Florentino versus Polanyi o el genuino sentido de la economía

Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. / RR SS
Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. / RRSS.

Este proyecto de la Superliga europea, con sus héroes y villanos, sus posicionamientos y silencios, me ha hecho pensar en el sentido último de la economía.

Florentino versus Polanyi o el genuino sentido de la economía

Cuando los contemporáneos nos sentimos perdidos, acudimos a los clásicos. Grecia se nos revela una época regida por la ética como principio dominante y por la equidad como objetivo. Aristóteles, referente absoluto de aquella Grecia clásica, fue el primer gran pensador económico. Él concebía la vida plena no solo fundamentada en valores morales o emocionales sino que, realista, incluía los bienes materiales en ese concepto ideal. Y así Aristóteles entendía la economía como el uso adecuado de los bienes materiales para gozar de una vida plena.

El filósofo griego, allá en un pasado remoto, vislumbraba no obstante los fantasmas que, agazapados, esperaban su oportunidad. Desconfiaba del manejo de la ética por parte del ser humano y temía que la acumulación de riquezas tergiversase los fines económicos genuinos. A esa amenaza le puso un nombre: la “crematística”, que en términos populares podríamos traducir por la codicia. La crematística significaría esa actitud según la cual el objetivo resulta ser la mera acumulación de dinero y riqueza.

Karl Polanyi, economista austriaco que vivió los años de las grandes guerras, recuperó el pensamiento aristotélico en su intento por buscar un futuro mejor para la raza humana. Sus enemigos no se escondían: le impidieron asentarse en Estados Unidos por los antecedentes socialistas de su esposa, y así fue como el matrimonio terminó en Canadá. Polanyi nos legó una visión antropológica de la economía desde la cual defendía que el hecho económico formaba parte de la sociedad y la cultura.

Florentino actúa por completo ajeno a esta concepción. Él es un militante egregio de la “economía crematística” y como tal procura la acumulación de riqueza a costa del aumento de las desigualdades sociales, ya sea entre territorios, individuos o, como el caso de la Superliga, entre clubs de fútbol. Si la economía “bien entendida” se concibe como un medio de alcanzar una vida plena, el fútbol es para muchos fans un medio para alcanzar una satisfacción emocional. Los vínculos entre aficiones y equipos de fútbol también forman parte –Polanyi estaría de acuerdo– de la sociedad y la cultura modernas. Por más que le pese a los florentinos que dominan el cotarro. @mundiario

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