¿Es suficiente con un impuesto a la banca?
La banca tiene problemas para atraer capital, está infracapitalizada y un impuesto que distorsione su recuperación puede generar un efecto perverso para toda la economía. Un impuesto a la banca o se plantea desde Europa o no tiene sentido.
La ansiada recuperación económica no está dejando paso a una etapa floreciente de crecimiento y cambios estructurales, como sería de prever. Europa languidece y pronto se verá engullida por su propia realidad. El viejo continente tiene hoy el 6,5% de la población mundial, produce el 15% del PIB y su gasto social representa más del 45% a nivel global. ¿Es sostenible esto? Difícilmente, si no se produce un cambio de planteamiento sustancial.
La realidad no es halagüeña, menos aún después del más agrio que dulce Consejo Europeo, del que se esperaban avances sobre la política migratoria que no llegaron –más que en forma de mero maquillaje–, ni tampoco desarrollo alguno en el capítulo económico-monetario.
En este contexto, la economía española crece. La previsión del 2,7% para 2018 de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF) parece viable y la estimación de la inflación está dentro del escenario posible, pero no se crea empleo de calidad. Los desajustes coyunturales parecen superados, pero los estructurales permanecen.
Gastos e ingresos
Los desafíos de consolidación fiscal se han alineado con la senda europea, aunque su afianzamiento está lejos de ser una realidad. Los elevados compromisos de gasto, junto con unos ingresos insuficientes y mal organizados, pueden poner en riesgo el cumplimiento de los objetivos de déficit y deuda previstos para 2021.
Los secretos de la consolidación alcanzada son conocidos y se han basado en una reducción de la inversión pública hasta casi desaparecer; la apuesta por el sector turístico como clave de la recuperación económica; una devaluación salarial –a falta de la monetaria– que ha deteriorado la calidad del empleo y la búsqueda de mercados extranjeros para vender los productos.
Brindis al sol
Esta conjunción de factores que sirvió a corto plazo, tiene un elevado coste a largo. La pérdida de competitividad sufrida es pan para hoy y hambre para mañana. ¿Dónde están los avances para el futuro?, ¿Cómo va España a crear empleo? ¿A qué se va a dedicar este país? Lo fundamental está en huir de la tentación cortoplacista de los gobiernos, optar por medidas sostenibles en el tiempo y evitar dar bandazos que hagan perder la credibilidad en el sistema. Los brindis al sol con moving target erosionan las estrategias de crecimiento y traen consecuencias económicas negativas, en muchos casos, irreversibles.
A estas alturas, España debiera estar aplicando ya las mismas políticas sociales que el resto de los países avanzados de Europa, pero va rezagada. Parece que las dudas sobre la financiación del sistema público de pensiones lo inundan todo. El déficit de la Seguridad Social –supera los 18.000 millones de euros–, obliga al Gobierno a adoptar un conjunto de medidas de calado para tratar de paliarlo, con cierta urgencia pero sin precipitación. Hay múltiples combinaciones que pueden hacer reducir los gastos e incrementar los ingresos, aunque siempre resulta tentador y simple para un Ejecutivo promover la creación de un impuesto “salvador” o de “chistera”, como el tecnológico que propuso Montoro o el impuesto a la banca de Sánchez.
Problemas para atraer capital
El problema de la insuficiencia de recursos para pagar las pensiones públicas no resiste experimentos y convenimos que las soluciones han de encontrarse a través del Pacto de Toledo. Desconocemos los detalles del impuesto a la banca con el que ha sondeado el Gobierno, pero sabemos que no es la solución.
El sector bancario sigue inmerso en un proceso de mutación inconcluso, a la vez que se enfrenta al reto pendiente de la rentabilidad –no ha de confundirse con la cifra absoluta de beneficios–. Después de todo, el coste de capital de la banca española sigue siendo superior a la rentabilidad sobre fondos propios. Dicho en román paladino, la banca tiene problemas para atraer capital, está infracapitalizada y un impuesto que distorsione su recuperación puede generar un efecto perverso para toda la economía. Menos crédito y más caro restaría capacidad de engrasar la maquinaria empresarial y propiciar el crecimiento iniciado. Sin olvidar la posible traslación que, con toda seguridad, se produciría hacia los usuarios finales de los servicios bancarios, como ha ocurrido en otros países. Esto o se plantea desde Europa o no tiene sentido, igual que el impuesto tecnológico.
Una reforma fiscal integral
Hablemos claro entonces, ¿sería posible cubrir el desequilibrio cotizantes/perceptores de la Seguridad Social con un impuesto a la Banca?. Sencillamente no. El sector bancario, con un peso aproximado del 3% del VAB de la economía española, no puede arreglar un problema que afecta a la sociedad en su conjunto. La solución a este reto pasa por una reforma integral del sistema fiscal.
Si se me permite la imagen, podemos ver el entramado tributario español como un colador por el que se escapa todo aquello que tiene capacidad de escurrirse. Es momento de tapar todos esos agujeros porque se necesitan recursos para mantener el Estado de Bienestar. Podría empezarse por recuperar la recaudación del Impuesto de Sociedades, poner fin a la maraña de beneficios fiscales de las grandes empresas, que tributan de facto cuatro veces menos que el tipo nominal, o actualizar los impuestos especiales que se han quedado anacrónicos y enfocarlos hacia los retos medioambientales y de economía circular que están pendientes de cumplir.
No es preciso subir los impuestos ni crear otros nuevos, la clave de la recuperación en la recaudación fiscal está en ordenar y normalizar lo que ya tenemos. Eso sí, sin olvidarnos de la necesidad de perseguir a aquellos que no contribuyen como deben. @mundiario