“Prefiero los desafíos de la vida, a la existencia garantizada, y la excitación, a la vieja calma de la utopía”

El sueño del emprendedor: su negocio.
El sueño del emprendedor: su negocio.

¿Quién podría asumir esta frase?, ¿un progre, un sociólogo, un filósofo o un empresario?

“Prefiero los desafíos de la vida, a la existencia garantizada, y la excitación, a la vieja calma de la utopía”

El  término emprendedor evoca más expresivamente las cualidades propias de los empresarios, porque cada día es una aventura para ellos.

Ahora bien, el emprendedor  no es un aventurero, pues aborda la aventura empresarial racionalmente, como se deduce de sus cualidades habituales: iniciativa; capacidad de innovación; intuición para detectar los gustos y necesidades del mercado; imaginación  para idear nuevas formas, medios y oportunidades de negocio; sentido de la oportunidad, para estar preparado en el lugar y momento adecuados; sentido del riesgo, para detectarlo, medirlo y afrontarlo o rechazarlo; espíritu de superación, en el sentido de voluntad de crear para otras generaciones y velar por la continuidad de su obra; hombre de equipo, capaz de seleccionar y coordinar los colaboradores más adecuados para  cada momento; capacidad  analítica ante las complejas situaciones a las que se enfrenta.

Quien reúne estas cualidades queda revestido de una autoridad, de un liderazgo, nacido del reconocimiento de aquellas por parte del mercado,  competidores, socios, colaboradores, proveedores.

Ahora bien, este reconocimiento social no es un cheque en blanco: esa autoridad debe ser conquistada cada día, en cada mercado, en cada situación. Y esto es especialmente importante en el mundo globalizado, sometido a cambios permanentes. El emprendedor, pues, para sobrepasar su tiempo y asegurar la continuidad de la empresa, ha de estar dotado de una enorme capacidad de adaptación a la tecnología, nuevas formas de negocio, mercados, etc..

Además del entorno  familiar y social, son fundamentales  las cualidades genéticas que determinan el carácter del hombre, que  deben ser detectadas, educadas, orientadas, desarrolladas y potenciadas. Y en ello juega un papel decisivo el sistema educativo,  desde la Enseñanza Primaria a la Universitaria, pasando por la Educación Secundaria y la Formación Profesional u Ocupacional,  cuyos objetivos deben ser valores como creatividad, imaginación,  competitividad, superación, iniciativa, sentido analítico y crítico, esfuerzo, responsabilidad, excelencia.

Termino con la fuerza expresiva de un grafiti anónimo, que asumiría cualquier emprendedor: “Prefiero los desafíos de la vida, a la existencia garantizada,  y la excitación, a la vieja calma de la utopía”. @mundiario

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