La economía mundial: Producción y comercio

Estibadores ante un barco portacontenedores. / Mundiario
Estibadores ante un barco de contenedores.

Una guerra comercial que avivase las barreras al comercio afectaría negativamente a la inversión internacional, reduciendo la eficiencia de la producción y arrastraría a la baja el crecimiento potencial en las economías avanzadas, emergentes y en desarrollo. De momento, la falta de una recuperación sólida en los países desarrollados ha limitado el crecimiento tanto de estos países como de aquellos en desarrollo. Análisis del Anuario 2018 del Foro Económico de Galicia.

La economía mundial: Producción y comercio

Introducción.- Pasada una década de la recesión económica más importante que ha sufrido el planeta en el último medio siglo, la economía mundial comienza a darse cuenta de los excesos de interrelación, interdependencias e hiper-globalización generadas en estos últimos diez años. Las rápidas reacciones de las variables, medibles e intangibles, registradas en el cómputo de los impactos impiden, en la mayor parte de las ocasiones, poder detener los colapsos o los efectos negativos de la crisis, generando con ello una recuperación más lenta y más desequilibrada.

La crisis fue muy profunda y el resultado de la misma ha sido muy persistente en el tiempo, dejando una huella muy ostensible. Las turbulencias, asimismo, han sido extensas, con consecuencias sociales muy desoladoras. La capacidad de resiliencia apenas ha servido para poder contener o revertir el contenido de las implicaciones negativas, en términos de empleo, salarios y condiciones sociales.

La falta de una recuperación sólida en los países desarrollados, debido a la alta volatilidad de los flujos mundiales de capitales, y a los fallos en los mercados y en los organismos reguladores, ha limitado el crecimiento tanto de los países desarrollados como los países en desarrollo. Menos mal que el crecimiento de las dos economías más populosas del mundo, China e India, junto a otros países en desarrollo han propiciado vectores para encauzar una fase de crecimiento continuo y progresivo del comercio, las inversiones y la producción.

Uno de los factores que han propiciado este cambio de tendencia fue el comportamiento positivo de los precios del petróleo y de los productos básicos, que todavía se sitúan por debajo de los máximos alcanzado años antes. Ha facilitado los aumentos de la demanda y el continuo incremento de los intercambios mundiales aunque haya supuesto un freno a los países exportadores de dichos productos. El segundo factor fue la apuesta por acciones monetarias expansivas para hacer frente a los desequilibrios fiscales y niveles de deuda cada vez mayores. Por eso, Stiglitz, en un foro de celebrado en el Wall Street Journal, al señalar las causas y los responsables de la crisis, citó, por este orden, a los bancos, los fondos financieros, las agencias controladoras y los gobiernos, al incumplir su deber de proteger a los ciudadanos.

El escenario de la crisis vendría reflejado por un impacto en varios niveles y una recuperación a varias velocidades. En ese sentido, una de las grandes preocupaciones de los organismos internacionales y de los gobiernos nacionales consistía en limitar los riesgos financieros; y más en concreto la inquietud con respecto a la sostenibilidad de la deuda, al respaldo con que contaban los programas de ajuste en la periferia europea, y las preocupaciones por las posibilidades de contagio.

El reforzamiento de la economía

Tras casi una década del estallido de la crisis continúa el debate sobre sus alcances. Desde la economía y otras disciplinas, ganan fuerza las críticas a las corrientes ortodoxas que al responder a la pregunta ¿por qué no advirtieron de la crisis?, abren la puerta a cuestionar las razones por las que no aparece, aún, la esperada explicación teórica. De una parte, la mayor parte de las políticas vigentes reflejan el endurecimiento de las posiciones convencionales que han introducido el nuevo consenso monetario internacional, mediante la estabilización de los precios y la maximización de las ganancias financieras (Gillies, 2012). De otra parte, la visión dominante subraya el carácter de la teoría macroeconómica ligada al poder económico y político basado en modelos dinámicos de equilibrio general (Syll, 2013).

A principios del 2017 parece que el optimismo ha llenado el aire de las mesas de análisis. Se esperan buenas cifras de crecimiento y de empleo. Tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como la Organización Mundial del Comercio (OMC) elevan sus pronósticos a ratios más robustos; ya sea en lo que atañe a las economías desarrolladas (incluidas las de EEUU y Europa; y la siempre difícil estimación de la economía del Japón); como la de los países en desarrollo, cuyas variaciones a nivel regional son cada día más difíciles de calcular. No obstante, las previsiones de crecimiento de China e India se mantienen alrededor del 5% anual para el próximo quinquenio.

El FMI, en el último informe sobre las perspectivas financieras (marzo 2018), subraya importantes revelaciones. Afirma que la economía global vive un momento de recuperación cíclica y que disfruta de un periodo de sólida activación económica. Destaca que el crecimiento de 2017 (3,8%) y las previsiones para 2018 y 2019 (en torno al 3,9%), son los más altos desde la crisis, a excepción de de 2010 y 2011. Esto es, recuperación y con previsiones para los próximos dos años superiores a las estimadas en el informe de octubre del 2017, del FMI.

El motor de dicha recuperación radica en la inversión en las economías avanzadas, el vigoroso crecimiento ininterrumpido en las economías emergentes de Asia, un repunte notable de las economías emergentes de Europa e indicios de recuperación en varios exportadores de materias primas, Además, se prevé que continúe el ímpetu de los mercados, de unas condiciones financieras acomodaticias y unos efectos positivos de la política fiscal expansiva lanzada desde EEUU.

Es cierto, asimismo, que una vez que la reactivación cíclica y el estímulo fiscal estadounidense toquen a su fin, las perspectivas de las economías avanzadas no serán tan halagüeñas, debido a la lentitud del crecimiento potencial. A pesar de que este ultimo está aumentando, hay que recordar que el producto potencial es el mayor nivel al que puede crecer una economía de un país contando con los recursos disponibles sin provocar tensiones inflacionistas. O, lo que es lo mismo, la capacidad máxima que tienen el capital, la mano de obra y la tecnología para incrementar la producción de bienes y servicios, sin que haya inflación. El FMI estima a que a corto plazo no son graves las amenazas pero, a medio plazo, pueden existir riesgos de tensiones inflacionistas, fuertes subidas de los tipos de interés, elevados niveles de deuda pública y un auge del proteccionismo comercial.

Los interrogantes y preocupaciones están planteados a varios niveles. En primer término, se trata de abordar el ajuste de los desequilibrios macroeconómicos existentes entre la economía americana y la del resto del mundo. Sin duda alguna, se necesita una cierta coordinación internacional para evitar el mantenimiento de la financiación interna americana por parte de los flujos de capital internacionales. Los registros de los enormes déficits por cuenta corriente del conjunto de las economías desarrolladas en 2008 se han convertido en excedentes en 2013, lo que significa que en conjunto ya no constituyen un estímulo neto de la demanda para la economía mundial. Mientras tanto, las economías en desarrollo registraron superávits hasta 2014, que luego se convirtieron en déficits, no pudiendo contrarrestar los efectos de la reducción de la demanda neta de las economías avanzadas (UNCTAD, 2017).

Los ejemplos de estos últimos diez años muestran que fue China quien contribuyó al mayor crecimiento de otros países en desarrollo incorporándolos a las cadenas de de valor de las exportaciones a los países avanzados; y, en segundo lugar, la zona del euro que se ha visto afectada por una política de austeridad que supuso un crecimiento muy lento de los salarios que han generado distorsiones en ciertos países europeos. Ahora toca ajustar los excedentes por un lado; y plantearse como encontrar maneras más rápidas de reciclar dichos excedentes por medio de la puesta en marcha de grandes planes y estrategias comunes, como la Nueva Ruta de la Seda. El objetivo chino por esta ruta, denominada One Belt, One Road (OBOR), tiene por objetivo proporcionar un marco para que China fortalezca su liderazgo económico, fomentando la construcción de nuevas infraestructuras y mejorando la conectividad con casi 30 países, que representan el 33% del PIB mundial, a través del fomento de la intermodalidad terrestre y marítima.

Una segunda preocupación es la derivada del comercio mundial. Después de la desaceleración anotada del comercio mundial, éste crece desde 2017 a un ritmo superior al 3%. Lo hacen las importaciones y exportaciones de los países emergentes asiáticos y se estima que puedan propagarse al resto de las economías. Esta recuperación sostenida del comercio internacional debería estar ayudada por una reactivación de la demanda mundial. Dos factores ayudarían a esta tendencia: el descenso de los costes del transporte y la disminución de los servicios financieros.

¿Estamos ante una nueva normalidad?

Sostener el ímpetu económico, después de haber sufrido los embates de la crisis financiera mundial, parece ser la asignatura pendiente de este periodo. Los organismos internacionales subrayan que se debe actuar con rapidez para eliminar los obstáculos estructurales al crecimiento, buscando promover una mayor intensidad a la reactivación económica y logrando afianzar la resiliencia y los márgenes de maniobra de las políticas económicas (FMI, 2018). De no ser así, la desaceleración se podría adelantar y será mucho más difícil de combatir.

La aceleración económica, cuyos orígenes son de mediados del año 2016, se debe primordialmente a las políticas macroeconómicas acomodaticias que apuntalaron los niveles de confianza de los mercados y aceleraron mayores ritmos de crecimiento del comercio mundial por encima de la producción. Las actuaciones de la Reserva Federal estadounidense con sus actuaciones de contención de las tasas de interés de manera muy cautelosa, muy atenta a las turbulencias y efectos desequilibrantes; junto a las acciones del Banco Central Europeo, en su apoyo primero y a continuación recortes paulatinos de las compras masivas de activos, han desempeñado un papel básico en la reactivación del crecimiento.

Hoy, siguiendo el análisis del FMI la confianza en la solidez de las perspectivas mundiales se ha afianzado y las condiciones financieras siguen siendo holgadas y propicias para la recuperación. Dos hechos atestiguan este razonamiento. El primero, los bancos centrales transmiten adecuadamente los cambios y los propios mercados asumen dichos modificaciones. El segundo, los repliegues de los estímulos monetarios en EE UU (alza de tipos de interés) y en Europa (el Banco Central Europeo disminuye el ritmo anual de programas de compras de activos) muestran dichas tendencias y perspectivas.

Sin embargo, en el momento actual, los interrogantes se centran en poder distinguir los nuevos efectos de los cambios demográficos y de los descensos de la productividad que afecta a las economías desarrolladas. Son elevados los riesgos de una desaceleración de esas economías debido a que se requieren de nuevas inversiones en infraestructuras, atenciones sociales e investigación. Y, al mismo tiempo, muchas de ellas (por ejemplo, España) deberían acometer programas económicos de diversificación de sus modelos productivos.

En lo tocante al comportamiento de las economías nacionales llama la atención como la recuperación de los países es diferente según que estén adscritos a una región o área concreta. Las economías emergentes son las que han tirado de la producción, mostrando tasas de crecimiento superiores al 3%, y muy por encima de las economías avanzadas, que apenas llegan al 2%. Asimismo, las naciones situadas en el continente asiático son las que presentan alzas y ritmos  más intensos, tal y como se aprecia con los resultados de India y China, en el entorno del 7%. En las economías exportadoras de materias primas como, por ejemplo, Brasil, México o Sudáfrica, los registros de sus tasas de crecimiento están en función de su potencial exportador, con lo que son apreciables sus oscilaciones y fluctuaciones anuales, como luego comentaremos.

Cuadro nº 1.- Crecimiento de la producción mundial y perspectivas económicas

(Variación anual en porcentaje sobre el año anterior)

 

2014

2015

2016

2017

Proyección 2018

Proyección 2019

Economía mundial

2,6

2,6

2,2

3,8

3,9

3,9

Economías avanzadas

1,8

2,2

1,7

2,3

2,5

2,2

EEUU

2,4

2,6

1,6

2,3

2,9

2,7

Zona Euro

1,2

2,1

1,7

2,3

2,4

2,0

España

1,4

3,2

3,3

3,1

2,8

2,2

Alemania

1,6

1,7

1,9

2,5

2,5

2,0

Francia

0,6

1,3

1,2

1,8

2,1

2,0

Italia

0,1

0,8

0,9

1,5

1,5

1,1

Japón

0,3

1,2

1,0

1,7

1,2

0,9

Reino Unido

0,1

0,8

0,9

1,8

1,6

1,5

Economías emergentes y en desarrollo

4,4

3,8

3,6

4,8

4,9

5,1

Rusia

0,7

-2,8

-0,2

1,5

1,7

1,5

China

7,3

6,9

6,7

6,9

6,6

6,4

India

7,0

7,2

7,0

6,7

7,4

7,8

Brasil

0,1

-3,8

-3,6

1,0

2,3

2,5

México

2,2

2,6

2,3

2,0

2,3

3,0

Sudáfrica

5,8

3,8

1,7

1,3

1,5

1,7

Fuente: UNCTAD (2017) Informe sobre el comercio y le desarrollo;

FMI. Actualización de Perspectivas de la economía mundial (marzo 2018).

¿Es posible la reconducción?

Dani Rodrik, profesor de Política Económica Internacional en la Universidad de Harvard, pone de nuevo a prueba sus teorías a la luz de la nueva situación económica. En su último trabajo Straight Talk on Trade (2017b), sitúa lo global en el mapa teórico, al advertir que la globalización está favoreciendo la movilidad sin apenas fricciones del capital, ocasionando un sinfín de tensiones tanto a nivel local como regional. Las principales manifestaciones son las dos velocidades de la globalización. Unos ganan demasiado, mientras que otros pierden mucho. Entre los primeros, señala Rodrik a las clases profesionales, manageriales y capitalistas de las economías avanzadas; y, entre los segundos, a aquellos que quedaron engullidos por los efectos de la recesión con pérdidas de empleo, reducción de salarios, y disminución de prestaciones sociales y asistenciales.

La reconducción de la economía estará basada en jugar sobre varios planos. En primer término, admitiendo la existencia de diferentes velocidades tanto para el capital como para el trabajo. Debemos apostar por no reducir la primera; sino por incrementar la segunda, buscando un equilibrio tanto por razones de eficiencia sino también por objetivos de redistribución. En segundo lugar, no deben ser posibles políticas comerciales que busquen incrementar aranceles. La experiencia nos ha dicho que los sectores que más están ganando con la globalización son aquellos donde las barreras son altas. De ahí, la insistencia de evitar una guerra de aranceles y la implantación de barreras al comercio, ya sea desde el ámbito tarifaria ya sea desde las barreras técnicas sanitarias o de los estándares específicos. En tercer lugar, hay que insistir en que si se apuesta por la movilidad de las personas y del trabajo, dichas políticas deben estar asociadas a eliminar los obstáculos actuales a la movilidad laboral y a las barreras que ocasiona el dumping social. Finalmente, las políticas económicas han de contemplar la cohesión social y tratar de eliminar las dinámicas de desigualdad creciente, que implican entre otras cuestiones, que las rentas de las clases perdedoras fluyan hacia las ganadoras; desestructurando el orden social y abocando a las sociedades a nuevas tensiones cada vez más crecientes y continuas.

En suma, se sigue poniendo a prueba a la teoría económica convencional y, por otro lado, se sugieren nuevos enfoques más modernos de aquellas teorías que habían pasado al ostracismo por mor de su anatemismo.

Los “llamados” a paliar la desigualdad

La competividad internacional abierta ha debilitado los pactos sociales al romper el equilibrio entre oferta y demanda de empleos en el mundo (Rodrik, 2017a). Dicha declaración exige plantear varios planos de análisis: la fuerza de trabajo incorporada a los mercados abiertos casi se duplica en los últimos quince años pero también se observa un claro estancamiento de las remuneraciones salariales tanto en los países desarrollados como en las economías de desarrollo intermedio (Ibarra, 2017). Por eso, se aprecia la constatación de un desempleo crónico y un rezago salarial en los países industrializados junto al ascenso explosivo de la economía informal y la economía subterránea. La propia directora gerente del FMI, Christine Lagarde llamó la atención de este fenómeno de la desigualdad; rompiendo viejas tradiciones en los estudios del FMI.

La evolución del coeficiente de Gini, que miden el grado de igualdad o de desigualdad en el reparto del ingreso, registra cifras altas o en ascenso. En la mayoría de los países han subido los promedios (World Bank, 2018). La ecuación igualdad/desigualdad posee múltiples dimensiones. Para unos se refuerza entre sí; para otros, suele presentar resultados y efectos contrapuestos (Hein, 2011; Ostry el al. 2014). Pero, lo evidente es la presencia de desigualdades de ingreso, de género, de grupo social o étnico, de educación y de territorio que afectan de diferentes maneras al desarrollo de individuos y de las poblaciones; al igual que se manifiestan auténticas brechas digitales y de conectividad.

Vinculado a estas transformaciones la economía mundial presenta un dinamismo peculiar expresado por el desplazamiento de la generación de producto y de la especialización regional. Dos datos avalan este aserto. Antes, en 1913, los países industrializados generaban el 65% del producto mundial; en la actualidad solo concentran el 49%.  Las economías en desarrollo que aportaban el 35%, han escalado al 50% de la economía mundial. A escala sectorial es más acusado este desplazamiento de la producción: la tasa de expansión de las actividades manufactureras en las economías emergentes crece a un ritmo del 6,4%, muy superior al registrado a comienzos de siglo.

Si la economía crece, en términos generales, la convergencia de ingresos entre las economías avanzadas y las economías emergentes y en desarrollo no tuvieron una trayectoria favorable, Para el próximo quinquenio las perspectivas reseñan que 40 economías de mercados emergentes y en desarrollo (alrededor del 27% del total) no reducirán la brecha existente en lo tocante a los ingresos per capita que separan los países desarrollados y en desarrollo.

Las guerras comerciales

Nadie duda que las dinámicas referentes al progreso económico y a las perturbaciones económicas van de la mano, se afirma en el último Informe de la OMC sobre el comercio internacional. Desde 1990 los periodos de crecimiento y desarrollo se han visto acompañados por fases de perturbaciones que generan y acompasan profundas transformaciones, cambios y adaptaciones. Son muy visibles los procesos de innovación, de especialización, y de mayor producción y mejor calidad de los bienes, dando pie a desarrollar a escala mundial lo que J.A. Schumpeter denominaba “la destrucción creativa”, es decir aquel proceso por el cual una nueva estructura económica remplazaba a la anterior.

Las dos fuerzas que han acompañado a las últimas transformaciones fueron la tecnología y el comercio. Debido a la apertura económica se ha fomentado la innovación que, a su vez, impulsa la aplicación de nuevas tecnologías y procesos (como la contenedorización, la incorporación de la fibra óptica, o la utilización masiva de internet,...) que favorecen y estimulan tanto la conectividad como la inserción de la actual economía en redes mundiales, al tiempo que contribuye a las transformaciones en el campo de la digitalización, automatización y otras innovaciones tendentes a mejorar la productividad, permitiendo a las empresas generar más producción con menor mano de obra.

La creciente integración comercial refuerza estos cambios tecnológicos y hace posible una nueva división mundial del trabajo, Al mismo tiempo, impulsa una super-especialización muy inimaginable hace dos décadas. Hoy las fábricas son mundiales, de ahí el nacimiento de redes de producción mundiales y cadenas de suministro también mundiales.

Este proceso no es nuevo, aunque si lo es en cuanto a la escala y al ritmo de crecimiento. Después de una caída del comercio internacional en el año 2016, donde se registraron las tasas de crecimiento más bajos desde 2008, el año 2017 marca indicadores positivos. El preocupante frenazo del año 2016 fue debido a un inusitado desplome de los precios industriales en China y de una caída de los precios de las materias primas. Daba la impresión de que la economía de China mostraba signos de agotamiento y amenazaba con arrastrar al conjunto del mundo y a la propia recuperación global. Un año más tarde, la situación es distinta. Merced a un renovado tirón de la expansión fiscal y del crédito, China vuelve a ser el tractor de la economía mundial. En el año 2017 el intercambio global de mercancías crece a ritmos superiores al PIB. El repunte de los precios de materias primas ha servido de oxigeno a las economías emergentes como Brasil y Rusia. Los Estados Unidos de América recuperan la inversión y los precios de la energía (justificados por las inversiones en fracking) facilitando mejores resultados financieros a las empresas y hogares. En Europa, gracias a las acciones de las políticas monetarias impulsadas por el Banco Central Europeo, el crecimiento permite al conjunto de la eurozona mostrar resultados económicos positivos. En definitiva, las economías están creciendo de forma sincronizada, algo que ha ocurrido en muy pocas ocasiones a lo largo del último medio siglo.

Cuadro nº 2. Volumen del comercio mundial / Bienes y servicios

(Variación anual en porcentaje)

 

2017

Proyección      2018

Proyección 2019

Comercio mundial

4,9

5,1

4,7

Importaciones

 

 

 

Economías avanzadas

4,0

5,1

4,5

Economías de mercados emergentes y en desarrollo

6,4

6,0

5,6

Exportaciones

 

 

 

Economías avanzadas

4,2

4,5

3,9

Economías de mercados emergentes y en desarrollo

6,4

5,1

5,3

Fuente: FMI (2018) Perspectivas financieras (marzo)

Cuadro nº 3.- Exportaciones e importaciones de mercancías 

Volúmenes por regiones y países seleccionados. (Variación anual en porcentaje).

 

Exportaciones

Importaciones

 

2015

2016

2015

2016

Mundo

1,4

1,7

1,9

2,1

Países desarrollados

2,1

1,0

3,3

2,7

Japón

-1,0

0,3

-2,8

-0,3

EEUU

-1,1

-0,2

3,7

3,6

Unión Europea

3,3

1,1

4,1

2,8

Economías en transición

1,0

-1,6

-19,9

7,3

Países en desarrollo

0,6

2,8

1,1

1,1

África

0,6

2,9

0,7

-4,6

América Latina y Caribe

3,2

2,3

-2,0

-4,2

Asia Oriental

-0,6

0,6

-1,1

2,2

Asia Meridional

-1,4

18,1

7,4

8,9

Asia Suroriental

3,7

3,9

5,7

4,4

Asia Occidental

-0,6

3,5

3,1

-2,4

China

-0,9

0,0

-1,8

3,1

India

-2,1

6,7

10,1

7,3

Fuente: UNCTAD (2017). Informe sobre el Comercio y el Desarrollo.

El comercio exterior apuntala a determinados países en sus niveles de especialización. Los seis principales países exportadores de productos agropecuarios son los mismos que años anteriores (UE, EEUU, Brasil, China, Canadá e Indonesia). Las exportaciones de los diez principales exportadores de dichos productos representan más del 73% del total mundial de dichos productos. Las exportaciones de combustibles y productos de las industrias extractivas se redujeron en 9 de los 10 principales exportadores, con excepción de Australia que registró aumentos. Tampoco hay variaciones entre los principales países exportadores de hierro y acero en los últimos años (UE, China, Japón, Republica Corea, Federación de Rusia, EEUU, Taipei/China, India, Brasil e Ucrania). En lo que atañe a las exportaciones de productos químicos los niveles de especialización en el campo de las ventas al exterior son elevados, se mantienen los mismos (UE, EEUU, China, Suiza, Japón, República de Corea, Singapur, India, Canadá y Taipei/China). En la industria del automóvil los siete principales países exportadores se repiten año a año (UE, Japón, EEUU, Mexico, Canadá, República de  Corea y China). Solo en el campo de los textiles hubo variaciones en los últimos años. China sigue siendo el principal exportador de textiles, al que le siguen la UE, la India, EEUU, Turquía y República de Corea; incorporándose al top-10, Pakistán, Hong Kong y Vietnam. Finalmente, en lo que atañe a las prendas de vestir hay algunos cambios: encabeza la lista de exportadores China seguida de UE; y a continuación vienen Bangladesh, Vietnam, India, Hong Kong, Turquía, Indonesia, Camboya y EEUU.

Cuadro nº 4.- Precios mundiales de los productos primarios

(Variación porcentual respecto al año anterior)

 

2013

2014

2015

2016

2017

Todos productos básicos

-4,2

-8,0

-34,3

-8,7

14,4

Alimentos

-9,6

-1,1

-13,8

2,5

1,0

Café

-23,6

29,9

-19,7

2,1

3,3

Arroz

-10,6

-17,8

-10,9

2,2

0,0

Soja

-7,9

-0,7

-20,6

3,9

-0,8

Carne vacuno

-2,3

22,1

-10,5

-11,1

7,6

Minerales

-2,4

-14,1

-23,1

1,7

23,1

Aluminio

-8,6

1,1

-10,9

-4,2

18,9

Hierro

5,3

-28,4

-42,4

4,6

27,7

Petróleo crudo *

-0,9

-7,5

-47,2

-15,7

19,5

*Promedio del Brent, Dubai y West Texas, ponderados por igual.

Fuente: UNCTAD (2017). Informe sobre el Comercio y el Desarrollo

Estas circunstancias promueven nuevas perspectivas comerciales. La OMC eleva sus previsiones de crecimiento del comercio a lo largo del año en curso gracias a las nuevas corrientes comerciales asiáticas y a la recuperación de la demanda de importaciones de EEUU. Es decir, merced a la aceleración de la economía china, taiwanesa y de Corea del Sur, por un lado; y por la industria energética estadounidense, por el otro.

Recuperadas la demanda y la inversión junto a una nueva oleada de liberalización comercial e incorporación de China y Rusia a los estándares internacionales las perspectivas comerciales para los próximos ejercicios son positivas. En primer lugar, porque en algunos países (China por ejemplo) la economía se reorienta hacia los servicios; y en segundo lugar, porque se apuesta por el desarrollo de las cadenas de suministro y ensamblaje global (antes en la industria manufacturera y automóvil; y en la actualidad en toda la industria, incluida la agroalimentaria).

Pero, sin duda alguna, el mayor desafío y preocupación es el derivado de las consecuencias que conlleva una disminución de los aranceles y la armonización de estándares técnicos y sanitarios. Mientras la Unión Europea pretende relanzar los tratados comerciales, aunque los resultados de la Ronda de Doha no permitan augurar resultados plausibles; por otro lado, el presidente Trump frena cualquier espacio de libre comercio y de negociación comercial, congelando el dinamismo de épocas anteriores, y sugiriendo la implantación de fuertes aranceles a determinados productos sensibles americanos y de fuerte especialización asiática y europea.

Es decir, estamos asistiendo a una nueva retórica proteccionista y a la adopción de medidas restrictivas del comercio, afirma el director de la OMC, Roberto Azevedo.  Para unos, es un cambio estructural; para otros, son escarceos políticos. Así las cosas, Estados Unidos quiere mejorar el acceso que poseen sus productos; y si no lo logra procurará entorpecer las ventas de productos europeos al mercado americano en cuatro categorías: alimentos; coches y componentes; medicamentos; y maquinaria industrial. En este campo de batalla comercial el punto central está polarizado en el sector automovilístico ya que los coches estadounidenses están gravados con un arancel del 10% para entrar en Europa y en sentido contrario, solo con un 2,5%; y en que las exportaciones de coches de Europa a EEUU equivalen al 12,8% de total de las ventas europeas, mientras que en EEUU solo son el 4%.

La guerra comercial continúa y, el 8 de marzo de 2018, el presidente Trump confirma que a partir del 23 de marzo también serán incrementados los aranceles sobre el acero (un 25%) y sobre el aluminio (un 10%). Ambos productos podrían ser fabricados en suelo americano, deseo del presidente Trump, ya que las instalaciones actuales están a medio funcionamiento (el 73% en el acero y en un 39% en el aluminio) y perseguir el objetivo de equilibrar su balanza comercial (con un déficit de alrededor de 500.000 millones de dólares). Los principales vendedores de dichos productos a la economía americana son, para el acero, la Unión Europea, seguida de Canadá, República de Corea, México y Brasil. Y, en lo que atañe al aluminio, los suministradores principales a los agentes americanos proceden de Canadá, China, Rusia, Emiratos Árabes y la Unión Europea.  

Las disputas comerciales entre China y EEUU también son notorias. Los americanos propusieron una lista de 1.333 categorías de productos entre los que se encontraban el acero, aluminio, paneles solares, máquinas de lavavajillas, aparatos de biomedicinas y aeroespaciales, vehículos eléctricos, reactores nucleares, turbinas de vapor e hidráulicas, maquinaria textil, aparatos tecnológicos y medicinas. China ha respondido anunciando que pondría aranceles del 25% a las compras de 106 productos estadounidenses; entre los que se incluyen la soja, maíz, carne de vacuno, zumos de naranja, tabaco, algodón,  automóviles, algunas aeronaves, tuberías de aluminio y productos químicos; como medidas en contra a los aranceles propuestos por EEUU a los productos de alta tecnología china. Los aranceles no son inmediatos pues requieren de negociación tanto bilateral como en el marco de la OMC; pero no hay duda alguna ponen de manifiesto tanto beligerancia como orgullo, por parte de los máximos dirigentes de los países. Es decir, de unas amenazas determinadas y limitadas se ha pasado a una ofensiva arancelaria generalizada para muchos productos, estimados en un valor aproximado de unos 150.000 millones de dólares.

En la disputa nos encontramos que los argumentos americanos se dirigen a todos aquellos productos tecnológicos incluidos en el Plan China Manufacturing-2025, plan diseñado por las autoridades chinas para colocar a dicho país en el liderazgo tecnológico global. Las respuestas chinas se centran en ciertos productos y estados que han apoyado a Trump en las ultimas elecciones, Se busca, pues, una actuación selectiva; y, al mismo tiempo, se hacen continuas llamadas  al diálogo, a la aceptación  del libre comercio. y al cumplimiento de las reglas de la OMC.

Las últimas noticias subrayan los siguientes apuntes. El presidente Trump tiene como objetivo reducir su déficit en 100.000 millones de dólares (con China el déficit es de aproximadamente 350.000 millones de dólares, equivalentes al 44% del déficit total de EEUU). Trump acusa a China de que las empresas americanas están obligadas a transferir su tecnología a la China, a aliarse con empresas locales y aceptar determinados vetos en sus inversiones. El Gobierno de Pekín, en su apuesta por sectores estratégicos de alta tecnología, como la inteligencia artificial, robótica, etc., amenaza el liderazgo económico americano.

China exportó a EEUU mercancías por valor de 505.000 millones de dólares (el 19% del total). Es decir, su crecimiento está basado en exportaciones que de reducirse o distorsionarse supondrían un freno al crecimiento económico y al empelo. Sus excedentes han servido para hacerse cargo del 18% de la deuda americana. Entonces, ni a EEUU ni a China les convienen las guerras comerciales. Los principales efectos de las mismas, reflejadas en incremento de la inflación como en políticas fiscales, harían subir los tipos de interés, interrumpiendo abruptamente la recuperación y generando un nuevo shock financiero. Y de ello, los dos países son conscientes.  

Conclusiones

La crisis financiera global ha sembrado de dudas la capacidad del mercado para garantizar un crecimiento sostenible; una dinámica de reducción de los niveles de desigualdades y la pobreza; el poder extender los derechos universales de los ciudadanos; y la probabilidad de propiciar el uso racional de los recursos. Asimismo, la crisis económica ha servido para cuestionar los efectos democratizadores del mercado y la propia solidez de la macroeconomía, fundamentada en los supuestos de la economía neoclásica y basada en fundamentos microeconómicos (Wade, 2011).

La crisis económica nos ha servido, por lo tanto, para animar el debate sobre las credenciales de las teorías económicas como ciencia exacta, neutral y con capacidad de predecir. En este sentido, hemos presenciado un “retorno” al campo de las ciencias sociales y a la apertura a reflexiones vinculadas a las nuevas corrientes que responden a los cambios en la economía mundial, en la medida que, en la actualidad, se manejan con mayor énfasis conceptos como los derivados de la economía de la complejidad; la economía evolucionista, la economía de redes que, en esencia, son bastantes dispares de los presupuestos económicos neoclásicos.

Cada vez son más numerosas las aportaciones sobre cambios de paradigmas en el pensamiento económico y se avizoran los temores de una apuesta sobre los avances derivados de la liberalización económica, el proteccionismo y los nacionalismos,

La Unión Europea en sus recientes trabajos refleja la incertidumbre ante los nuevos postulados prospectivos. Un ejemplo de ello es el cuadro nº 5 en donde se pone de manifiesto las posibles tendencias que pueden cambiar o modificar la propia globalización.

Cuadro nº 5.- Pasado y presente de la globalización.

La globalización hasta ahora

Tendencias que cambian la globalización

Flujos tangibles de bienes físicos.

Flujos intangibles de datos y servicios.

Demanda de bienes y servicios más numerosos y más diversos.

Demanda de más productos de comercio justo, sostenibles y locales.

Cadenas de abastecimiento mundiales.

Cadenas de valor mundiales.

Flujos primordialmente entre economías desarrolladas.

Mayor participación de las economías emergentes y las mega-ciudades.

Flujos principalmente entre economías desarrolladas.

Papel creciente de las pequeñas empresas, los agentes no estatales y los individuos.

Monetización sencilla de las operaciones.

Aumento de los contenidos de fuentes abiertas y compartidas.

Transferencia tecnológica de las economías desarrolladas a las emergentes

Transferencias tecnológicas en ambas direcciones.

Fuente: Comisión Europea. COM(2017) 242 final.

En términos generales, se estiman que los riesgos para los próximos años están equilibrados a corto plazo. El FMI, por su parte, pronostica que el principal peligro es el endurecimiento de las condiciones internacionales de financiamiento a corto plazo o más adelante. De esta forma, a corto plazo es previsible que la economía mundial mantenga su actual ímpetu, a menos que se produzcan correcciones en los mercados financieros. Solo si se quebrara la confianza en las perspectivas internacionales y en las condiciones financieras podría alterar este escenario. Las correcciones en los mercados financieros pueden proceder de la existencia de indicios de una inflación más firme en EEUU; o de un endurecimiento de la política monetaria más rápida de lo previsto; o de una apreciación muy potente del dólar.

El deterioro de las condiciones financieras mundiales tendría una implicación directa tanto para los flujos de capital como de los precios de los activos a nivel internacional, en la medida que las economías podrían quedar expuestas a fuertes necesidades de financiación de la deuda y a pasivos sin cobertura, que retro-alimentarían las tensiones financieras.

Asimismo, una guerra comercial que avivara las barreras al comercio afectaría negativamente a la inversión internacional, reduciendo la eficiencia de la producción y arrastraría a la baja el crecimiento potencial en las economías avanzadas, emergentes y en desarrollo. De ahí, la necesidad de apostara con nuevos esfuerzos multilaterales concertados para preservar las perspectivas a mediano plazo y permitir que los beneficios derivados de los avances tecnológicos y de la integración económica internacional puedan estar distribuidos con mayor amplitud y criterio. @mundiario

Bibliografía:

Fondo Monetario Internacional (2018). Perspectivas de la economía mundial. Marzo 2018.

Gillies, D. (2012). Economics and research assessment systems. Economic Thought, 1(1), 23-47.

Hein, E. (2011). Redistribución, desequilibrios mundiales y crisis económicas y financieras. Revista Internacional e Investigación Sindical. 3(1) 55-80.

Ibarra, D. (2017). Paradigmas económicos corroídos. Economia-UNAM. 14(41), 3-21.

Ostry, J., Berg, A., Tsangarides, Ch. (2014). Redistribución, desigualdad y crecimiento. Revista de Economia Institucional. 16(30) 53-81.

Rodrik, D. (2017a). Too late to compensate free trade´s losers. Projet Syndicate, abril, 11.

Rodrik, D.  (2017b). Straight Talk on Trade. Ideas for a sane world economy. Princeton University Press. Princeton/NJ.

Syll, L.P. (2012). Economics textbooks-anomalies and transmogrification of truth. In Madi & Reardon (eds.) The economic curriculum: toward a radical reformulation. World Economic Association.

UNCTAD (2017). Informe sobre el Comercio y el Desarrollo.

Wade, R.H. (2011). La Gran Recesión: balance y prospectiva. Revista Internacional de Investigación Sindical. 3(1) 21-53.

World Bank (2016). Poverty and shared prosperity. Taking on Inequality 2016. Washington.

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