La pobreza en Costa Rica no ha bajado del 20 por ciento en los últimos 25 años

Vistas de San José, capital de Costa Rica.
San José, capital de Costa Rica.

A pesar de los avances económicos del país centroamericano, su situación de pobreza extrema sigue siendo un gran desafío social para más de un tercio de los pobres.

La pobreza en Costa Rica no ha bajado del 20 por ciento en los últimos 25 años

Costa Rica es un país que ha logrado importantes avances en su articulación productiva, ampliando la base económica desde unos cuantos productos y actividades económicas hacía principios de la década de los ochentas, a más de cuatro mil productos exportados a un centenar de países hoy en día. El turismo se ha expandido de manera significativa por muchas de nuestras zonas rurales y forma parte integral del aprovechamiento de nuestro capital natural, conservado de manera significativa sobre todo, en sus ecosistemas terrestres. La productividad del país en términos de su producto per-cápita se ha más que triplicado y nos hemos convertido en un país de renta media, con resultados sobresalientes en salud, cobertura de la educación primaria y hasta no hace muchos años, tasas de desempleo cercanas a la condición de pleno empleo.

Sin embargo, el desacople de los resultados económicos más que sobresalientes, se han separado de una situación social decadente y de un creciente agotamiento del modelo basado en materias primas baratas. La pobreza no ha bajado del 20 por ciento  en los últimos 25 años y la situación de pobreza extrema sigue siendo un gran desafío social para más de un tercio de los pobres. Es así como, más de un millón de costarricenses son pobres y una tercera parte de ellos apenas y viven con menos de dos dólares al día. La situación de la distribución del ingreso, es decir las diferencias entre los que más tienen y aquellos que menos reciben en términos económicos, se ha ensanchado alarmantemente y dicha tendencia se ha acelerado en el último quinquenio. Adicionalmente a lo anterior, los bienes y servicios públicos ofrecidos por el Estado o gestionados por este, se han deteriorado en cobertura y en su calidad. Es así como las filas pendientes en la salud, la alarmante condición de calidad de la educación pública y el deterioro en el transporte, entre otros, hacen cada ves más difícil mantener un nivel de vida razonable para una amplia gama de sectores de clase media y baja.

A partir de lo anterior, nos hacemos la pregunta de si estos desafíos mencionados nos llevan a la necesidad de ¿cambiar o ajustar el modelo de desarrollo? Mi respuesta es que no debemos cambiar el modelo, sino ajustarlo en sus bases de integración social, es decir, su capacidad para repartir entre un mayor número los resultados del progreso y bienestar económico generados. Para lo anterior se requiere, un sistema fiscal robusto, con una clara mejora en la capacidad de captar impuestos de forma progresiva y de gastarlos en forma cada vez más efectiva y con alto compromiso con los más débiles del sistema social. Este desafío de lo público debe de darse en un entorno cada vez más vulnerable en lo ambiental, al mismo tiempo que debe fundarse en un fortalecimiento de la democracia de sus instituciones.

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