Europa, pendiente de dotarse de instituciones y políticas que den confianza a la zona euro

El euro, pendiente de la subida de los tipos. / Capri23auto
El euro, pendiente de la subida de los tipos. / Capri23auto

Si fuese cierto que a partir del 2018 se retirarán paulatinamente las medidas monetarias acomodaticias de los bancos centrales, ¿podrá mantenerse la dinámica del ciclo económico? La arquitectura institucional sigue a la espera de un ministerio de Hacienda europeo.

Europa, pendiente de dotarse de instituciones y políticas que den confianza a la zona euro

En el décimo aniversario del estallido de la crisis económico-financiera y a las puertas de que se cumplan 50 años de las protestas de mayo del 68, nos encontramos de nuevo en una encrucijada. El colapso económico que se evidenció con las suprime encontró en el gran apalancamiento privado –regado con bajos tipos de interés– el caldo de cultivo necesario para incentivar las malas praxis bancarias. Se tomó la “belleza por la verdad” como apuntó Paul Krugman y el legado de la escuela calvinista se diluyó en las retóricas del mercado, dando paso a  un individuo carente de riesgo moral y apartado de la economía con valor. Las consecuencias las conocemos todos: se produjo un fallo multiorgánico que se acompañó de la incompetencia del regulador que hizo dejadez de sus funciones primero y  tardó en aplicar el tratamiento adecuado después.

EE UU se adelantó introduciendo medidas de política monetaria expansiva, capaces de reconducir la inversión y el crecimiento. Mientras, el proyecto europeo siguió una senda divergente, para cambiar el rumbo más tarde cuando Draghi activó el helicóptero de la liquidez, haciendo lo que tenía que hacer para salvar el euro, como él mismo reconoció. Se aplicaron medidas, sí, pero de parche, incapaces de recuperar al enfermo de verdad. No se ha avanzado en la construcción de la ansiada federación europea, con un presupuesto capaz de hacer política, sin reformas estructurales de calado. En su lugar, se anuncia ahora la puesta en marcha de un Fondo Monetario Europeo, la cesión máxima de los alemanes a sus vecinos más débiles para paliar riesgos futuros. No hay, de momento, una definición clara sobre la capacidad fiscal o presupuestaria del FME, pero se sabe que se dotará de los recursos con los que contaban hasta ahora el Mecanismo de Resolución Bancaria y el Mecanismo de Estabilización Financiera (MEDE) complementados, en su caso, con una “financiación de mercado”, es decir, ¿deuda europea? , parece que sí, aunque solo una parte.

Si se articula bien, este sería el elemento clave que faltaba para culminar la unión monetaria, que debe sortear posibles desplomes financieros futuros o ayudar en sentido contracíclico a los países que sufran  choques asimétricos. Si además se adornase con un cambio en la arquitectura institucional en forma de un ministerio de Hacienda europeo, se cerraría un círculo importante que capaz de trasladar cierta responsabilidad económica al Parlamento Europeo.

Las medidas monetarias per se no son suficientes para arreglar las crisis, ni están exentas de riesgos en la eurozona, alguno tan grave como el que vive Japón

Porque a estas alturas sabemos ya que las medidas monetarias per se no son suficientes para arreglar las crisis, ni están exentas de riesgos, alguno tan grave como el que vive Japón en su trampa de liquidez o peor aún, las consecuencias que podrían derivarse del estallido de una burbuja de deuda, esta vez en el sector público. Es un hecho probado que el apalancamiento de las empresas y las familias se ha reducido significativamente en la última década, pero no lo es menos que el endeudamiento del sector público ha subido de manera desmesurada, hasta el punto de que hoy se estima que hay más de 8 billones de dólares en bonos soberanos a tipo de interés negativo.

¿Qué sucederá cuando comiencen a subir los tipos? Si fuese cierto que a partir del 2018 se retirarán paulatinamente las medidas monetarias acomodaticias de los bancos centrales, ¿podrá mantenerse la dinámica del ciclo económico?, si tenemos en cuenta los aspectos idiosincráticos de algunos países, parece que la respuesta es negativa, con el agravante de que en el pasado los activos que perdían valor eran reales –los inmuebles–, ahora la burbuja financiera viene de la mano de la deuda pública. Los gobiernos aumentaron los niveles de deuda que  financiaron casi gratis, buscaron el efecto placebo y doparon a un enfermo al que habrá que retirarle la sedación. En ese momento se verá que no ha sido intervenido con técnicas capaces de corregir los déficits estructurales que, en muchos casos se han hecho mayores.

Si a esto añadimos que los riesgos derivados del sistema financiero han pivotado hacia las economías de otros países, podemos atisbar una crisis financiera en China, con graves consecuencias para el resto del mundo. Su ratio de apalancamiento ha crecido de forma espectacular en la última década, más de 70 puntos porcentuales, según datos del BIS, y ya supera el 166% de su PIB.  El gigante asiático ha inflado una burbuja concatenada de deuda pública, privada e inmobiliaria que, de estallar, salpicará a todos.

Habrá que estar atentos y preparados para protegerse. Mientras, no estaría de más que esas reformas estructurales se tomen en serio, comience a apuntalarse la recuperación de la perdida clase media y se abandonen los incentivos perversos de la política monetaria. Veremos. @mundiario

Comentarios