¿Han oído alguna vez aquella frase que dice que "quien contamina, paga"? miren aquí...

Contaminación
Contaminación.

Es la máxima en la que, en una economía mundial como la actual, ampliamente liberal y de mercado, se ha basado el control de las emisiones de CO2, mediante el llamado “mercado de los bonos de carbono".

¿Han oído alguna vez aquella frase que dice que "quien contamina, paga"? miren aquí...

La nueva presidenta de la Comisión Europea ha encargado el estudio y diseño de un nuevo arancel sobre las importaciones en la frontera europea a aquellos bienes que hayan supuesto, en su proceso de su fabricación, la emisión de gran cantidad de CO2 (carbono), mientras que, en paralelo, se crearía un impuesto a la generación de CO2 en la producción europea. De esta forma se estaría luchando contra el CO2 en la producción de bienes que se consumen en Europa, independientemente del país en que hayan sido fabricados, y se eliminaría la “tentación” que podrían tener algunas empresas de producir fuera lo que después se consumiría dentro. Al fin y al cabo, la contaminación por CO2 no sólo afecta al país que la produce, sino que es global.

La creación del arancel y el impuesto tiene todo el sentido, aunque su puesta en práctica pueda ser compleja: posibles efectos económicos no deseables sobre los ciudadanos y consumidores al impactar en los precios, determinación de las empresas o sectores (no sólo industriales) afectados, etc. y no está claro si su implementación llegaría a tiempo para ser una solución real y efectiva para el medio ambiente.

También hay que señalar que ya existen otros estudios sobre el lanzamiento de políticas públicas de transición a una economía baja en carbono, con inversión de fondos públicos, que indican que el coste podría ser menor en términos de PIB, por el efecto amplificador de las inversiones sobre la economía. Esta otra visión  debería llevar a tener que contrastar el coste de ambas opciones para elegir el resultado global más eficiente.

Lo cierto es que llevamos bastantes años en los que las empresas y los países están pagando precios por el volumen de CO2 emitido y tengo la sensación de que algo se ha avanzado, aunque no demasiado. 

En definitiva, parece que quien contamina, debe pagar, y lo hace. Pero me da por pensar que por eso mismo, quien puede pagar, contamina.

Mientras lo pueda pagar quizás no se plantee invertir en un cambio en su forma de producción, ya que a lo mejor le resulta más costoso (solo monetariamente hablando, sin incluir el beneficio por el daño medioambiental que dejaría de producir).

No digo que no sea útil poner precio a la contaminación, pero, seguramente, no es suficientemente efectivo sino va acompañado de políticas e inversiones para el cambio de tecnología en la producción de bienes, y también para promocionar los cambios en los hábitos de consumo.

Y ustedes ¿cómo lo ven? @mundiario

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