El sistema económico da claros síntomas de agotamiento que cuesta admitir

La crisis del euro da lugar a muchas sombras.
La crisis del euro dio lugar a muchas sombras.

El sistema económico mundial siempre ha padecido crisis cíclicas cada vez más frecuentes pero ahora hemos entrado en una crisis crónica para la que no tenemos antídoto ni vacuna.

El sistema económico da claros síntomas de agotamiento que cuesta admitir

El sistema económico mundial siempre ha padecido crisis cíclicas cada vez más frecuentes pero ahora hemos entrado en una crisis crónica para la que no tenemos antídoto ni vacuna.

De las crisis crónicas del Sistema Capitalista siempre hemos salido en un período más o menos corto salvo las muy grandes de las que salimos con guerras, hecatombes que destruían todo para volver a construirlo ya con una mano de obra muy reducida por las muertes. Solo era cuestión de esperar que los viejos supervivientes, que eran muy viejos para no ir al frente, muriesen, y los jóvenes se incorporasen al mercado de trabajo en un corto período de tiempo porque la edad para empezar a trabajar era muy temprana. Estas crisis se empezaron a repetir cada década a partir de los setenta y solo el invento de la sociedad de consumo, la que incorpora a las clases medias, ha permitido que el Sistema sobreviva hasta nuestros días.

Conviene aclarar que crisis de deuda y déficit las hemos pasado casi todos los países y con cifras peor de las que ahora nos escandalizan, como la griega, y siempre hemos salido. Ahora el caso es distinto. Ha llegado la globalización y con ella la drástica disminución de las clases medias. Sin fronteras al capital, con numerosos paraísos fiscales, con múltiples fondos especulativos y otros pirata sin escrúpulos, la corrupción se ha generalizado y universalizado, la economía sumergida vive sus mejores momentos, ha reaparecido la esclavitud,  y las multinacionales se han ido a países donde los salarios son simbólicos, primero a los paises del Este que se habían liberado del dominio del comunismo Ruso y luego a Asia.

Benetton conseguía jerséis en Armenia a 100 pesetas y nos los vendía a 1.000. Con benefícios de 900% es difícil construir un mundo justo o duradero y la especulación alcanzó limites impensables como los de Gilead que compro la patente para tratar la hepatitis C, cuyo coste de fabricacíon era de 400 euros y lo vendía a 72.000. En estas condiciones el capital, las inversiones, se mueven tan rápido que si EEUU estornuda, Europa coge la gripe, las crisis del Sudeste asiático nos vapuléan, y lo que pasa en China lo padecemos en Parla o en Betanzos.

El punto alcanzado, el mundo de ricos y pobres, que sociológicamente es un retroceso brutal, como vaticinaba el ideológicamente abatido movimiento 15M, y parece sin salida porque el coste del cambio es superior a la esperanza de vida y no quedan muchos voluntarios para el heroísmo en tiempos donde la diversión es el objetivo final. 

Nadie logra ver una salida mientras la riqueza se concentra cada vez en menos manos. Ahí tenemos el ejemplo de Estados Unidos donde la población judía, que representa el 2%, posee el 70% de la riqueza del País, que a su vez representa una parte importante de la riqueza mundial. La Crisis se ha hecho crónica y débiles como estamos cualquier altibajo en una parte del mundo nos perjudica a casi todos y favorece a unos pocos. No se ve cura porque nadie hace por curarla. Los partidos políticos se dedican a remodelar el gasto o a pequeños ahorros domésticos, pero no se vislumbra un programa serio de creación de riqueza, y los capitalistas piensan que esto durará siempre. Grave error que verían claramente si hubiesen leído en su momento El Mercado. Si no hay consumidores quebrarán tarde o temprano. ¡Necesitamos ideas!

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