Also sprach Zarathustra: feliz 2014, otra vez con '2001: Una odisea del espacio'

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Atlas-Shrugged.

El modelo industrial de los últimos 70 años decae por más que sus líderes se fotografíen sonrientes y trajeados. La rotura del sistema financiero fue una consecuencia, no una causa.

Also sprach Zarathustra: feliz 2014, otra vez con '2001: Una odisea del espacio'

Aprovechando uno de los recesos navideños, volví a ver “2001: Una odisea del espacio”. Es una de mis películas favoritas y sin duda la obra cumbre de Stanley Kubric. En ella se pretende hacer énfasis en la evolución de la conciencia humana, desde un punto de vista filosófico y científico a la vez. El sonido del  poema sinfónico “Así habló Zaratustra” de Strauss, basado en la obra homónima de Friedrich Nietzsche, estremece al espectador en la escena, para mi más llamativa de todo el filme: “El amanecer del hombre”.

Ninguna de las grandes culturas imperantes de la antigüedad fue consciente de que había entrado en la fase final de descomposición hasta el momento en que otra cultura emergente comenzó a imponerse. Culturas muertas con sus dioses muertos. Siempre ha habido, sin embargo, francotiradores que desde su atalaya han visto el proceso desde sus inicios. Muchos de estos visionarios han reconocido los síntomas de esta decadencia que siempre han sido similares: malestar de la población, distanciamiento entre gobernantes y gobernados, corrupción, manipulación, hedonismo, falsedad, injusticia, ostentación, abuso de poder, desilusión, materialismo, opresión… Las culturas, como todo lo existente, nacen, se desarrollan y mueren.

El modelo industrial de los últimos 70 años decae por más que sus líderes se fotografíen sonrientes y trajeados en costosas reuniones. La rotura del sistema financiero fue una consecuencia, no una causa. Lo que está ocurriendo en la actualidad ya ha sucedido otras muchas veces: es la parte cíclica común, solo que esta vez el sello distintivo lo determina la globalización y la tecnología. El ser humano tendrá que demostrar que su conciencia ha crecido al mismo ritmo que su capacidad técnica y sustituir los viejos esquemas de competición por los de cooperación en el sentido industrial de la palabra. Vivimos en un cambio de modelo que dejó de ser crisis hace mucho, y al que hemos de acostumbrarnos como algo constante y estructural, no como bache puntual.

Hace tiempo que sigo a Marc Vidal, un autor que les recomiendo, al igual que su último libro titulado “Una hormiga en París. Muy presente en redes sociales, emprendedor de éxito en numerosos campos, es uno de esos “francotiradores” que lleva años ya anunciando la muerte de un sistema industrial que languidece. Para Vidal, “la nueva economía es digital, inteligentemente colectiva y globalmente internacional; Es la hora de los soñadores, de los valientes, de los que ven en cada dificultad una aventura y en cada ruina una lección. Si vas a intentarlo y temes equivocarte, no te preocupes, hay muchas opciones de que así sea. Luego te queda el resto de tu vida para poner en práctica todo lo que hayas aprendido”

Aprovechemos este día de tranquilidad para separar las narices de la pantalla del Iphone y mirar un poco más lejos, reconociendo que somos parte de una entidad mucho más grande que se conforma con lo que pensamos, sentimos y hacemos. El futuro es una responsabilidad común que se gesta desde la libertad individual, valor máximo del ser humano. Regalen a Ayn Rand en esta navidad, regalen La Rebelión de Atlas, regalen a John Galt y lean su discurso“Durante siglos, la batalla moral fue librada entre quienes sostenían que sus vidas le pertenecen a Dios y quienes sostenían que les pertenecen a sus vecinos; entre aquellos que predicaban que el bien es el auto sacrificio en beneficio de fantasmas en el paraíso, y aquellos que predicaban que el bien es el auto sacrificio en provecho de los incompetentes de la Tierra. Y nadie te ha dicho que tu vida te pertenece y que el bien reside en vivirla plenamente.

Hace años leí un artículo en Faro de Vigo escrito por un amigo, el profesor Calaza. Se titulaba “Látigo Negro”. En él se relataba la vida de un personaje ficticio cuyo legado espiritual, que desde aquel día hice mío, se resume en una frase: "No te rindas nunca".  Lo dicho.

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