Toda Europa está muy pendiente de si España precisa recurrir al rescate
European People's Party via Compfight
El diario español El País reveló en diciembre de 2012 que el presidente Rajoy le confesó a los líderes sindicales que es la canciller Merkel quien desaconseja el rescate de España. No era difícil suponerlo, pero está bien saberlo y confirmarlo. Conviene darle al rescate de España la trascendencia que tiene y las penurias que acarrea, ya que es evidente que el rescate le interesa a los acreedores de España, pero también que no es seguro que sea bueno para sus ciudadanos. No hace falta ser muy listo para llegar a esa conclusión: basta ver lo que pasó –y pasa- en los países rescatados, donde a cambio de asegurarles financiación básica se les aprieta las tuercas bien a fondo. ¿Un ejemplo? Si hay rescate, van a tocar las pensiones. Líneas rojas, palabras mayores. Es más, si algo sabemos es que en todos los rescates la recesión suele impedir reducir el déficit, lo que precipita sacrificios no previstos. Por tanto, aun reconociendo que tal vez sea necesario y que también puede tener ventajas para muchas empresas ahora ahogadas financieramente, el rescate es un mal asunto. Ningún país próspero se levanta por la mañana pensando en pedir un rescate.
Sobre el papel, ¿de qué estamos hablando? En teoría, un rescate sería una ayuda financiera que permite al BCE desplegar el programa de compra de deuda para rebajar de forma significativa la prima de riesgo y mejorar la liquidez del sistema financiero. ¿Gratis? No. Y ahí está el problema para España, cuyo Tesoro tendrá que afrontar en 2013 renovaciones de crédito por 230.000 millones de euros. Como se exigirán garantías y no hay mucho que ofrecer, lo más probable es que los acreedores le echen el ojo a las pensiones de los españoles.