España sigue lejos de los niveles de riqueza, empleo, déficit público y deuda anteriores a 2008

Luis de Guindos, ministro de Economía.
Luis de Guindos.

¿Habrá una reforma fiscal integral? En buena lógica sería el camino más recto para resolver muchos de los problemas que tiene hoy España, pero los intereses de los afectados pueden forzar que se mantenga la política fiscal de parches.

España sigue lejos de los niveles de riqueza, empleo, déficit público y deuda anteriores a 2008

España tiene un Gobierno flamante, donde las principales novedades, en cuanto a caras, no están en el equipo económico –ahí siguen Luis de Guindos (Economía), Cristóbal Montoro (Hacienda) y Fátima Báñez (Empleo)–, pero donde no por ello hay que descartar cambios en su política de fondo.

Sin margen responsable para bajar impuestos, tal vez la principal duda reside en saber si habrá una reforma fiscal integral que contribuya a recomponer con cierto equilibrio social el cuadro de ingresos y de gastos, para que el país se adentre en una cierta lógica de déficit público. Sobre el papel sería el camino más recto para resolver muchos de los problemas que tiene hoy España, pero los intereses de los afectados pueden forzar que se mantenga la política fiscal de parches. Para ir tirando.

La reforma a fondo de la financiación autonómica ya ofrece, en cambio, menos incógnitas y ahí las dudas están más bien en lo que pase con Cataluña. Si su difícil encaje político es posible no será precisamente barato, y a las reivindicaciones catalanas se unirán, con toda seguridad, las de la Comunidad Valenciana, cuya financiación es a todas luces insuficiente. Galicia, si se queda como está, ya saldrá bien parada. Y Alberto Núñez Feijóo tampoco merecería menos, dados sus méritos como alumno aplicado en materia de cumplimiento del déficit público. 

Están, pues, en juego los ingresos del Estado, tanto para financiar la Administración como la Seguridad Social –ahora tambaleante–, y los gastos, de modo que el resultado en términos de déficit satisfaga a Bruselas. Si España consigue seguir produciendo más y mejor, con un crecimiento del PIB por encima del 3%, retoca su cuadro fiscal y sienta las bases para un pacto social, es probable que los recortes y la precariedad dejen de ser los protagonistas de la vida de sus ciudadanos, pero de momento el país sigue lejos de ese Eldorado. De hecho, España es de los últimos países europeos en aproximarse a los niveles de riqueza, empleo, déficit público y deuda anteriores a 2008.

Todo tiene su explicación: hoy trabajan menos personas que en 2011 –la penosa recta final de Zapatero como presidente–, y lo hacen en condiciones más precarias –horas no pagadas, contratos temporales, etcétera– y con sueldos recortados. Si bien la riqueza financiera neta de las familias vuelve a niveles previos a la crisis, la riqueza total del país sigue por debajo, como observa el ex ministro Jordi Sevilla. No es casual que 8 años después de estallar la crisis, la banca mantenga 200.000 millones de euros en activos inmobiliarios dudosos.

Mientras, la reforma laboral se concentra, de momento, en los más pobres, con rebajas salariales del –28% para salarios de hasta 970 euros al mes y del –18% para sueldos de hasta 1.170 euros mensuales, pero con aumentos del +3% para salarios de más de 5.286 euros al mes.

El Gobierno de Mariano Rajoy no es el único responsable de tan pírrico saldo económico pero tampoco es precisamente ajeno al mismo, lo que prueba que algunas de sus políticas no fueron acertadas. La devaluación salarial, presentada como arma eficiente por sus teóricas ventajas competitivas, resulta que produce efectos negativos sobre la desigualdad. Incluso el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, reivindica ahora la necesidad de proceder a subidas salariales para promover el crecimiento. Visto lo visto, con su expansión monetaria no basta. @J_L_Gomez

Entre la desigualdad y la innovación
La desigualdad, en aumento en España, no se produce de manera casual. En el fondo, no se puede construir un modelo de crecimiento sostenible sobre la base de reducir la renta de las familias que son, en última instancia, quienes con su consumo mantienen el crecimiento en un país como España donde la demanda interna es decisiva. El propio Fondo Monetario Internacional acaba de expresarlo en esos términos en su Asamblea en Washington, al relacionar la desigualdad con el proteccionismo.
Los alemanes son competitivos porque fabrican los Mercedes y no porque vendan coches baratos hechos por operarios mal pagados. La competitividad basada en hacer las cosas más baratas, producto de pagar sueldos bajos, no es aconsejable ni sostenible. A lo sumo puede ser algo temporal, provisional. Porque lo único que da resultados a la larga es la innovación, en la medida que garantiza la competitividad y permite crear empleo de calidad. Si la innovación en España sigue a la baja, mal vamos.

 

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