Los Presupuestos, propagandísticos en exceso, no son tan expansivos ni tan sociales

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. / LV
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. / LV
Serán todo lo expansivos que permita el crecimiento económico, tras la aplicación de los estímulos. Mientras, el sistema tributario seguirá por un tiempo a la espera de una reforma seria, alejada del maquillaje demagógico y estéril que se ha presentado.
Los Presupuestos, propagandísticos en exceso, no son tan expansivos ni tan sociales

El proyecto de Presupuestos Generales del Estado que ha presentado el Gobierno de coalición revela un optimismo injustificado. Es muy probable que el plan presupuestario que ha servido de base para su elaboración esté desfasado, pues todo apunta que el desequilibrio financiero de las cuentas públicas del año en curso supere con creces el 12% del PIB previsto y la deuda se aproxime al 125%, al tiempo que la ansiada recuperación acabe truncada por los rebrotes del virus, muy lejos de la estimación del crecimiento del 10% que soñó el Gobierno.

La magnitud de la crisis es todavía desconocida y la única certeza es que no será pequeña. Así, con este panorama, es un alivio y un acierto la suspensión de las reglas fiscales y la posibilidad de proyectar un presupuesto expansivo que, más allá de responder a las demandas maximalistas de los electores de una u otra parroquia, debiera servir de palanca para la recuperación y el crecimiento. La expansión debiera tener la finalidad de una recuperación sólida que permita al país salir de la crisis y apostar por sectores productivos de futuro, porque, no nos engañemos, más pronto que tarde habrá que volver a la senda de la consolidación fiscal.

El salvavidas

Es cierto, en estos momentos existe un salvavidas, hasta ahora desconocido, en forma de fondos europeos que puede ayudar, y mucho, a la recuperación, si bien no se puede fiar todo a ese dinero que vendrá -o no- en varios ejercicios para dar impulso a las empresas, pero que no servirá para que el sector público cuadre sus cuentas.

Si, además, a esto añadimos que la política expansiva del Banco Central Europeo no va a durar ad infinitum, se puede concluir que hay mimbres para construir un buen cesto de la recuperación, pero no conviene llevarse a engaño, pues Europa puede ayudar, pero no va a solucionar los problemas de la economía española, más aún si nuestros socios evidencian la ausencia de reformas estructurales serias.

Las medidas

Pero vamos al asunto y hablemos de las medidas presupuestarias concretas que ha anunciado el Gobierno. En primer lugar, y por lo que respecta al gasto, es claramente expansivo y acierta al poner el acento en la  educación, los servicios sociales, la sanidad  o la inversión en I+D+i, que dibujan un escenario de justicia que, si se pudiera ejecutar, significaría un gran avance. Basados en los estímulos procedentes de los fondos europeos y unos estabilizadores automáticos un poco dudosos, más bien parece que este documento puede salvar el acuerdo de coalición pero no tanto que pueda llevar a puerto las buenas intenciones del Gobierno, que adorna con la guinda de una subida injustificada de los sueldos de pensionistas y funcionarios por encima del IPC, con la que está cayendo.

Más llamativo resulta el contenido de los ingresos. Es un hecho – y no nuevo- que el sistema fiscal español es lo más parecido a un coche con cuarenta años de antigüedad, que ha perdido capacidad de arranque, potencia, velocidad y más aceite de la cuenta, además de consumir demasiada gasolina. No necesita una pequeña reparación sino un cambio integral, el vehículo impositivo está obsoleto y pide recambio. Mientras eso no llegue, los parches anunciados  son más demagógicos e ideológicos que pragmáticos.

Se anuncian varias subidas impositivas que, según lo anunciado, se concretan en:

1. Un incremento de tres puntos del IRPF para las rentas del capital de más de 200.000 euros y dos puntos para las rentas del trabajo de más de 300.000, lo que afecta a menos del 0,2% de los declarantes de este impuesto.

2. Un punto de subida en el Impuesto de Patrimonio a partir de 10 millones de euros y el restablecimiento del impuesto con carácter permanente -recordemos que es un impuesto de quita y pon desde 2008 -.

Hasta aquí los impuestos a los ricos que se anunciaron a bombo y platillo, sin apenas impacto en la recaudación y en el caso del Impuesto de Patrimonio, además, difícil aplicación práctica. Conviene recordar que es un tributo cedido a las comunidades autónomas, que tienen un amplio margen de maniobra sobre sus aspectos fundamentales, hasta el punto de que pueden subir la bonificación al 100%, lo que en la práctica hace que ningún contribuyente pague por él, como es el caso de Madrid, donde se refugian el 70% de las grandes fortunas del país.

3. Para el Impuesto de Sociedades se prevé una tributación mínima del 15% para las Socimis y una subida para grandes grupos empresariales,  en forma de una reducción del 100% al 95% en las exenciones por dividendos y plusvalías generadas por su participación en filiales, con una facturación superior a los 40 millones de euros.

Esta medida puede tener sentido en un contexto expansivo, en el que las empresas obtienen beneficios, no solo dentro sino también fuera del país. No parece que este vaya a ser el panorama en 2021, sino más bien parece que el problema vaya a estar en la falta de bases imponibles positivas para gravar, por falta de beneficios. Es evidente que esta medida surtirá efecto en el momento en el que el crecimiento económico aliente la recaudación, pero de momento habrá que esperar.

4. Los nuevos tributos, conocidos como  “tasa Google”, “tasa Tobin” y el impuesto sobre los envases de plástico de un solo uso se sumarán al incremento del IVA de las bebidas no azucaradas, del 10 al 21%, así como al aumento de la prima de seguros del 6% al 8%. En total, la estimación de recaudación de estos tributos se sitúa en los 500 millones de euros, lo mismo que se prevé con la imposición “a los ricos”, con el añadido de que la previsión de ingresos por la subida del IVA  a las bebidas azucaradas es mayor a la que se dibuja por el incremento del Impuesto de Patrimonio.

5. Apartado propio merecen la reducción de las desgravaciones a los planes de pensiones individuales, cuyo límite pasará, de aprobarse, de 8.000 a 2.000 euros, con el impacto que esto tendrá no en las rentas más altas sino sobre todo en las medias, los que más aportan actualmente entre 2.000 y 4.000 euros anuales.

6. Un impacto mayor en la recaudación y menos discusión merecen los impuestos verdes, que aumentan 3,8 céntimos por litro el precio del gasoil no profesional -aunque seguirá por debajo del impuesto que grava la gasolina- y una mayor tributación sobre los residuos. En total unos 800 millones de euros para las arcas públicas.

En manos del crecimiento

Así, pues, lo desgranado hasta el momento indica que los presupuestos serán todo lo expansivos que permita el crecimiento económico tras la aplicación de los estímulos y el sistema tributario seguirá por un tiempo a la espera de una reforma seria, alejada del maquillaje estéril que aquí se ha plasmado.

Decía Hobbes que sin Estado es muy difícil el cálculo del tiempo, porque es imposible la predicción de los derechos y deberes. Solo se puede mirar al futuro con seguridad si la protección de las decisiones y las reglas es estable y capaz de hacer presente y confiable lo que ha de venir. Con ello, no se puede olvidar que solo el necio confunde el precio y el valor, ni que muchos creen que lo valioso de algo siempre es su precio, pero peor aún es aquel que cree que las cosas más valoradas no tienen coste.

Ni bajar los impuestos es de derechas ni subirlos es de izquierdas, menos aún los ciudadanos han de ser tratados como estúpidos ni tampoco los políticos han de jugar a ser los pícaros. El país entero se la juega, más vale que acierten. @mundiario

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