es satisfactoria y se ha pegado un salto cuantitativo muy importante respecto a hace unos dos años, por lo que en este sentido no hay por qué preocuparse por este indicador. También conviene destacar que la caída del PIB en sí misma no supone entrar en una crisis. Suele ser una consecuencia de otras causas.

Los indicadores que explican en gran medida la crisis surgida en 2008 en España son la marcha de las importaciones (por sí solas y en comparación con las exportaciones), la tasa de ahorro y los tipos de interés. ¿Cómo se comportaron en España antes de la crisis?

Las importaciones, que miden el nivel de consumo de toda la economía española, experimentaron un boom espectacular desde el comienzo del siglo XXI hasta 2007, con una subida superior al 60% en pocos años. El aumento anual llegó a superar al 12% mientras que el PIB nunca llegó a subir más del 4,2% anual. Y las exportaciones tampoco aumentaron nunca al ritmo de las importaciones, lo cual supone una pérdida de competitividad de la economía española. España era, ante todo, un país consumista y poco dinámico en llevar sus productos a otros países, como sí hacían potencias de la talla de Alemania, que tanto admiramos en lo económico.

Ese incremento desmesurado de las importaciones provocó que la inversión y el empleo se desplazasen desde sectores más competitivos a otros más favorecidos por la coyuntura, como la construcción y el inmobiliario. El resultado ya lo conocemos de sobra todos.

En paralelo, ese consumo frenético (como ahora pasa igual con el también importado Black Friday) redujo a marchas forzadas la tasa de ahorro, que pasó en 2004 del 11,9% de la renta disponible al 5,8% en 2008, una tendencia que cambiaría de forma brusca con la activación de la crisis. Ahorramos cuando sentimos que lo podemos perder todo, una lógica comprensible y que sucede en muchas economías, incluida la de Estados Unidos.

España necesita ser disruptiva

Por tanto, actualmente debemos vigilar la evolución de las importaciones, la tasa de ahorro, las inversiones, además de mejorar la tasa de paro y hacer más competitiva la economía española vía aumento de productividad, competitividad y no haciendo más precarios los salarios, que ya lo son bastante.

Las importaciones, aunque aumentan, lo hace a un ritmo muy inferior a antes de la crisis, aunque siguen creciendo por encima de las exportaciones, un aspecto que se debe controlar. La tasa de ahorro se mantiene en torno al 9%, una posición que se puede mejorar, pero que no está mal para la época de crecimiento económico que vive España a día de hoy.

Los expertos también destacan que las empresas españolas deben hacerse más grandes e internacionales para estar menos expuestas a una nueva recesión en nuestro mercado doméstico. Es verdad. Pero el principal desafío no es ese, sino que la productividad suba para generar más riqueza con la que pagar mayores salarios y contratar a más gente. Eso requiere de valentía, ideas rompedoras y una especialización en sectores útiles para el resto del mundo y que aún no tengan una elevada competencia. Necesitamos una España disruptiva. Y la necesitamos ya.

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