Acerca del déficit fiscal
En la Unión Europea, por el acuerdo de Maastricht, se fijó el límite para el déficit fiscal de no superar el 3% del PBI. Los grandes países europeos, en muchas ocasiones, superaron esos límites sin consecuencias significativas.
A la luz de las noticias de los grandes medios de comunicación del Uruguay, parecería que el tema económico más relevante a resolver es el déficit fiscal. Para la oposición política no hay ningún tema más importante que el déficit fiscal. Por supuesto, para los economistas ortodoxos. Sin embargo, en el plano internacional surgen voces heterodoxas, como las de los premios Nobel Joseph Stiglitz y Paul Krugman y especialmente, de Dani Rodrik, que ponen en tela de juicio las concepciones ortodoxas. Si el déficit fiscal se financiara con emisión monetaria, el aumento de los medios de pago generaría de inmediato procesos inflacionarios. Sin embargo, con la crisis financiera del 2008, se tomaron medidas de expansión monetarias en EE UU y luego en Europa a través de compras de títulos para aumentar la demanda interna. Los ortodoxos anunciaban fuertes procesos inflacionarios por la expansión cuantitativa, pero ello no ocurrió. A partir de dicha crisis surgieron déficits fiscales de dos dígitos con respecto al PBI, sin consecuencias significativas. En la Unión Europea, por el acuerdo de Maastricht, se fijó el límite para el déficit fiscal de no superar el 3% del PBI. Los grandes países europeos, en muchas ocasiones, superaron esos límites sin consecuencias significativas.
Para entender el fenómeno hay que recurrir a elementos vinculados a las relaciones de poder y a razones de carácter ideológico. En el capitalismo actual, las instituciones financieras privadas tienen un enorme poder. Lo financiero predomina sobre lo productivo. Muchas de las grandes empresas internacionales ganan más en sus inversiones financieras especulativas que en sus normales actividades productivas. Los activos financieros crecen significativamente con respecto al PBI. Los grandes bancos acreedores están muy interesados en garantizar el pago de los servicios de la deuda. Para ello, utilizan a las calificadoras de riesgo, que funcionan como una especie de filiales de dichos bancos y cuyo objetivo central es que los países tomen las medidas adecuadas para asegurar dichos pagos. En general, los países han acordado financiar el déficit fiscal con nuevas deudas y prácticamente no se utiliza la emisión monetaria para ello. Por lo tanto, para dichas calificadoras lo más relevante es enfrentar el déficit fiscal con inclusive un superávit primario (antes del pago de intereses) para garantizar dichos pagos. Estas calificadoras no tienen buena imagen. Sobran los ejemplos donde las calificadoras de riesgo han otorgado calificaciones de triple A a empresas que luego quebraron. Los bancos acreedores tienen mucho poder y las calificadoras de riesgo asustan con sus análisis. Los grandes medios de comunicación juegan también un papel relevante en la línea de los grandes bancos acreedores.
En las posiciones ortodoxas hay claros elementos ideológicos. Para esta concepción, todo lo que hace el sector privado es virtuoso y todo lo que hace el estado es vicioso. El papel del estado es garantizar el pago de los servicios de la deuda y contener el proceso inflacionario. Se supone que el libre juego del mercado y el sector privado están en condiciones de resolver todos los problemas económicos y sociales de la sociedad. Que el estado no interfiera con intervenciones, con regulaciones, con medidas de política económica que terminarían afectando el libre juego del mercado e incrementarían los problemas económicos que pretenden resolver. Sin duda para esta concepción las políticas monetarias y fiscales juegan un rol trascendente. Las políticas monetarias contractivas para la contención de la inflación. Las políticas fiscales para minimizar el accionar del estado. La queja es siempre la necesidad de bajar la presión impositiva para que el sector privado lleve adelante inversiones para el crecimiento y el empleo. Interesa señalar y destacar que los países avanzados y los más igualitarios son los nórdicos europeos donde la presión fiscal es de alrededor del 50% del PBI. En Uruguay es de alrededor de 30% . Cuando hay déficit fiscal las propuestas inmediatas de estas concepciones ortodoxas son las de bajar el gasto público para eliminar el déficit y sobretodo, para poder reducir los impuestos a las empresas. Bajar o eliminar el déficit significa mantener o reducir el endeudamiento externo.
Para el caso del Uruguay no hay ninguna demostración empírica que muestre algún tipo de vinculación entre el déficit fiscal y la inflación. En los últimos años la inflación ha rondado el 8% con un déficit fiscal relativamente creciente. El déficit fiscal sí influye sobre el endeudamiento, pero éste no presenta problemas graves. La mitad es en moneda nacional. Hay muy elevadas reservas internacionales y créditos contingentes sin utilizar. La decisión de estos días de la Reserva Federal de los EE UU de mantener todo el año la tasa de interés, facilita la obtención de nuevos créditos si fueran necesarios. No habrá necesidades de grandes ajustes fiscales como permanentemente se plantean a diario.
Lo que es imprescindible es avanzar hacia el crecimiento y el empleo. Para ello la acción del Estado es central. El gasto publico es vital para avanzar en la inversión pública y atender los problemas sociales. Pueden aumentar algunos impuestos directos para mejorar la recaudación que debiera crecer con el aumento del PBI. No tengo ninguna duda que en la situación actual los objetivos de empleo son nítidamente prioritarios con respecto a la atención del déficit fiscal. Este se corregirá con el crecimiento e impuestos a grandes empresas que deberán colaborar para mejorar la situación. No se trata de descuidar el déficit fiscal, pero dada la situación específica y en año electoral el objetivo prioritario es mejorar el empleo. @mundiario