Con el dinero de todos, menos pasión y más transparencia

Billetes de euros. / 123rf.com
Billetes de euros. / 123rf.com

El objetivo de esta nueva serie que arranca en MUNDIARIO es hacer accesible al lector no especialista el análisis y las posibilidades de actuación ante los problemas que nos afectan a todos. Un espacio en el que la pasión se plegará a la razón.

Con el dinero de todos, menos pasión y más transparencia

Es verdad que tradicionalmente las noticias y opiniones sobre asuntos económicos han acaparado atención y espacio en los medios de comunicación y el debate público. Basta pensar en que la práctica totalidad de diarios generalistas incluyen una sección diaria de economía. Pero es mucho menos frecuente que lo hagan sobre salud, educación, ciencia o tecnología. La economía importa. Y mucho. Es lógico, porque una gran parte de las decisiones públicas tienen un impacto económico directo o indirecto; generan costes y beneficios, ganadores y perdedores; alteran el bienestar de los individuos.

La Gran Recesión supuso un impulso extraordinario a esa atención y espacio. El día a día de las familias y las empresas, la estabilidad de los gobiernos y la sostenibilidad de los edificios financieros y fiscales se vieron sometidos a un estrés sin precedentes. La búsqueda de respuestas y soluciones se convirtió en un objetivo prioritario y eso estimuló una genuina industria de best-sellers y tertulias televisivas. La parte negativa de esto es que, muy frecuentemente, se ha trasladado al ciudadano mediano la impresión de que la economía es un saber en el que mandan los sesgos ideológicos, el disenso y la incertidumbre.

No estoy de acuerdo. Primero, porque la economía proporciona una caja de herramientas muy útil para pensar y entender la realidad y no es mera retórica. Segundo, porque en economía existen multitud de ideas y análisis sobre los que existe un amplísimo consenso entre los expertos. Dicho lo anterior, es verdad que la economía se parece más a la meteorología o a la biología que a la física o la química. Frente a las leyes universales, los economistas manejamos mecanismos explicativos parciales, dependientes de multitud de condiciones de partida. Frente al determinismo del movimiento de los planetas, en economía existen multitud de agentes interaccionando y estructuras condicionando los resultados, lo que dificulta extraordinariamente las predicciones a largo plazo, como ocurre con los pronósticos del tiempo a un mes vista. Por tanto, debemos ser modestos. Pero esa modestia no debe ocultar el valor y utilidad del pensamiento económico riguroso.

Adicionalmente, es muy importante deslindar lo que es análisis de lo que resulta opinión; y advertir a quien te escucha o lee de cuando pasas de analizar a opinar. Es perfectamente posible converger en el análisis y divergir en las recomendaciones. Porque en esa fase de recomendación es inevitable que entren en juego los valores o ideología.

Por ejemplo, podemos ponernos de acuerdo en que en España tenemos un problema grave y extraordinario con el déficit presupuestario estructural y que el nivel de gasto público en España es bajo en el concierto europeo, pero disentir en la forma de solucionar el problema. Habrá quien sugiera que el camino es el recorte del gasto y quien diga que lo que toca es elevar los ingresos. Porque uno u otro camino conducen, casi inevitablemente, a Estados del Bienestar distintos. Pero incluso en ese punto, podemos introducir dosis de objetividad y cuantificar las consecuencias de una u otra solución sobre la desigualdad, el crecimiento económico o el bienestar social. Aquí, de nuevo, la opinión debe ceder el protagonismo al análisis objetivo.

Este es el objetivo de la nueva serie que ahora arranca en MUNDIARIO: hacer accesible al lector no especialista el análisis y las posibilidades de actuación ante los problemas que nos afectan a todos. La economía pública será, por tanto, el eje temático sobre el que gravitará “Con el dinero de todos”, un espacio en el que la pasión se plegará a la razón. @mundiario

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