España, salvo en períodos muy concretos, siempre gastó más de lo que ingresó

arcas públicas.
arcas públicas.

La búsqueda de financiación para cubrir los excesos de gasto público han sido una constante en la hacienda pública española desde los Reyes Católicos. Nada nuevo bajo el sol de España.

España, salvo en períodos muy concretos, siempre gastó más de lo que ingresó

La pasada semana se ha dado a conocer el dato: el endeudamiento español representa  el 101 % del PIB; para hablar claro: si la hacienda pública española tuviera que liquidar  su deuda de un plumazo, no sería suficiente la riqueza generada por los españoles en un año.

Y es que siempre ha sido así: desde los Reyes Católicos, pasando por Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV,..., a pesar de las importantes entradas de oro y plata procedentes de América entre los años 1551 y 1640. No olvidemos la suspensión de pagos durante el reinado de Felipe II. 

La historia de nuestro sistema financiero se ha caracterizado por la   permanente búsqueda de recursos con los que financiar un déficit presupuestario crónico, ante la insuficiencia de los ingresos y el crecimiento pertinaz del gasto. Desde el siglo XVI se mantiene esta situación, con cortos paréntesis: conflictos armados en los que España se ve inmersa –tanto internos como externos-, conquista y colonización de las tierras descubiertas, veleidades de grandeza, defectuosa gestión de lo público, inadecuado régimen recaudatorio y, no podemos olvidarlo, la idiosincrasia española.

Nos enseñaron desde la escuela que  banqueros alemanes, italianos, flamencos, portugueses y españoles hicieron su agosto con  los delirios de grandeza de reyes e hidalgos.   

En consecuencia, hay quien piensa que, si hemos sobrevivido durante cinco siglos, podremos seguir haciéndolo. Sin embargo, las circunstancias de hoy son bien diferentes, pues hemos perdido una buena parte de su soberanía financiera, en aras de los objetivos europeos comunes. Continuar viviendo bajo el principio de que un Estado paternalista tiene que asegurar un bienestar social   en el sentido más amplio y, además, tapar los agujeros que abre la irresponsabilidad de determinados gestores públicos y empresariales, subvencionar determinados sectores y tantas otras actividades, el deseo se convierte en quimera.

La insuficiencia financiera continúa después de cinco siglos. ¿Qué prevalecerá: la opinión de quienes preconizan continuar como siempre,  o los que defienden la cordura y la necesidad de usar unas fuertes bridas  sobre el gasto y la fusta sobre  la recaudación?