Amancio Ortega no tiene quien le escriba

Amancio Ortega. / Mundiario
Amancio Ortega. / Mundiario

Alguno de sus empleados –tiene más de 150.000– debería de escribirle a su jefe un discurso, un conjunto de ideas articuladas en torno a la dimensión estratégica de su donación a la sanidad, mucho más importante que la mera financiación de tecnología.

Amancio Ortega no tiene quien le escriba

La Fundación Amancio Ortega está haciendo una de las mayores donaciones de la historia de España: 320 millones de euros destinados a la  adquisición de  290 equipos de alta tecnología para el tratamiento del cáncer, aceleradores de partículas, mamógrafos y otros. Los destinatarios son los sistemas de salud autonómicos que se han apresurado a agradecer el gesto. Según la fundación del dueño de Inditex, los equipos han sido seleccionados por los profesionales de cada territorio.

Si a esa elevada suma añadimos su actuación en otros campos durante los últimos años, estamos ante uno de los mayores esfuerzos en mecenazgo realizados en nuestro país. En MUNDIARIO hemos defendido en distintas ocasiones la importancia de la actividad fundadora, el respeto a los ámbitos de actuación en los que deciden implicarse y el papel que las fundaciones juegan en una sociedad moderna, al canalizar de forma eficaz la iniciativa privada en asuntos sociales, culturales o de investigación, de interés general.

Sin embargo esa donación está teniendo un cierto nivel de contestación. Inicialmente, una organización respetada por su labor en defensa de la sanidad, la Federación de Asociaciones de Defensa de la Sanidad Pública, difundió una nota reclamando que ese tipo de donaciones no se hagan en sustitución de la financiación pública del sistema sanitario, como se sabe, profundamente afectada por los recortes impuestos por los gobiernos conservadores, tanto de España como de las comunidades autónomas. Además ponían en cuestión que la tecnología contra el cáncer fuese el área prioritaria en el momento actual. Otras consideraciones que aportaban, además de no comprobadas,  se alejaban del objeto de la donación.

A partir de ahí otros colectivos han replicado esas ideas, llegando al debate político de la mano de Podemos, BNG, AGE y otros grupos que están promoviendo debates parlamentarios para fijar posiciones. Incluso ha llegado a la reciente moción de censura. Por otra parte una conocida revista satírica ha llevado al límite la crítica. En las redes, como es habitual, esas informaciones ocupan todo el espacio.

Esforzados paladines de la descalificación  han menospreciado las críticas y vilipendiado a sus autores, todo muy hispano pero poco práctico

La Fundación Amancio Ortega ha declinado contestar a esas argumentaciones. Su página web ofrece exactamente seis líneas de explicación sobre los motivos y objetivos perseguidos. En su defecto, esforzados paladines de la descalificación  han menospreciado las críticas y vilipendiado a sus autores, todo muy hispano pero poco práctico. La presentación de la iniciativa se ha limitado casi siempre a firmas protocolarias y ruedas de prensa posteriores con los presidentes autonómicos, es decir al ámbito político.

El sistema de salud español es una de las glorias de la democracia. Eficiente, avanzado y de coste asumible, sobre un 7% del PIB. Se demuestra con nuestra elevada esperanza de vida entre otros indicadores más técnicos. Sin embargo ha sufrido la crisis como pocos: drásticos recortes de plantilla, incremento de la presión asistencial, falta de inversiones, salarios muy por debajo de otros países próximos, conflictividad permanente. El debate sobre la financiación es el principal en estos momentos. No se deberia despachar displicentemente por comunicadores que prefieren adular o descalificar antes que razonar.

No se puede ignorar pero desde luego sería penoso que el ruido de las críticas ocultase la relevancia de la donación. En la época de la posverdad, el relato que se impone en los medios y redes sustituye a la verdad. Esto lo sabe cualquier aprendiz de comunicación pero parecen ignorarlo en una fundación cuya matriz tiene más de 150.000 empleados, presentes en la mayor parte de los países del mundo, muchos de ellos de elevada cualificación profesional. Alguno de ellos debería de escribirle a su jefe un discurso, un conjunto de ideas articuladas en torno a la dimensión estratégica de la iniciativa, mucho más importante que la mera financiación de tecnología. Y de paso aportar el respaldo científico ineludible en cualquier actuación de vanguardia. Porque si el dinero es neutro, sus fuentes y sus aplicaciones nunca lo son.

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