Los cambios aprobados en julio perjudican todavía más a las renovables españolas

Producción de energía solar. / RR SS
La inversión en ciencia y tecnología de calidad es clave.

El 12 de julio se conoció la reforma energética española, una serie de cambios en la legislación eléctrica aprobados por Industria para erradicar el déficit tarifario que tantos nubarrones levanta.

Los cambios aprobados en julio perjudican todavía más a las renovables españolas

El objetivo de la Reforma Energética es frenar el Déficit Tarifario;  este es un supuesto desfase entre lo que pagamos los abonados y los costes que las empresas eléctricas afirman tener y que es desfavorable a éstas; el Déficit tiene múltiples motivos, tales como compensar los sobrecostes extrapeninsulares (la diferencia de precio entre Canarias, Ceuta, Melilla y Baleares y la Península), la Moratoria Nuclear, la supuesta indemnización por interrumpibilidad eléctrica de las grandes fábricas que nunca interrumpen o las primas a las renovables. La Reforma Energética ha incluido cambios en la legislación para resolver el Déficit Tarifario, incluyendo entre éstos una nueva reducción de las ayudas a las renovables y otras instalaciones del Régimen Especial.

Las tecnologías energéticas más limpias (energías renovables, cogeneración…) tienen un coste de generación más elevado por cada kWh, por lo que para que un promotor apueste por este tipo de centrales es necesario que se ayuden mediante subvenciones o políticas públicas de apoyo; con la Reforma Energética las ayudas a las renovables se reducen todavía más y el futuro de estas tecnologías en España es cada vez menos claro.

El Real Decreto Ley 1/2012 aprobado en enero de este año paralizaba temporalmente al sector impidiendo que las nuevas instalaciones percibieran las primas a la producción eléctrica y compitiesen a precio de mercado; esta paralización temporal ya dura más de un año y el Ministerio de Industria no ha considerado conveniente implantar un nuevo régimen de primas que consigan que estas instalaciones vuelvan a ser atractivas para un inversor; la aprobación de la Reforma Energética era una oportunidad excelente para relanzar este paralizado desde 2012, pero no ha sido así.

España es un país con escasos recursos energéticos, no existen reservas conocidas de petróleo ni de gas natural, el carbón es de baja calidad y las únicas tecnologías que disponemos son las renovables. La aprobación del Protocolo de Kioto en 1997 supuso un espectacular desarrollo de este tipo de fuentes en nuestro país, que abarató el precio de la generación eléctrica hasta límites insospechados (en el caso de la fotovoltaica el precio del kW está en torno al 30% de hace unos diez años); durante estos últimos años el precio de los combustibles convencionales (petróleo y gas natural) se ha incrementado de forma constante mientras que las renovables son cada vez más competitivas y en algunos casos como la biomasa ya son más baratas las fuentes renovables que las  tradicionales.

Las políticas de ayudas a las renovables de los últimos años han sido muy eficaces para rebajar el precio de la generación eléctrica y usos térmicos, pero como norma general aún no se ha conseguido converger en precios. La suspensión de las ayudas a la generación eléctrica de 2012 supuso la paralización real del sector, estas ayudas siguen siendo imprescindibles y el olvidarse de ellas en la Reforma Eléctrica supone una apuesta por las tecnologías convencionales que pagaremos en menos de lo que parece; las fuentes convencionales son cada vez más caras y sin una infraestructura energética basada en las fuentes autóctonas no podemos plantearnos ser competitivos con otros países que sí disponen de recursos energéticos, en este momento sí podemos asumir el coste de importar petróleo o gas natural pero quizás en unos años no sea así.

 

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