El ministro Montoro propicia el empleo de la economía sumergida entre los autónomos

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.
El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.

Daniel Fernández, electricista autónomo hasta el pasado viernes, ha decidido ponerse un traje de neopreno mental y borrar su identidad del mundo de los pequeños y medianos empresarios.

El ministro Montoro propicia el empleo de la economía sumergida entre los autónomos

Cristóbal Montoro es ese ministro que se parece a Juan Tamariz, pero sin su gracia, ni su talento para convertir la ilusión en realidad y la realidad en ilusión. Daniel Fernández es un electricista de solera, que le viene de raza y de familia. El triunfo de Cristóbal –portador de Cristo- es en estos días el fracaso de Daniel –vencedor de las fieras.

Daniel heredó e incrementó la empresa familiar de instalaciones eléctricas hasta que los neoliberales llamaron a nuestras puertas, primero para globalizar la sociedad, después para dejar que los mercados regularan la economía y, finalmente, para convencernos de que vivíamos por encima de nuestras posibilidades antes de arruinarnos. Durante esa larga conversación mediática, la empresa de Daniel pasó de cuatro empleados a dieciséis, de dieciséis a tres y de tres a uno: él mismo en régimen autónomo.

El economista Cristóbal Ricardo Montoro Romero, desde 1993, es uno de esos políticos neoliberales que convenció a Daniel de las virtudes y beneficios, que la economía globalizada ofrece a las pequeñas y medianas empresas, es decir, a más del 80 % de las registradas en España. Una economía en la que la mediana empresa de Daniel podría llegar a convertirse en multinacional con poco esfuerzo, créditos abundantes y la colocación de enchufes en miles de viviendas, que las ideas aznarianas hicieron brotar como setas un día de sol liberal tras una larga tormenta socialista.

Daniel creyó, trabajó, creció y se endeudó para alcanzar la gloria del empresario emprendedor. Los bancos le dieron los mejores paraguas en tiempo de bonanza y se los quitaron, de la noche a la mañana, cuando llegó la tormenta económica. A día de hoy ha perdido su empresa por falta de carga de trabajo y liquidez. La casa familiar como consecuencia de los avales que firmó. Y el pasado viernes ha decido borrar su identidad del mundo empresarial, cansado de escuchar a Montoro y compañía afirmar que ya hemos salido de la crisis para llegar impolutos a las elecciones europeas.

Como muestra de apoyo a los emprendedores y a los pequeños empresarios, Daniel ha visto incrementada en enero, sin previo aviso, su cotización como trabajador autónomo. Ha sido la gota que ha colmado las desesperanzas de alguien que nunca, al contrario de Montoro, ha cobrado dietas indebidas. Tampoco ha ocultado nada en las declaraciones a Hacienda y siempre vivió con la esperanza de alcanzar una vida mejor trabajando honradamente.

El pasado viernes, mientras Cristóbal Montoro sonreía ante las cámaras, Daniel se daba de baja como cotizante. Se vistió un traje de neopreno mental y decidió pasarse al oscuro mundo de la economía sumergida. Alguien le ha dicho que el ministro de Hacienda la propicia con esta subida, y que muchas de las grandes fortunas españolas crecieron en el pasado o a la sombra del poder o en los acuáticos mundos capaces de burlar la Hacienda pública. ¿Quién sabe? El caso es que Daniel, como muchos españoles durante esta crisis global, se ha arrepentido de ser honrado.

   

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