Habrá reactivación si a las ayudas de Europa y los recursos propios se añade el consenso

Actividad económica en una empresa. / Pixabay
Actividad económica en una empresa. / Pixabay

Las grandes líneas de ayudas y créditos procederán del MEDE, SURE, BEI y BCE, así como de los recursos propios del Estado. Ahora procede canalizar todo ese caudal de dinero mediante amplios consensos políticos y sociales, camino de la reactivación de la economía española.

Habrá reactivación si a las ayudas de Europa y los recursos propios se añade el consenso

La peor crisis sanitaria en un siglo trae tras de sí una recesión económica abrupta. Que el año 2020 será excepcionalmente difícil se sabía incluso antes de que lo sentenciase la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva. La pandemia sanitaria ha introducido una gran incertidumbre en torno a las perspectivas de crecimiento, que pueden empeorar o mejorar en función de muchas variables, la más relevante, su duración. El crecimiento global se tornará negativo tal y como prevé el reporte de Perspectivas Económicas Mundiales (WEO) que cuantifica una  contracción en el ingreso per cápita, en lugar de la recuperación que se estimaba a principios de año, para más de 170 países.

Esta es una crisis distinta, que no fue provocada por un shock económico o financiero. Hubo que improvisar un plan urgente a corto plazo para taponar la herida, hacer un torniquete y evitar que el país se desangrase. Algunas con más y otras con menos acierto, la suma de medidas adoptadas están conteniendo la hemorragia, al menos en parte, pero ahora, ¿cómo se cura al enfermo?. Lo importante, ¿cómo se sale de esta? No hay receta mágica ni solución al margen de la política, con mayúsculas.

Todavía está presente la lupa de la vigilancia exhaustiva que durante años. Europa puso sobre las cuentas públicas española, que dio sus frutos en forma de una seda de consolidación fiscal que en febrero todavía estaba inconclusa y que respondía a una ecuación controvertida de incremento de ingresos y una reducción de gastos, fundamentalmente coyunturales. Ya antes de que irrumpiese esta pandemia España adolecía un problema de déficit público estructural, que condicionaba la evolución de la deuda y que la ha situado ahora en una posición altamente vulnerable ante un cambio de ciclo, aunque éste se espere corto. 

Magnitudes macroecnómicas en España. / Mundiario

Magnitudes macroeconómicas en España. / Mundiario

Las estimaciones económicas que se están realizando en este momento hay que tomarlas con todas las cautelas, pues no hay una proyección fiable sobre el impacto y sobre todo la duración de las medidas de confinamiento. Si en un primer momento se hablaba de una recuperación en V, es decir, tras el cierre y una fuerte caída de la actividad un rebote similar o incluso superior al del descenso que permitiese volver a los niveles de crecimiento iniciales antes final de año. Ahora esa no parece ya la hipótesis más probable. Tras el cierre total de la economía, la esperanza está en una recuperación en forma de U, es decir, tras la caída una etapa de recuperación lenta antes de volver a la situación anterior. Lo peor parece que es la previsión en L, donde la actividad no se recupera en el corto plazo o en W que evidencia que tras la caída y posterior recuperación volvería a producirse otra tras un rebrote del virus que algunos esperan para otoño.

En el mejor de los escenarios, no parece que la recuperación se produzca antes de finales de 2021 y esto llevaría al Producto Interior Bruto (PIB) a niveles de 2015, con una diferencia, el pulmón financiero del Estado tienen mucha menos capacidad que hace un lustro. El sector público se va a enfrentar a un escenario de pérdida de ingresos con los que tendrá que hacer frente a un incremento de gasto corriente ordinario pero también de obligaciones derivadas del incremento de la deuda pública, que se situará por encima del 100% del PIB. Este abultado endeudamiento no es fruto de la crisis del coronavirus, sino que es heredero de la falta de ajustes estructurales en la etapa anterior de crecimiento económico en lo que, como habíamos advertido, abocó a las cuentas públicas a una incapacidad reactiva ante un escenario de recesión.

Producto Interior Bruto en España. / Mundiario

Producto Interior Bruto en España. / Mundiario

Con estos mimbres hay que tejer el cesto de la recuperación que se antoja complicado a pesar del alcance de las medidas europeas, que, sin haber cedido a una mutualización de los gastos derivados de la crisis, ha respondido de una manera más ágil que en la crisis anterior. Cuatro son los aspectos fundamentales en los que hay que fijarse para avanzar en la recuperación:

1. Tras algún titubeo inicial y muchas horas de negociación el paquete de medidas aprobado contra la pandemia suma medio billón de euros entre los apoyos a los gobiernos europeos que se canaliza a través del MEDE, una línea ambiciosa de créditos a empresas a través del Banco Europeo de Inversiones y  un Fondo de Reaseguro para los desempleados (SURE). Una triple red tejida alrededor de los gobiernos, empresas y trabajadores que espera que los del sur reclaman que se acompaña de una mutualización, mientras que lo más realista parece ahora que la solidaridad no tenga forma de coronabonos sino más bien de un Fondo de Reactivación dentro del Presupuesto Plunianual (MFF) 2021-2027 que aborde inversiones de recuperación. 

2. En el ámbito estatal, el paquete inicial de movilizar 200.000 millones de euros fue necesario, pero no suficiente. A la crisis de oferta se le ha sumado otra de demanda –a la que esperemos no se sume una financiera– que hay que atajar antes de que sea demasiado tarde. La excesiva burocratización de algunas medidas de garantía y ayudas están tardando tanto en llegar que puede que lo hagan demasiado tarde en muchos hogares y no menos empresas. Conscientes de que resulta menos costoso prevenir que curar al enfermo, el Gobierno no puede fallar ahora en la etapa crucial de apertura paulatina de la actividad, debe evitar por todos los medios una recaída que sería mortal para la economía y enganchar desde el primer momento a todos en la recuperación.

3. Se ha constatado con esa crisis sanitaria que el ultraliberalismo o, en algunos casos libertarismo, que triunfó años atrás como solución a todos los problemas de la economía parece haberse estrellado. El papel del Estado es fundamental para garantizar la cobertura básica del Estados de Bienestar. Ya nadie duda de que tener una sanidad pública fuerte es una obligación, no una opción. Hay que reforzar los servicios públicos esenciales y para ello el sector público ha de ser fuerte, que no es lo mismo que decir inflado. Las reformas estructurales pendientes han de acometerse, las duplicidades absurdas han de corregirse y las ineficiencias deben abordarse. La administración pública del siglo XXI no puede seguir los caducos roles de antaño y la situación brinda una oportunidad para abordarlos. Para proceder a estas reformas es preciso un nuevo pacto fiscal que ha de acordarse entre todos. La redistribución de la renta y la riqueza tiene que estar garantizada a través del sistema fiscal que hay que adaptar a los nuevos tiempos. Está pendiente abordar una reforma fiscal integral a la que hay que incorporar, por ejemplo, la economía digital.

4. Por último, pero no menos importante, este parón ha de servir para replantearse el modelo productivo dibujado en la última década. No será ejercicio estéril recalcular el peso relativo de los distintos sectores con la vista puesta en que la reconstrucción ha de saber incorporar la reforma que estaba pendiente hacia una economía más industrializada, productiva, justa y sostenible.

Para todo ello, el Gobierno debe aunar amplios consensos políticos y sociales. Solo así demostrará su fuerza porque en una democracia parlamentaria como la española, el poderío de un Gobierno no se mide por la cantidad de decretos de alarma que puede concatenar unilateralmente, sino por su capacidad para sumar apoyos. ¿La tiene? Esperemos. @mundiario

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