Algunas verdades incómodas sobre Meirama y As Pontes

Manuel Morán, Borja Prado, Alberto Núñez Feijóo, Valentín González Formoso y José Ribelles, en Endesa As Pontes. / Mundiario
Manuel Morán, Borja Prado, Alberto Núñez Feijóo, Valentín González Formoso e José Ribelles, en Endesa As Pontes. / Mundiario

Contrariamente a lo algunos temen, aunque se cerrasen Meirama y As Pontes, Galicia no pasaría de excedentaria a deficitaria en la producción de energía eléctrica. Hay soluciones.

Algunas verdades incómodas sobre Meirama y As Pontes

Así de claro. La central térmica de Meirama, en Cerceda, no tiene por qué echar el cierre en junio de 2020. Podrá seguir funcionando siempre y cuando Naturgy (antes Gas Natural Fenosa) acometa la reforma de las instalaciones que le permita reducir las emisiones tóxicas que lanza a la atmósfera hasta cumplir con las exigencias de la nueva normativa europea en materia medioambiental. Sin esas mejoras, que hasta hace poco estaban contempladas y planificadas, Meirama tiene fecha de caducidad, se pongan como se pongan la empresa propietaria, los trabajadores o las instituciones (Xunta y concellos, entre ellas) que defienden su continuidad para salvar el empleo y la riqueza que genera en su zona de influencia.

He aquí la primera de varias verdades un tanto incómodas para algunos: la responsabilidad de que Meirama, si no se "moderniza", tenga que cerrar en poco más de un año y medio no será del Gobierno, ni del actual ni del anterior. De hecho España y Alemania son los dos únicos países de la Europa occidental que no han establecido un calendario de cierre de las centrales de carbón que mantienen en funcionamiento. Sería en todo caso una decisión de Naturgy, que es, según los expertos, a quien llegado el caso habría que pedirle cuentas. Tampoco se descarta que la multinacional energética de origen catalán invierta lo necesario en la puesta al día de un complejo que se ha ido quedando obsoleto, mientras en As Pontes Endesa lleva meses realizando obras que reducirán de forma significativa la contaminación que genera.

Paradójicamente, es el propio movimiento ecologista el que advierte de que nos estamos llamando a engaño con eso de que para mediados de 2020 la térmica de Cerceda habrá dejado de funcionar inexorablemente. No es cierto, dicen las organizaciones ambientalistas, que como titularon algunos periódicos gallegos, el Ejecutivo socialista de Pedro Sánchez haya puesto fecha de paralización a las centrales de carbón. De hecho, el borrador de la Ley Cambio Climático y Transición Energética no contempla un calendario de cierres, como seguramente le gustaría a la ministra Teresa Ribera, partidaria convencida de la urgencia de la "descarbonización". Tampoco lo hará el futuro Plan Nacional de Energía y Clima. Es Europa la que mete presión a través de la Directiva de Emisiones Industriales (DEI), ante la evidencia del imparable cambio climático.

Contrariamente a lo algunos temen, aunque se cerrasen Meirama y As Pontes, Galicia no pasaría de excedentaria a deficitaria en la producción de energía eléctrica. Hay soluciones. Ecologistas y expertos en materia energética señalan que nuestra comunidad podría compensar ese déficit poniendo a pleno rendimiento sus centrales de ciclo combinado a base de gas natural (hoy infrautilizadas) y ampliando la actual aportación de las renovables, sobre todo de la eólica y de la solar. Es probable que esos cambios en el "mix" energético gallego encareciesen, de entrada, el dichoso recibo de la luz. Es el precio a pagar. Sin embargo, si toma ese camino, este país se situaría en la vanguardia de la lucha global contra el imparable calentamiento global, que es la bandera de la auténtica modernidad. Y de paso se haría un gran favor a sí mismo. @mundiario

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