Money, money, money... La dictadura del dinero

Billetes de 100 dólares.
Billetes de 100 dólares.

El dinero, protagonista del artículo de este autor que pregunta ¿cuándo comenzó este asunto, del maldito dinero, por el que se ha matado y se ha derramado tanta sangre?

Money, money, money... La dictadura del dinero

El dinero, protagonista del artículo de este autor que pregunta ¿cuándo comenzó este asunto, del maldito dinero, por el que se ha matado y se ha derramado tanta sangre?

Eso de que el dinero no da la felicidad son voces que hacen creer los ricos para que los pobres no los envidien demasiado, (cita que tomo de Jacinto Benavente). Es cierto, nada de este mundo tan cambiante se entendería hoy sin dinero ni tarjetas de crédito, sin cheques bancarios ni  pagarés o letras de cambio. Lo puede todo, el dinero. Aunque muchos ni lo ven ni lo tocan. Los pobres sí lo ven, y lo miran y remiran, Y es porque no soportan que algo tan necesario se  les vaya tan pronto de las manos. Y que para tenerlo nuevamente hay de volver al casi siempre duro y mal pagado trabajo. Así conseguirá otro poco de dinero pero, por más que lo mire, este nunca aumentará. Los ricos ni lo miran. A ellos solo les interesan las cifras-macro, lo abultado de sus cuentas bancarias. Así, muy claro, para conocer de cerca los millones de euros que tienen. Y, aunque contra toda razón, guardan la absoluta certeza de que les pertenece.

Money, money, money… ¿La recuerdan? ¿Recuerdan aquella hermosa canción interpretada por la espenda Liza Minelli en la película Cabaret? Otras películas, las de atracos y robos: “Atraco perfecto”, “Bonnie and Clyde (1967), enriquecida con la estupenda interpretación de Faya Dunaway y Warren Beaty. Ah. Dos Óscar. Enorme, sí. Robos a Bancos, atracos… Dinero, dinero, dinero que se va elevando hacia el cielo. Fantástica película. Se llevó dos Óscar.

Pero ¿cuándo comenzó este salvaje asunto, no sé si llamarlo maldito dinero, por el que se ha matado, por el que se ha derramado tanta sangre? Claro. Hace tanta falta en bolsillo. En las manos de los necesitados, aunque solo sea para llevarse un bocado de pan a la boca.

Al principio, la gente, aunque la gran mayoría era pobre, vivía más sosegada. Sin dinero de por medio que estropeara su felicidad. No había herencias, en su sentido real. De haber existido alguna semejanza con lo que estamos viendo ahora, no andaría el personal tan tranquilo. Desde luego que no. En aquel tiempo la gente se lleva bien; por lo menos mejor que nosotros. Si no eran guerreros, se entendían y se respetaban. Practicaba el trueque, que se podría traducir por “intercambio”. Tú me das diez kg. de patatas y yo te doy cinco  de arroz. Pero para que esto se hiciera así tendrían que llegar aquellos lejanos siglos VII y V antes de Cristo.

Aristóteles consideraba que cada objeto tiene dos usos: un valor en uso y un valor de intercambio.

Sea como fuere, el trueque fue pronto sustituidos por los metales preciosos: el oro, la plata y el cobre fundamentalmente. A estos le seguiría la acuñación de las monedas, que nunca estuvo del todo  perfeccionado, por aquello del peso y por su valor intrínseco. Hasta que, en la Edad Media nace el pagaré, que se regula por primera vez en el Código de Comercio de 1892.

En verdad, todo eso era un signo manifiesto de poco sentido. El dichoso dinero, ese veneno dulce sin el cual hoy seríamos incapaces de vivir. Pero lo que no entendería ni un sofista es que, ahora que todo eso ya lo tenemos arreglado, estén aumentando las calamidades en el mundo. Lo nos niños se mueren. Los padres no encuentran trabajo; y si ya pasan de los cuarenta años, que se despidan. Sigue habiendo guerras. Y los avances tecnológicos, que hacen mucho bien, están destruyendo otras cosas.

Malthus, que pronosticó una apocalipsis si la población sigue creciendo mucho más que los recursos.  Y ahí lo tenemos. Lo dicen los informes del INE, de Cáritas, de Eurostad, que España es el 2.º país de la Unión donde más se ha acentuado el riego de pobreza. Y recientemente, también el multimillonario mexicano y primer accionista de la empresa FCC, Carlos Slim, ha dejado su receta para España: trabajar tres días en la semana  y jubilarse a los 75 años. Y añadió que a los funcionarios les deben subir el sueldo. Una locura parece esto. Pero en fin, a los expertos y al propio gobierno les corresponde valorar.  

Acabo ya, y lo haré con una frase de Voltaire. “Si alguna vez ve saltar por la ventana a un banquero suizo, salte detrás. Seguro que hay algo que ganar”.

                                     

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