Rutas y argumentos del Anuario 2019

Inés Rey, Javier Losada, María Jesús Montero, Alberto Núñez Feijóo, Emilio Pérez Nieto, Santiago Lago y José Luis Gómez. / Xurxo Lobato
Inés Rey, Javier Losada, María Jesús Montero, Alberto Núñez Feijóo, Emilio Pérez Nieto, Santiago Lago y José Luis Gómez. / Xurxo Lobato

Pérez Nieto y Santiago Lago, presidente y director del Foro Económico de Galicia, sostienen que 2018 fue un buen año para la economía gallega, y 2019 se desarrolla como un ejercicio de mayor incertidumbre y más deberes pendientes. / Texto íntegro de la presentación del Anuario 2019.

Rutas y argumentos del Anuario 2019

Profesores de las tres universidades de Galicia y de la Universidade do Minho en Portugal vuelven a configurar con sus aportaciones el Anuario del Foro Económico de Galicia en su edición de 2019, que también incorpora un análisis del economista y empresario Emilio Pérez Nieto, firmado de manera conjunta con Santiago Lago Peñas. En esta cuarta edición del Anuario, repleta de rutas y argumentos, prima el análisis, no exento de opiniones con criterio propio. Estamos, sin duda, ante un cualificado panel de académicos librepensadores.

Este Anuario 2019 llega al cierre de un ejercicio –2018– en el que la economía española creció un 2,6%, el menor incremento en cuatro años: 3,6% en 2015, 3,2% en 2016, 3,0% en 2017 y el ya mencionado 2,6% en 2018. Finalmente, el INE elevó el cálculo adelantado del PIB pero rebajó el crecimiento registrado en la segunda mitad del año.

En Galicia, el PIB cerró 2018 con un crecimiento medio anual del 2,8%, cuatro décimas menos que en el año precedente, según avanzó el Foro Económico de Galicia, que previamente ya había demostrado su capacidad predictiva. Como sostienen Emilio Pérez Nieto y Santiago Lago Peñas, presidente y director del Foro Económico de Galicia, respectivamente, 2018 fue un buen año para la economía gallega, y 2019 se desarrolla como un ejercicio de mayor incertidumbre y más deberes pendientes.

“El Producto Interior Bruto (PIB) –explican Pérez Nieto y Santiago Lago en la apertura de este Anuario– avanzó un 2,8% según el IGE, dos décimas más que España y por encima del crecimiento tendencial en lo que llevamos de siglo. Se generó empleo y Galicia superó por primera vez en su historia el 90% del PIB per cápita medio de Galicia. Este es un dato poco conocido y manejado, pero muy relevante. Hoy estamos por delante de Asturias, Comunidad Valenciana o Canarias. Somos décimos en la clasificación autonómica. Extremadura y Andalucía, los colistas, quedan ya muy atrás”.

Respecto a la base 100, media de España en 2018, el PIB per capita de Galicia fue del 90,1%, frente al 135,1 de Madrid o el 131,8 del País Vasco, las dos comunidades más ricas.

Claves de 2018

¿Cuáles fueron las claves de 2018? ¿Por qué se ralentizó el crecimiento español? Hay al menos tres factores a tener en cuenta: el peor comportamiento de las exportaciones de mercancías, el menor gasto público y la moderación del consumo de los hogares.

Con las inversiones, una de cal y otra de arena: mejoraron en la primera mitad del año pero retrocedieron un 0,2% trimestral entre octubre y diciembre. De la falta de confianza empresarial en España puede ser reveladora la inversión de bienes de equipo y maquinaria, que se desplomó un 2,7% trimestral justo en el cierre del año.

Ya en este ejercicio 2019, la economía española creció hasta marzo un 0,7%, impulsada de nuevo por la inversión; es decir el PIB se aceleró una décima tras sufrir una leve ralentización en el último trimestre de 2018. La industria volvió, así, a tasas positivas y la construcción tiró de nuevo con fuerza.

Al nuevo Gobierno salido de las urnas el 28 de abril le aguarda un país con importantes problemas económicos –deuda, déficit, paro, desigualdad, precariedad, ...–, donde el debate político se centra en otros asuntos, de menor importancia, y lo que es peor, en insultos y denuncias, que podrán amenizar las sucesivas campañas electorales –parece que es siempre tiempo de elecciones–, peroque no ayudan a resolver los problemas de la gente.

Los grandes debates electorales solo sirvieron, de hecho, para escenificar la división de los dos bloques políticos en materias como el empleo, las pensiones, la fiscalidad y la vivienda. Ya lo había intuido, antes de los propios debates, el ex ministro socialista Jordi Sevilla cuando constató que en España se pasó del bipartidismo PSOE-PP “al bibloquismo” de izquierdas y derechas, sin que esos dos bloques quieran avanzar hacia la transversalidad para resolver los grandes problemas del país, lejos de enfrentamientos estériles.

No solo no se pacta sino que se cuestiona la centralidad. Así, cuando se escuchan propuestas para reducir el gasto público de manera exagerada, procede desconfiar, puesto que España ya tiene el menor gasto público de los cuatro países más grandes de la eurozona. La misma desconfianza puede aplicarse a las promesas de elevar el gasto público prácticamente sin límite, ya que, entre otras cosas, no será posible mientras España esté en el euro.

El problema de España no es su porcentaje de gasto público en función del PIB, bajo en el contexto europeo, sino la eficiencia del propio Estado. Alemania, Francia e Italia, las tres primeras economías de la zona euro, tienen porcentajes de gasto público sobre PIB superiores a España, tanto en términos relativos como absolutos. Por tanto, en España hay margen para aumentar el gasto público, si se quiere, pero a la vez también lo hay para reducir la economía sumergida y evitar las ineficiencias de su economía y de sus presupuestos generales, autonómicos, provinciales y locales.

En contra de lo que algunos sostienen, España sigue teniendo un bajo porcentaje de gasto público sobre PIB (41%) y de gasto público per capita (10.247 euros). Francia casi duplica a España en gasto per capita, del mismo modo que Estados Unidos, país que es asociado a menudo a un liberalismo a ultranza. Alemania tiene un 43,90% de gasto público sobre PIB, con 17.391 euros per capita, e Italia también aventaja a España en ambos indicadores, con un 48,70% de gasto público sobre PIB y 13.901 euros per capita.

Entre las cuatro economías más grandes de la zona euro, la francesa es la que soporta un porcentaje más alto de gasto público sobre PIB, tanto en términos relativos (56,50%) como absolutos (19.304 euros de gasto per capita). Curiosamente, una gran potencia como Estados Unidos, que tiene un porcentaje de gasto público sobre PIB bajo para los estándares europeos (34,79%), casi iguala el gasto público per capita de Francia, con 18.420 euros. Alemania es, en ese sentido, el país más equilibrado.

Los contextos

Como observa Fernando González Laxe, catedrático de la Universidade da Coruña y directivo del Foro Económico de Galicia, son varios los elementos a tener en cuenta para contextualizar la economía. Así, convierte en objeto de análisis los nuevos partenaires del mapa mundial –de los BRICS a los TICKS– y el nuevo rol de China. También aborda la ralentización frente al recalentamiento económico y concluye que las desigualdades económicas mundiales y dentro de los países, junto con la automatización y las nuevas formas de trabajo, constituyen otros elementos de análisis.

González Laxe lamenta que los gobiernos no se ponen de acuerdo sobre una base común, la concerniente a la gobernanza, y ve como el multilaterismo llega a su fin, mientras los Estados persiguen una diplomacia económica sobre bases bilaterales. Parece evidente que los ciclos han cambiado “más rápido de lo esperado”, asomados a la ralentización frente al recalentamiento, y que estamos en un mundo “menos desigual”, donde los países son más desiguales internamente. Como las desigualdades internacionales se pueden medir siguiendo la tasa de cambio de las paridades de poder de compra, es posible apreciar que los mayores detentadores de riqueza aumentaron sus inversiones en activos financieros más que en inversiones productivas, al tiempo que el impacto del progreso tecnológico en el mercado de trabajo abre otro gran debate.

Hablamos así de años que cambiaron el mundo, como recuerda Xosé Carlos Arias, catedrático de la Universidade de Vigo y miembro del Foro Económico de Galicia. En los años de crisis, desigualdad y pobreza –explica– no han dejado de crecer, pero la novedad principal está en que grandes sectores sociales parecen haber traspasado el umbral a partir del cual los datos resultan ya “intolerables”. A partir de ahí, obviamente, se hace más probable que este asunto pase a figurar entre las prioridades de las agendas políticas, en las que el deterioro experimentado por la renta de las clases medias ocupa ahora un lugar más destacado.

Como aclara el profesor Arias, estamos hablando de lo que ocurre en el mundo desarrollado. Si, por el contrario, nos referimos al mundo en su conjunto, entonces la cosa cambia: a escala global la desigualdad ha tendido a disminuir. “Es este un hecho de gran interés, pero que a su vez ha de ser matizado de inmediato: lo que lo explica es el aumento de la renta y la riqueza de unos cuantos cientos de millones de personas en unos pocos países emergentes, básicamente China e India, hasta hace poco muy deprimidos”, concluye este autor.

De puertas adentro, también hay desigualdad en España, un rasgo que no se corrigió ni durante el ciclo expansivo ni en los tiempos de ajuste. ¿Y después de la disciplina presupuestaria qué?, se plantea María Cadaval, profesora de la Universidade de Santiago, perteneciente al Foro Económico de Galicia. Su respuesta revela que el temor fundado a una desaceleración económica preocupa “doblemente” ante el elevado nivel de deuda pública estructural que han ido acumulando las administraciones públicas. Pero también le da pie para una nueva pregunta: si vuelven a venir mal dadas, ¿qué margen de maniobra tendrán los gobiernos para actuar?

Para esta especialista en Hacienda, es un hecho constatable que la recaudación impositiva de las autonomías ha sufrido desde varios frentes. Así, aunque nominalmente haya recuperado el monto presupuestario de 2007, realmente ha perdido más del 13% de su capacidad adquisitiva por el efecto de la inflación. En su opinión, los recursos que proceden del sistema de financiación claman por una actualización y los que se obtienen al margen requieren una revisión “en profundidad”.

Los debates no pueden ser solo internos, por lo que es aconsejable estar atentos a lo que pasa con los vecinos. Desde la otra orilla de Galicia, Francisco Carballo-Cruz, profesor de la Universidade do Minho y miembro del Foro Económico de Galicia, analiza las relaciones de España y Galicia con Portugal, que viven “un buen momento”. Los flujos comerciales siguen creciendo “a buen ritmo” en ambos sentidos y el número de empresas originarias de un país con operaciones en el otro continúa “en franca expansión”.

La desconfianza hacia las empresas españolas en Portugal es “marginal” y la presencia de empresas portuguesas en España sigue “sin ser problemática”, por su escasa representatividad en el total. En el ámbito institucional y político es en donde se registra “una clara ralentización”, opina el profesor Carballo.

Albino Prada, profesor de la Universidade de Vigo y miembro del Foro Económico de Galicia, de cuyo Anuario 2019 es coeditor, estudia a fondo la evolución de los desequilibrios externos de Galicia y de España. En un contexto de crecientes riesgos de guerras comerciales, como reacción a una previa globalización ultraliberal de los mercados, este experto analiza la corrección de los desequilibrios externos de la economía de Galicia en esta última década, para lo cual apela a la economía española y catalana como referentes. De su análisis se derivan propuestas concretas para consolidar y reformar el encaje económico internacional de Galicia.

El profesor Prada tiene claro, por ejemplo, que a Galicia le convendría diversificar su potencial exportador fuera de España, “sin depender tanto de la automoción y la confección”, para ver de ese modo si es capaz, en esas nuevas actividades entonces competitivas fuera de España, de reducir su apertura y sus importaciones del resto del Estado.

Los sectores

El sistema energético gallego, su dimensión, problemática y expectativas, llama la atención del economista Xoán López Facal, miembro del Foro Económico de Galicia. Para ello analiza y caracteriza en primer lugar la situación del sistema energético gallego con los datos más recientes disponibles para, de seguido, hacer lo propio con el balance eléctrico del país. Revisa después los problemas vinculados a la transición energética y la descarbonización del sistema, y finalmente glosa las oportunidades que el subsistema natural y verde con el que cuenta Galicia ofrece para su desarrollo social y territorial.

El inminente cierre de la central térmica de Meirama, el abandono por Alcoa de sus instalaciones en el polígono de Agrela en A Coruña –actualmente propiedad de un fondo suizo– y el patente desinterés del Grupo Ferroglobe-Ferroatlántica por la fabricación de ferroaleaciones en la Ría de Corcubión serían “indicios manifiestos” de la transición energética en curso.

También la banca es protagonista del cambio. El profesor de la Universidade de Santiago y miembro del Foro Económico de Galicia Luís A. Otero, junto con Pablo Durán y Luis Ignacio Rodríguez, desmenuzan el sector fintech para desgranar su presencia en España y en Galicia, donde es “acusada” la transformación digital que ha acometido la banca tradicional. De entrada, los modelos de negocio fintech permiten obtener “importantes ahorros” en costes y, en muchos casos, un servicio de “alta calidad” y “más personalizado”.

Existe un consenso generalizado según el cual la digitalización contribuye a la generación de valor y España ocupa el puesto número 10 de los 28 Estados miembros de la Unión Europea en el índice que mide este proceso, según datos de 2018. Las empresas gallegas del ramo actúan en diferentes segmentos de la cadena de valor, como son los pagos, los préstamos, las divisas o la inversión.

De la tierra firme al mar. Las actividades marítimas en Galicia, con balance y perspectivas, son analizadas por Manuel Varela Lafuente, catedrático de la Universidade de Vigo y miembro del Foro Económico de Galicia. El aprovechamiento de las oportunidades del mar requiere tanto iniciativa pública como personal. Completar y precisar las necesarias regulaciones que favorezcan la eficiencia y la sustentabilidad son objetivos de la acción pública, según este autor, que se detiene además en la influencia sobre las iniciativas científicas.

El ámbito público tiene varios escenarios: europeo, estatal y autonómico. Todos son “decisivos” y la coordinación es “importante”. Manuel Varela revisa las debilidades y fortalezas de la economía del mar en esos tres escenarios en los comienzos de este siglo XXI.

El deporte, al menos en Galicia, es ya “algo más que un sector económico”, como razona Patricio Sánchez Fernández, profesor de la Universidade de Vigo y subdirector del Foro Económico de Galicia. Por ello, habla de práctica deportiva, de hacer ejercicio, pero también de un sector económico “consolidado” y con claras expectativas de crecimiento que estaría aportando al PIB un 2,6% en el caso de Galicia. En su acercamiento a la realidad del deporte desde su cara económica y con la vista puesta en el tejido empresarial, este experto no se olvida de la dimensión de este fenómeno para mejorar la salud de todos.

Es tal la importancia del deporte en la sociedad actual que casi el 40% de la población gallega practica deporte semanalmente. Uno de cada diez gallegos tiene licencia por alguna federación deportiva.

Las transversalidades

Los retos para el empleo de calidad atraen la atención de Manuel Lago, profesor de la Universidade da Coruña y miembro del Foro Económico de Galicia. Presenta un sugerente decálogo que caracteriza la situación actual del mercado de trabajo en Galicia y concluye que el análisis del empleo en esta comunidad – léase la situación actual, cómo evolucionó en estos años y cuáles son los desafíos de futuro a los que se enfrenta en la próxima década– no se puede hacer sin tener en cuenta el contexto global caracterizado por “condicionantes muy relevantes”.

Entre los datos que aporta hay uno que llama la atención. Si en 2018 Galicia hubiese seguido suponiendo el 8% de la población española de 1976 debería tener 3.800.000 habitantes, esto es, 1.029.000 habitantes más de los que realmente tiene, un millón de gallegos y gallegas madres que supondrían “una transformación absoluta” del país. Vigo tendría 600.000 habitantes, en el conjunto de las universidades habría 100.000 estudiantes más y se necesitarían 500.000 empleos adicionales.

Lejos de ese escenario, Galicia se vacía “en silencio”, como evoca Isabel Novo Cortí, profesora de la Universidade da Coruña, perteneciente al Foro Económico de Galicia. La autora tiene claro que es “preocupante” el declive demográfico que padece Galicia, al igual que el orballo que circunda toda actividad socio-económica. “Está ahí. Hace tiempo que está y no parece que se invierta la tendencia. Ningún plan económico en Galicia, ya sea futuro o más cercano, puede obviarlo, porque es fundamental para el presente y, sobre todo, para el futuro”, explica.

Ante un declive de la población y un aumento del envejecimiento sería necesario recurrir a la inmigración para resolver el problema demográfico. Pero aunque el número de extranjeros crece, Galicia es la segunda comunidad autónoma donde es menor la presencia de extranjeros, al representar solo el 3,4 % del total de la población.

"Estamos ante una oportunidad para abordar no solo lo urgente sino lo importante, una reforma de la gestión del territorio y del paisaje”, sugiere Edelmiro López Iglesias, profesor de la Universidade de Santiago y miembro del Foro Económico de Galicia. La alternativa sostenible para el entorno de los núcleos de población es impulsar usos campo-ganaderos, sin perder de vista que “un factor crítico” es la reducción del combustible acumulado en el territorio, cuya gestión requiere “un nuevo equilibrio” entre propietarios y usuarios de las tierras. Las me-idas deben partir de la desvinculación actual entre población rural y espacio rural.

Este autor recuerda en ese sentido que los incendios forestales de 2017 volvieron a poner de actualidad “un problema crónico” en Galicia en las últimas cinco décadas, mostrando las limitaciones de una política centrada en la extinción. Pero no todo el monte es orégano: hay una problemática “muy diferente” en el monte particular y en los montes vecinales.

Parece lógico que preocupe tanto el medio ambiente en Galicia, cuya situación y retos se abordan en el artículo de María Xosé Vázquez, profesora de la Universidade de Vigo. Galicia cuenta con abundancia de recursos naturales (forestales, pesqueros, agrícolas) y una calidad ambiental privilegiada (paisaje, clima, agua, litoral, biodiversidad) aunque desde la administración pública, a pesar de los avances evidentes en materia ambiental, no se camina decididamente cara un desarrollo ambientalmente sostenible, según constata esta autora.

Para la profesora Vázquez, la Fiscalía de Medio Ambiente es “esencial” como instrumento “penalizador y disuasorio”, y el país debe entender que los recursos naturales y ambientales son bienes colectivos que han de gestionarse “a largo plazo”.

Las perspectivas novedosas

En este último bloque los profesores María L. Loureiro y José Manuel Sánchez Santos revisitan una temática de la que ya nos ocupamos en el Anuario 2017 (“Galicia: crecemento e desenvolvemento”, un artículo firmado por Albino Prada). Por un lado, el bienestar social, entre la técnica y la ética, es analizado por José Manuel Sánchez Santos, profesor de la Universidade da Coruña y miembro del Foro Económico de Galicia. Recuerda que el bienestar de las personas y el progreso de las sociedades han sido tradicionalmente objeto de atención preferente por parte de los economistas, de modo que han proliferado las investigaciones en las que se debate la definición, se cuestiona la medición y se analizan la evolución, los determinantes y las amenazas a las que está expuesto el bienestar social.

En definitiva, el bienestar de un país se mide considerando no solo el nivel adquisitivo de los habitantes, como lo hace el PIB, o las capacidades humanas como hace el Índice de Desarrollo Humano (IDH), sino que se suma a esto la huella que produce en la ecología el mantener este estilo de vida. En la misma línea, más recientemente, el Índice de Desarrollo Inclusivo (IDI) ofrece una evaluación anual del desempeño económico de 103 países en once dimensiones de progreso económico, además del PIB.

Por otro lado la obsolescencia del PIB y el afloramiento de nuevos indicadores económicos también son glosados por María L. Loureiro, catedrática de la Universidade de Santiago. Si bien el PIB es el indicador económico “por excelencia” empleado como termómetro de la situación económica, tanto desde una perspectiva académica como política, la autora concluye que sus limitaciones para medir el bienestar social son cada vez más “obvias y aparentes”.

Durante los últimos 40 años, ha habido un número “significativo” de iniciativas que tratan de acercar otros indicadores que sean “complementarios y más realistas” en cuanto a medición del bienestar social se refiere, corrigiendo así los defectos fundamentales del PIB. Hoy en día, “tras muchos esfuerzos”, hay indicadores “más fiables” del bienestar social, de la calidad ambiental y de la calidad de los servicios públicos más relevantes, que son ya comparables a nivel internacional.

Se cierra así la presentación de los artículos del Anuario 2019 del Foro Económico de Galicia, que –ampliamente documentados– reflejan una visión profunda y rigurosa de sus análisis y propuestas. @J_L_Gomez

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