Para los mariscadores se ha cerrado una veda con la que no contaban

Mujeres mariscadoras.
Mujeres mariscadoras.
No es otra que la que les impone el cierre de bares, restaurantes, etcétera, principales clientes de aquellos que siembran, expurgan, cuidan, vigilan y rañan esas delicias con concha.
Para los mariscadores se ha cerrado una veda con la que no contaban

Nadie se muere, indudablemente, por no incluir en su dieta almejas, berberechos, coquina, etcétera, pero aquellos que las extraen a pie, a flote o en inmersión, sí ven mermada, y mucho, su capacidad económica para adquirir para ellos y los suyos esos otros elementos de la dieta diaria que les permite seguir vivos. Conclusión: el trabajo de los mariscadores, en cualquiera de sus facetas, es básico para, en Galicia, varios miles de personas a las que no se ha tenido muy en cuenta a la hora de distribuir responsabilidades y  compensaciones. Porque para los mariscadores ni hay ERTEs, ni paro, ni nada que les permita otear con una mínima confianza ese negro horizonte que nos ha pintado a todos el coronavirus. ¿Qué hacer con ellos, sin un euro que llevar a casa hasta vaya usted a saber cuándo?. Porque para los mariscadores se ha cerrado una veda con la que no contaban y que no es otra que la que les impone el cierre de bares, restaurantes, etcétera, principales clientes de aquellos que siembran, expurgan, cuidan, vigilan y rañan esas delicias con concha que a la inmensa mayoría de los que las degustan hacen pedir, como mínimo, pan y vino para acompañarlas.

Los mariscadores son, en general, trabajadores por cuenta propia que, curiosamente, dependen de que su producción sea adquirida -como en el caso de los pescadores- por alguien que les compensa económicamente por doblar el espinazo. Son profesionales que, además, luchan contra el intrusismo que algunos de ellos practicaron en su momento. El permex es su salvoconducto. El raño, en sus distintas versiones, su arma de trabajo. No tienen horario concreto de trabajo porque este depende de las mareas. Y ahora un virus despreciable pone fin a una campaña en la que todos habían puesto ilusiones. Como cada año, como siempre, Y como cada año, como casi siempre, algo viene a romper el libro de los sueños para que el mariscador se dé de bruces con la realidad: la almeja, el berberecho, la coquina, el longueirón, la navaja, no son suyos. Son de la arena, del mar y, ahora, del coronavirus. Pero ni el Gobierno ni la Xunta los ha tenido en cuenta a la hora de dictaminar cómo van a vivir si no pueden trabajar, si les han amputado los raños cerrando bares y restaurantes, obligando a mendigar por las calles que alguien les compre un producto del que, absurdamente, dudan.

Los mariscadores tienen ya sus enfermedades profesionales no reconocidas legalmente. Tienen sus cotizaciones a la Seguridad Social, sus cuotas como integrantes de asociaciones que forman parte de las cofradías de pescadores, pero carecen de cobertura económica que les ampare en situaciones como la generada por la covid-19 y las imprevisiones de aquellos que están obligados a dar solución a problemas que los afectados no han generado y para los que no encuentran por sí mismos una salida. 

Confío en que, antes de que se llegue al final de esta alarma generada por un virus, la administración sepa hallar los medios económicos que  les facilite todo lo necesario para recuperar su trabajo en las rías y, de este modo, volver a la vida rutinaria en familia. @mundiario

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