Parte de guerra: nueva ofensiva del capital

Pensionista. / Pixabay
Pensionista. / Pixabay

Ya finalizó la fase en la que el gran capital esquilmó el fondo de las pensiones comunes, no solo en España, sino en media Europa. Ahora toca el siguiente saqueo: viviendas privadas de las clases medias y trabajadoras.

Parte de guerra: nueva ofensiva del capital

El gran capital desarrolla una nueva maniobra para arrebatar a las clases trabajadoras los derechos, los ahorros e incluso las viviendas en propiedad que se conquistaron con tanto sacrificio durante las escasas décadas que duró el Estado Social y de Derecho. 

Los de arriba consideran que los Derechos Fundamentales son privilegios, pero solo cuando los detentan los asalariados. Un trabajador es un ente al servicio del capital no un ciudadano libre e igual a ellos. Me los imagino en sus mansiones, preguntándose entre ociosos y preocupados: ¿Qué hicieron  las clases medias con sus derechos propios? ¡Solo los han usado para conseguir más dinero a cambio de su trabajo! Han ganado  tanto que incluso consiguen excedentes. ¡Consiguen ahorrar dinero! ¿Para qué quieren ahorros? Más que considerar creen ciegamente que esos ahorros, acumulados céntimo a céntimo durante una vida de sacrificios, son un lujo superfluo en manos de las clases bajas. Su disgusto se multiplica cuando contemplan que extensas masas son propietarias de sus viviendas. Esa legión de muertos de hambre no necesita una vivienda en propiedad. ¿En propiedad? La propiedad es prerrogativa de las clases altas. ¿Cómo van a consentir las élites que los miserables aspiren a una casa propia? 

Esto que digo es en orden a sus valores y especial comprensión de la sociedad. Entendamos que su identidad se forma por contraposición  a los desposeídos y todo su aparato legitimador se construye desde esa diferencia y para esa diferencia. No sabrían ser otra cosa. En un mundo donde todos los seres humanos fueran libres e iguales legalmente, pero también materialmente, ellos serían parias porque se sentirían parias desnudos. Solo espectros sin sus carnalidades de oro y marcas caras. Pero no quiero extenderme en la cuestión de la identidad, en su faceta práctica el capital ve en todas esas viviendas ajenas una nueva oportunidad de enriquecimiento. La ofensiva se desarrolla y buscan la mejor forma de robarlas con los menores costes y riesgos para ellos y para el sistema.

De estas creencias que nacen en lo más profundo y oscuro del egoísmo y de tales planes beben las lenguas de elementos como el Gobernador del Banco de España, Luis María Linde, y su advertencia sobre los inmuebles de los jubilados. Ni siquiera es un aviso de abuso, es el pistoletazo de salida, aunque sepamos que en realidad se trata de una mala pasada del subconsciente: dijo, por accidente, lo que piensa. Ya finalizó la fase en la que el gran capital esquilmó el fondo de las pensiones comunes, no solo en España, sino en media Europa. Ahora toca el siguiente saqueo: viviendas privadas de las clases medias y trabajadoras. Objetivo final: devolver a los trabajadores al estado de miseria y dependencia de antes de la Gran Guerra. 

La deriva del capital supranacional es de una crudeza tal que nos deja sin aliento, abandonados ante la inmediata vaciedad y corrupción de las almas de algunos seres humanos. E incluso verbalizar la pregunta no satisface nuestra aprensión: ¿qué vivencias llevan a una persona a tales extremos de insensibilidad? ¿A cambio de qué privilegios un ser humano liquidaría toda su reserva de empatía, piedad y humanidad? 

(Por cierto, ¿alguien sabe por qué al Banco de España le llaman Banco de España? ¿Acaso sirve a los intereses del Pueblo Español? ¿Acaso sirve a España? ¿Por qué llaman pastor al lobo?)

Los pobres somos tema recurrente en las fastuosas cenas de los grandes del mundo. Señoras perladas y señores acicalados comentan sorprendidos las pretensiones de los trabajadores: pretenden incluso dejar una herencia a sus hijos. ¿Una herencia? ¿Aún no les hemos robado todo? Pues las herencias son grave cuestión reservada también a las familias importantes. Debemos hacer algo: aumentemos el grado de idiotización con variadas campañas de programación rosa, telediarios repletos de idioteces sin importancia y noticias ad hoc mientras, con la otra mano, les quitamos los cuatro duros que les quedan para su vejez y para apoyar a sus hijos. ¿Apoyar a sus hijos? Eso también es un privilegio de nuestra clase. Se les da un dedo y enseguida quieren vivir como nosotros. Ingenuos, apoyar a sus hijos...

Ese es el panorama ramplón del generalato capitalista. Del otro lado resistimos como mejor podemos los soldados de infantería, pero es como si estuviéramos en  otro mundo. Vivimos en un océano infinito de datos e incluso de conocimientos que no pueden ser procesados ni asumidos críticamente, y mucho menos nos pueden servir para intervenir en la marcha de la sociedad. Somos los tíos más listos, pero también los más manipulados de la Historia y por dos cuestiones fundamentales: perdimos la capacidad de pensamiento autónomo crítico y también la fe en nuestra fuerza transformadora de la sociedad.

El proyecto común fue liquidado con la socialdemocracia. Retrocedemos en desbandada, en un sálvese quien pueda que no atiende a más valores que la carencia de valores del liberalismo radical. Ese liberalismo que somete cardinalmente todo vínculo humano al principio de la libertad individual, como si la libertad entendida como  posibilidad real de optar no surgiera precisamente de los vínculos sociales que son los productores de las mismas opciones. Elegir siempre, para una persona, es optar entre posibilidades creadas en común. A ver si nos enteramos: no somos nada sin lo común y lo común debe ser garantía de la libertad individual de todos los ciudadanos sin excepción. Pero a los liberales les importa su libertad, la libertad de los demás les importa un huevo, por eso sueñan en su isla de cristal con ser constructores de su propio mundo.

En fin, aquel individuo que "cae" en las élites se transforma en un ogro que devora la felicidad y las vidas de sus congéneres con total indiferencia. Nunca en la Historia de Occidente fueron necesarias tantas desgracias, familias hundidas, desahucios, robos, saqueos de lo común y lo privado, quiebras empresariales, despidos, suicidios y asesinatos selectivos y en masa para sostener el sistema. Todo y todos estamos amenazados en esa vorágine por mantener los mercados capitalistas una vez conocemos su imperfección, insuficiencia y falsedad. Harán lo que sea por sostenerlos. Y digo cualquier cosa. @mundiario

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