Esta vez lo de Alcoa no es un amago

Instalaciones de Alcoa en A Coruña. / Mundiario
Instalaciones de Alcoa en A Coruña. / Mundiario

A Coruña reúne a la mayoría de las grandes fortunas gallegas, que en su día pudieron evitar la desgalleguización de Fenosa –ahora en Naturgy– o de la cablera R, o hacerse con el control de las entidades financieras con raíces gallegas o de Autopistas del Atlántico, y nada hicieron al respecto.

Esta vez lo de Alcoa no es un amago

Se acabó lo que se daba. Conviene ir haciéndose a la idea de que esta vez va en serio. Alcoa está decidida a echar el cierre a sus factorías de A Coruña y Avilés y a dejar en la calle a varios centenares de trabajadores. La multinacional argumenta que no son rentables. Un argumento que, a su juicio, conocen los afectados y no admite discusión. En eso está basado el expediente de cese de la actividad, cuya retirada se reclama con las movilizaciones de las plantillas y la acción institucional a todos los niveles y sin distinción de colores políticos. Los antecedentes no invitan al optimismo. Alcoa tiene experiencia en esto de cerrar instalaciones. De hecho, sin que le temblara el pulso, cerró casi todas las que adquirió -a precio de ganga- en la privatización de la antigua Inespal, hace veinte años. Es verdad que en más de una ocasión amagó con ceses inmediatos de actividad aquí o allá, que no consumó o aplazó. Pero ahora le urge. No puede ni quiere esperar más.

Los expertos en el sector y la propia corporación norteamericana coinciden en que A Coruña y Avilés solo dejarían atrás los números rojos -aproximadamente cien millones de euros de pérdidas en los dos últimos años- mediante ambiciosos planes de transformación tecnológica que a su vez requerirían una inversión millonaria casi imposible de amortizar, incluso a medio plazo. Para más INRI, la coyuntura internacional es desfavorable a los intereses de Alcoa, con China y otros países haciendo dumping o practicando políticas comerciales muy agresivas, que dejan poco margen. A ello hay que sumar las negras perspectivas que traen aparejadas las medidas proteccionistas de Trump. En ese contexto, tan poco propicio, se entiende que no haya sido posible encontrar compradores para las dos factorías en cuestión.

En esta ocasión, ni siquiera ponen encima de la mesa la demanda de ayudas para mantener abiertas las factorías y, al menos por un tiempo, seguir pagándole sus salarios a la plantilla aunque sea mayoritariamente a costa del erario público y sin garantías de futuro. Lo han dejado claro: no piensan retirar el expediente de extinción de empleo por más presiones que reciban de sus empleados -que están en pie de guerra, a la desesperada- y de las administraciones públicas. Esto no tiene vuelta atrás. Como mucho, pondrán encima de la mesa un plan social para amortiguar los daños que, en el caso de A Coruña, van a sufrir directa e indirectamente cerca de un millar de familias, que se quedan sin futuro.

La Xunta de Feijoo se lo toma con calma. Da por sentado que nadie podrá responsabilizarla del cierre de la fábrica coruñesa porque su ámbito de competencias no le permite tomar medidas concretas que puedan llevar a Alcoa a replantearse su decisión. El conselleiro Conde hará su papel. Ahora bien, si hay coste político por la pérdida de empleos, será el gobierno de Sánchez quien cargue con él a pesar de llevar apenas unos meses en La Moncloa. En San Caetano sostienen que tenía que estar al tanto de las intenciones de la empresa, por los antecedentes, porque era un secreto a voces y porque en el Ministerio de Industria estaban advertidos de que la cosa pintaba mal para las compañías que desarrollan actividades industriales electrointensivas, esto es, que consumen grandes cantidades de energía eléctrica en sus procesos productivos y hasta hoy no hizo nada.

Partiendo de la advertencia de la empresa de que el cierre es "irrevocable", por puro pragmatismo y para adelantarse a los acontecimientos, sin que ello signifique tirar la toalla, en la Xunta trabajan ya en la articulación de medidas con las que paliar los graves efectos socioeconómicos que la desaparición de Alcoa tendrá en la comarca herculina, donde la actividad industrial está en franco declive desde hace décadas. A Coruña reúne a la mayoría de las grandes fortunas gallegas, que en su día pudieron evitar la desgalleguización de Fenosa o de la cablera R, o hacerse con el control de las entidades financieras con raíces gallegas o de Autopistas del Atlántico, y nada hicieron al respecto. Se ve que el coruñesismo es un sentimiento que no compromete decisiones empresariales. El dinero no atiende a las razones del corazón. El capital no tiene patria, menos aún patria chica... @mundiario

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