¿Cómo digerir que un tal Alfredo Sáenz cobrará 88 millones de euros de pensión?

Esta indigesta noticia se ha quedado rodando por los intestinos dando la murga: cada dos por tres me repite causando ardores terribles, náuseas y una mala baba que no doy erradicado.

¿Cómo digerir que un tal Alfredo Sáenz cobrará 88 millones de euros de pensión?

Alfredo Sáenz, exvicepresidente y exconsejero delegado del Banco Santander.

Doctor, hace unos días me tragué una noticia. Fue algo de lo más normal, como hago siempre: iba leyendo de aquí y de allá, lo que se dice picando entre hojas, y los titulares, más malos que buenos, entraban a pequeños bocados alimentando aquello que algunos llaman conocimiento.

En fin, como la reseña en cuestión no parecía tener demasiadas calorías y, últimamente, una está acostumbrada a deglutir tantas porquerías informativas, pensé que aquella sería digerida y expulsada por mi sistema digestivo sin dificultad alguna. El caso es que ha pasado el tiempo y el suceso se me ha quedado rodando por los intestinos dando la murga: cada dos por tres me repite causando ardores terribles, náuseas y una mala baba que no doy erradicado.

Leí, doctor, que un tal Alfredo Sáenz, vicepresidente y consejero delegado del Banco Santander, va a cobrar 88 millones de euros de pensión y 11,1 de seguro de vida. Que, en el 2011, había sido condenado por el Tribunal Supremo por falsa acusación contra unos señores del Banesto. Que durante el Gobierno de Zapatero se le había concedido un indulto pero que, ahora, el Supremo volvía a retomar el tema y a poner en entredicho su honorabilidad como banquero, de ahí que pusiera pies en polvorosa.

Sinceramente, a esas alturas de la deglución, notaba algo raro, como cuando alguien absorbe una ostra y ya intuye que la cosa no va nada bien, pero la gula es la gula y ya sabe usted. En fin, que terminé engullendo todas aquellas palabras edulcoradas, incluidas esas en las que el susodicho confesaba que a sus 71 años ya le tocaba disfrutar de la pensión, más todo el patrimonio acumulado durante sus años de trabajo.

Recuerdo, entonces, que cerré el periódico y que me puse a lo mío, como si nada, sin ser consciente de las tóxicas consecuencias que dicha lectura iba a traerme a largo plazo: arcadas, delirios febriles y accesos de rabia incontrolables. Y ahora que estoy en lo peor, temo que estos síntomas puedan ser contagiosos. ¿Es grave, doctor?

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