La mala gestión que llevó la multinacional Pescanova a la agonía tuvo varios actores

Manuel Fernández de Sousa-Faro, expresidente de Pescanova / SER
Manuel Fernández de Sousa-Faro, expresidente de Pescanova / SER

Sousa reclama ahora una indemnización a la empresa que dejó en concurso de acreedores con un agujero patrimonial superior a los 1.600 millones y una deuda de 3.674 millones.

La mala gestión que llevó la multinacional Pescanova a la agonía tuvo varios actores

Parafraseando a un personaje del drama romántico "Don Alvaro o la fuerza del sino" del Duque de Rivas, "ya nada nos espanta" a pesar de la vertiginosa sucesión de acontecimientos. Pero eso no implica que hayamos perdido la capacidad de sorpresa ante alguna noticia que nos depara la realidad diaria. 

Como aquella de la semana pasada que tiene por protagonista al ex presidente de Pescanova que presentó una demanda contra la empresa por despido improcedente porque "se consideraba un trabajador más de la compañía en la que llevaba 37 años". La noticia de agencia añade que empresa y "trabajador" no llegaron a acuerdo en el Servicio de Mediación, Arbitraje y Conciliación -SMAC-, por lo que ambas partes irán a juicio. 

Fernández de Sousa reclama ahora una indemnización a la empresa que dejó en concurso de acreedores con un agujero patrimonial superior a los 1.600 millones de euros y una deuda de 3.674 millones. Está imputado por falsear las cuentas y uso de información relevante en beneficio propio, entre otros delitos, y el juez le impuso una fianza civil de 178 millones contra la que presentó un recurso que acaba de impugnar la Fiscalía. 

Este es el resultado de su dilatada gestión, cuya consecuencia es que Pescanova se debate entre la vida y la muerte. Está intervenida judicialmente e inmersa en un plan de viabilidad que implicará su despiece mediante la venta de filiales y la pérdida de cientos de puestos de trabajo, sin que esa reestructuración garantice la supervivencia de esta empresa emblemática que era una de las mejores banderas de presentación de Galicia. 

Pero la mala gestión que llevó a la empresa a esta situación agónica tuvo más actores: un consejo de administración domesticado; los órganos de supervisión y su dejación de sus funciones; la banca acreedora que no supo o no quiso analizar los riesgos; los auditores que validaron las cuentas anuales; y el poder político -Pescanova recibió dinero público- que no se enteró de nada. Todos fueron, por acción u omisión, colaboradores necesarios en el naufragio de la compañía aunque ahora digan que "pasaban por allí". 

La ley seguramente ampara al ex primer mandatario de Pescanova, pero que el máximo responsable de la desfeita demande a "su empresa" y pida una compensación económica de 20 días por año trabajado es un escándalo que suena a provocación. Ni el capitalismo puede llegar a más, ni la sociedad que lo consiente a menos.

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