La banca se va del rural simplemente porque no le salen las cuentas

Sucursales de banca. / RR SS
Sucursales de banca. / RR SS
Gestionar el pago de las pensiones a unos centenares de personas, tramitar el cobro de recibos o proveer de efectivo a quienes aún lo demandan no da para mantener abiertas las oficinas y pagar al personal.
La banca se va del rural simplemente porque no le salen las cuentas

Los bancos no fueron nunca oenegés. Tampoco lo eran las cajas de ahorro, a pesar de aquello del interés desinteresado. Desde que el mundo es mundo, el de la banca es un negocio puro y duro que se mantiene vivo gracias a la capacidad de adaptación, entre otros, a los cambios sociales. Ha sobrevivido a todos ellos y siempre ganando dinero. Esa es la clave: la rentabilidad o, si se prefiere, la solvencia. Nadie depositaría sus euros (antes sus pesetas) en entidades que al final de cada ejercicio dieran pérdidas, tanto si se debiese a operaciones fallidas, a una mal enfocada vocación filantrópica o a seguir prestando servicios ruinosos allí donde algún día, ya lejano, tener presencia y competir fue más que rentable para todos. La mayoría de quienes hoy se quejan de no tener a mano una sucursal bancaria no depositarían sus ahorros en una entidad de dudosa viabilidad.

No es de ahora. Hace ya mucho tiempo que las sucursales bancarias de villas y pueblos dejaron de prestar una suerte de servicio social que iba mucho más allá de la mera intermediación financiera (captar depósitos y conceder préstamos). Sus empleados eran, en algunos casos, más que amigos, como de la familia. Los clientes depositaban en ellos su plena confianza. Además de pedirles consejo para comprar o vender casas y fincas, les entregaban el dinero –se lo confiaban– para que hicieran con él lo que considerasen más adecuado. Algunas entidades cometieron abusos tan injustificables como las preferentes, de los que, sin embargo, los afectados no responsabilizaban casi nunca a quien les atendía detrás del mostrador. Esa forma de hacer banca, cercana y servicial, se quedó obsoleta por el avance de un modelo de negocio cuya obsesión es optimizar la cuenta de resultados y generar valor al accionista (es el mercado, amigo).

Las causas y los efectos

No se han de confundir las causas con los efectos. Es la galopante despoblación la que origina la llamada exclusión financiera. No al revés. La banca se va del rural simplemente porque no le salen las cuentas. Gestionar el pago de las pensiones a unos centenares de personas, tramitar el cobro de recibos o proveer de efectivo a quienes aún lo demandan no da para mantener abiertas las oficinas y pagar al personal. Las fusiones y concentraciones de entidades y, sobre todo, la digitalización también han contribuido lo suyo al cierre de sucursales tanto en las zonas cada vez menos pobladas de la Galicia interior como en el corazón de las ciudades. Porque también en las periferias urbanas empiezan a no tener a mano una oficina bancaria y sin embargo no se movilizan en la misma medida ni lanzan campañas para erosionar la reputación de las entidades que cierran.

En lo que atañe al rural la solución apunta a una banca a tiempo parcial, llámesele oficinas móviles o sucursales que abran sus puertas o atiendan a la clientela dos o tres días por semana. Algo es algo. La instalación de cajeros automáticos subvencionados por la Xunta o disponibles en los despachos de Correos se tropieza con las dificultades de la gente mayor –la que queda en muchos pueblos y aldeas– para entenderse con la tecnología, aunque la máquina les hable en su propio idioma o a alguien le explique su funcionamiento. En todo caso se trata de una medida transitoria, provisional y reversible. Y es que con el tiempo, en cuanto pasen unos años, no hará falta nada de eso. No ya porque se habrán muerto los últimos nativos analógicos, sino porque desaparecerá el dinero físico gracias a la plena digitalización y sobre todo al empeño de las haciendas públicas en que dejen de circular monedas y billetes para que nada o casi nada se escape a su control. O a su voracidad, según se mire. @mundiario

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