El déficit público de 2015 confirma una pésima gestión económica del Gobierno del PP

Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda.
Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda.

El ministro Cristóbal Montoro ha llevado a cabo una política fiscal desnortada, ha puesto en evidencia gruesos errores –intencionados o no– de presupuestación y ha implantado una descarada acción comunicativa.

El déficit público de 2015 confirma una pésima gestión económica del Gobierno del PP

Si no estuviese en funciones, solo le quedaría la dimisión como salida. Su fracaso resulta tan evidente que ni auténticos especialistas en Numancia como los dirigentes del Partido Popular podrían soportar la situación. Montoro sintetiza lo peor de un ejecutivo que ha gobernado a golpe de ideología y manipulación. La última rueda de prensa, el colmo de la teatralidad, supone la guinda de un pastel ya putrefacto.

El ministro de Hacienda en funciones ataca a las Comunidades Autónomas, no reconoce ningún error y anuncia nuevos recortes. Un despropósito de dimensiones ciclópeas. Los objetivos de déficit han sido repartidos por su ministerio entre los distintos niveles de la Administración. Se sabe que quién reparte, se lleva la mejor parte. El objetivo era desviar responsabilidades, poder presentarse ante la opinión pública como simples guardianes de una ortodoxia que otros han incumplido. Falso.

Una política fiscal calamitosa

La mayor parte del incumplimiento descansa en las electoralistas reducciones fiscales de un gobierno empeñado en aplicar el dogma neoliberal azuzado por el lobby aznarista. Lo advertimos repetidamente en MUNDIARIO (artículo de marzo de 2014, por ejemplo) igual que lo advirtieron otros analistas. La reforma fiscal que la economía española precisa va justamente en la dirección contraria a la aplicada por Montoro. España necesita aumentar alrededor de 8 puntos sobre el PIB su capacidad de recaudación y eso pasa por asegurar un tipo de gravamen mínimo a las grandes empresas, eliminar la mayor parte de las deducciones, aumentar la progresividad fiscal (subir los impuestos a las rentas mayores), equiparar la tributación de capital y trabajo (por qué la disociación actual?!) y recuperar la carga tributaria sobre hechos tributarios como el patrimonio o las sucesiones. Además, por supuesto, de perseguir el fraude, lo cual no significa amedrentar a los contribuyentes sino establecer mecanismos eficaces de control.

El otro elemento clave puesto de manifiesto en el balance de las finanzas públicas de 2015 es la Seguridad Social. El Partido Popular ha heredado una Seguridad Social solvente y, al cabo de cuatro años, ésta queda temblando. No ha tomado una sola medida para incrementar su flujo de ingresos y se ha confiado en la recuperación cíclica sin reconocer su carácter débil y quebradizo. Los puestos de trabajo que se han creado son, en su inmensa mayoría, de pésima calidad lo que implica que las prestaciones de los nuevos empleos son inferiores a lo que venía siendo habitual. He ahí la razón de los errores pertinaces en la estimación de ingresos de la Seguridad Social, que se han reproducido en 2015 como era previsible.

Montoro amenaza a las Comunidades Autónomas y anuncia más recortes a modo de plaga bíblica. Ellos son los amos de los recortes y los recortes son la fórmula para embridar el déficit. Bien, ya lo hemos visto. Insistir en la política popular implicaría continuar ahogando las cuentas públicas y bloquear la salida a esta interminable crisis económica.

El nuevo Gobierno

Tomen nota los partidos que se vayan a asociar para conformar el nuevo Gobierno. Basta ya de aplicar dogmas. Cada etapa, cada escenario y cada coyuntura requieren una política económica distinta. No caben rebajas de impuestos cuando el país recauda mucho menos que los países de su entorno y presenta un grave desequilibrio de sus cuentas. Tampoco caben paquetes grandiosos de gasto público sin antes no haber garantizado el flujo de ingresos que pueda financiar cada partida de gasto. La presunción de que el crecimiento económico provocado por la inyección de fondos públicos compensará el esfuerzo representa, no solo un ejercicio de inocencia impropio de un gobernante, sino también repetir el error de los gobiernos anteriores.

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