Bill Gates, tras crear la primera empresa del mundo, dirige ahora la fundación más innovadora

Bill Gates Wikimedia Commons
Bill Gates. / Wikimedia Commons
Mientras Gates recuerda que las escuelas públicas son la base de la democracia y de la prosperidad, en España soportamos una guerra educativa que dura tanto como la democracia y que está condenada a eternizarse.
Bill Gates, tras crear la primera empresa del mundo, dirige ahora la fundación más innovadora

Muchos medios de comunicación han reproducido la carta publicada por la Fundación de Bill y Melinda Gates hace pocas semanas. Un informe, en la prosa norteamericana habitual, plagado de ejemplos y anécdotas, y al tiempo sumamente interesante. En primer lugar por las cifras,  54.000 millones de dólares en los 20 años de existencia de la Fundación. En segundo lugar por las áreas elegidas por la Fundación, salud, clima, género y educación, ésta última limitada a Estados Unidos. En algunos de sus programas la Fundación ha contado con la extraordinaria aportación económica de Warren Buffett, otra de las personas más ricas del mundo.

Sabido es que la sociedad norteamericana se enorgullece de un sistema fiscal que estimula las Fundaciones privadas bajo la premisa de que los particulares pueden decidir y gestionar con la máxima eficacia sobre el retorno a la sociedad de la parte de su fortuna que debería de tributar impuestos. Así, la salud, la formación, la ciencia o las artes se benefician de generosos programas de apoyo, privados, que no interfieren con las iniciativas de las instituciones públicas. Los resultados son, casi siempre, sobresalientes. En España, donde ha sido imposible hasta hoy contar con un modelo de mecenazgo atractivo por la desconfianza del mundo político, los resultados de las Fundaciones estadounidenses son un sueño. Muchas Universidades, museos, orquestas o centros de investigación punteros, son consecuencia del compromiso financiero privado.

Si lo que hacen Bill Gates y sus amigos es sorprendente, lo que explican aún llama más la atención. Tomemos el área de educación, en la que reconocen haber encontrado las mayores dificultades por el conjunto de factores que influyen en los procesos y en los resultados. Dice Gates: “Una democracia requiere la participación igualitaria de todos. Eso significa que cuando nuestras escuelas públicas no preparan a los estudiantes para participar plenamente en la vida pública, también fallan en nuestro país”. Ningún empresario español ha hablado jamás de esa forma.

Mientras Gates recuerda que las escuelas públicas son la base de la democracia y de la prosperidad, en España soportamos una guerra educativa que dura tanto como la democracia y que está condenada a eternizarse, porque no discute realidades sino abstracciones ideológicas. Aquí, el énfasis sigue puesto en la segregación más que en la integración y por descontado los resultados tienden a la áurea mediocridad puesto que la excelencia no está bien vista. El sistema segrega socialmente siempre, primero por origen económico y luego por capital cultural de las familias. Por eso los que pierden lo hacen desde temprana edad y conociendo sus datos familiares, son previsibles. Nada se hace para recuperarlos por lo que tenemos cifras muy elevadas tanto de fracaso escolar como de abandono prematuro, en relación con los países europeos.

Gates explica que no pretenden cubrir el papel del Estado sino apoyar a investigadores, profesionales y trabajadores que actúan directamente sobre los problemas, facilitándoles herramientas y recursos tanto tecnológicos como financieros. Además ofrecen balances de resultados y reflexiones sobre su propia actuación.

No es posible comparar el modelo fundacional español, atomizado y minorado tras la crisis económica, si bien con excepciones notables, con el modelo norteamericano. Gates, como otros muchos empresarios de aquel país no rehúye los debates de ideas. En España son tabú para el mundo empresarial, entre otros motivos porque otras esferas de la sociedad no los reciben bien. Así se explica el bajo nivel de la discusión pública en España, limitado casi en exclusiva al mundo político y a los asuntos más pedestres. @mundiario

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