¿Interesa comprar un coche eléctrico o híbrido enchufable actualmente?

Un surtidor en una gasolinera. / Motor a Fondo.
Una persona echa gasolina al coche. / Motor a Fondo

Hay conocidos argumentos a favor del coche eléctrico, como el medio ambiente, el consumo o el mantenimiento, pero también los hay en contra y esos ya no son tan conocidos.

¿Interesa comprar un coche eléctrico o híbrido enchufable actualmente?

Entre lo más conocido está que los coches que tienen la etiqueta de emisiones cero y pueden circular libremente por aquellas ciudades que prohíben el tráfico en lo que se ha venido a llamar la almendra central, son mucho más caros, concretamente entre 5.000 y 15.000€, algo que supuestamente se amortiza con un menor consumo y un menor mantenimiento, especialmente los eléctricos puros porque los mixtos llevan un motor de combustión que hay que mantener igual que los demás. Algunos inconvenientes también son conocidos como pueda ser la autonomía que obliga a recargar la batería en los viajes, un proceso mucho más lento que llenar el depósito de gasolina. Hasta aquí lo más evidente, un producto atractivo si se conduce mucho en ciudad, se hacen pocos viajes largos y se odia el ruido, pero hay algunas otras cosas que conviene saber antes de tomar una decisión tan importante.

El problema de la energía eléctrica es que no se almacena y por eso cuando falla el sol o el viento se disparan las centrales térmicas para que no falte electricidad. Esta es la razón por la que el Estado obliga a las compañías eléctricas a mantener sus centrales de fuel, gas o nucleares y mantenerlas operativas aunque si no hay demanda porque las energías alternativas estén suministrando bien esos días, dejan de vender kw, de ingresar dinero por esas centrales que mantiene operativas, algo que tratan de paliar ofreciendo atractivas tarifas nocturnas pero ¿si hubiese enchufados 20 millones de coches durante toda la noche no subirían las tarifas nocturnas? Es evidente que si mientras el precio lo siga determinando la ley de oferta y la demanda. Otro punto a tener en cuenta es que la energía no viene de la nada, hay que producirla y si es por la noche es más que probable que lo que no se contamine en la ciudad se contamine en otra parte, aunque menos habitadas.

El gran problema, y el más oculto, es que una batería tiene una duración limitada igual que una correa de ventilación, un filtro de gasolina o un embrague en un coche de combustión. La duración se estima, según el uso del coche, entre 5 y 8 años y cuesta entre 6.000 y 14.000€, siempre hablando de coches normales, y no de un Tesla cuyo coste es entre 100.000 y 200.000€, lo que lo hace exclusivo y no competitivo por lo que no es objeto de este análisis. La mayor diferencia entre el coche de gasolina y el eléctrico es precisamente este del que poco se habla, que el coche de combustión que tenga  un valor residual, el de venta a los 4, 5 o 6 años, valdría 6.000 o 14.000€ menos de valoración si es eléctrico o híbrido ya que el comprador ha de cambiar la batería en uno o dos años ademas de que habrá perdido un 8% anual de potencia. En resumen, cuestan mucho más al comprarlos y valen mucho menos al venderlos.

Es sabido que la energía de futuro es la energía de fusión por ser limpia e inagotable cuyo único inconveniente a día de hoy es el coste porque la investigación va muy lenta al no poder competir en precio con el petroleo aunque es posible que sea rentable en 20 o 30 años. Con el coche eléctrico es lo mismo, un juego donde se apuesta que dentro de 20 años se habrá desarrollado la tecnología suficiente para tener baterías baratas, duraderas y con mayor capacidad. Se supone que eso será así y probablemente acierten los gurús de la política pero si así fuese el propio mercado habría solucionado el problema sin necesidad de intervención estatal.

Afirmar que por decreto ley dentro de 20 años se cerrarán el 80% de las refinerías, de las gasolineras, y de toda la industria asociada porque se habrá desarrollado de forma competitiva otra tecnología, es cuanto menos pretencioso cuando no se es capaz de predecir ni siquiera lo que ocurrirá el año que viene. Las leyes hoy van muy por detrás de los avances tecnológicos y cuando tratan de adaptarse a ellos ya ha aparecido una tecnología nueva que deja obsoleta a la anterior. Decir hoy como será el mundo de 2050 en cuanto menos aventurado. Probablemente el mercado solucionará todos los problemas como lo ha hecho siempre aunque eso no implica que no se regule pero sin dar órdenes al mundo de en que sentido debe girar, eso los dirán los científicos y técnicos y no los políticos. @mundiario

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