Vallecas, escenario de dualidades con Madrid y Rayo como actores principales

Roberto Trashorras juega un balón ante la atenta mirada de Kroos y Modric | marca.com
Roberto Trashorras juega un balón ante la atenta mirada de Kroos y Modric | marca.com

El Rayo Vallecano-Real Madrid liguero dejó en el paladar sensaciones encontradas. Los vallecanos domesticaron a los blancos durante la primera mitad pero claudicaron en la segunda.

Vallecas, escenario de dualidades con Madrid y Rayo como actores principales

El Rayo Vallecano-Real Madrid liguero dejó en el paladar sensaciones encontradas. Los vallecanos domesticaron a los blancos durante la primera mitad pero claudicaron en la segunda.

 

El Estadio de Vallecas asistió a una noche primaveral algo atípica, ya que el hecho de que el horario del partido sea un martes a las 22.00 horas, no invitaba excesivamente a acudir a llenas las gradas. Pero la afición del Rayo no se arruga, es de las que está en las duras y en las maduras y así fue ocuparon prácticamente todas las butacas dispuestos a arropar a su equipo en una plaza no apta para toreros poco bravíos, un Real Madrid en busca y captura del Barcelona y de la Liga y que no podía permitirse un fallo más.

El esfuerzo de la afición fue entendido por sus jugadores, correspondiéndoles con una primera parte en la que domaron y minimizaron a todo un Real Madrid con su once de gala. Paco Jémez fue fiel a su idiosincrasia futbolística y planteó un partido para intentar ganar al rival, pero a su manera, haciendo que la gente disfrute y teniendo al esférico como indudable protagonista. Lo consiguió sobradamente, pero solo hasta que a sus chicos les duró la gasolina.

El plan de Paco

Sería injusto hablar de una mala primera parte del Madrid -que la fue- sin dejar de elogiar el soberbio encuentro que cuajaron los rayistas, dejando sin balón y sometiendo a una presión asfixiante a los blancos, ahogando por completo a Kroos y a Modric, a los que más que unos pocos metros, parecían separarles kilómetros. Solo James dio claridad y empezar a marcar el camino por el que los de Ancelotti acabarían llevándose el gato al agua. El colombiano ha vuelto de su lesión a un nivel excelso, siendo el engranaje perfecto entre la sala de máquinas y la 'BBC' madridista.

La idea de Paco Jémez giraba por dejar sin opción de pase y asociación a los hombres creativos de un Real Madrid que pecó de ansioso y que, al no encontrar vías de escape, abusó del balón largo buscando las galopadas de sus correcaminos Bale y Cristiano, muy desconectados durante el primer acto. Su falta de apoyos al medio campo allanó más el sendero para el Rayo, que vio un hueco en el centro muy aprovechado por, a menudo, Alberto Bueno, indetectable para la defensa blanca gracias a sus movimientos sin balón. El excanterano era omnipresente y complicó mucho la vida a la zaga con sus desmarques.

Los locales triangulaban a sus anchas y frecuentaban la portería de Iker Casillas, muy seguro durante los noventa minutos. Sergio Ramos se erigió como el bastión de la defensa y despejó todo el peligro por arriba y por abajo. El Rayo había perdido el miedo al Madrid y le jugaba de tú a tú, ante el deleite de la afición, y solo le faltó irse al descanso con un gol a su favor. Solo la falta de acierto y el buen hacer del arquero madrileño lo impidieron.

Las antípodas blancas

Lo mejor para el Madrid fue que el marcador al descanso luciese un 0-0. El equipo se ha acostumbrado a 'tirar' muchas de las primeras partes que juega y a encomendarse a su archiconocida épica, como el alumno que se deja asignaturas para septiembre y se lo juega todo a una carta. Carlo Ancelotti aclaró conceptos en el vestuario y les recordó lo importante y esencial de la victoria. El cambio de inercia en el encuentro tenía que empezar a plasmarse desde el minuto 46.

Y así fue. La segunda mitad fue absolutamente antagónica a su antecesora. Los de Jémez comenzaron a perder fuelle, acuciados por el tremendo desgaste de los primeros 45 minutos, en pro de un Madrid que fue creciendo en el partido al ritmo que marcaba James, que redondearía su brillante actuación con su 9º gol de la temporada.

Antes, Carvajal había retado a su par a una carrera pegado a la banda, marca de la casa, de la que salió victorioso y con la fuerza necesaria para servirle un balón en bandeja a Cristiano Ronaldo, que no perdonó y fusiló a Cobeño. El portugués lo celebró con rabia y con unos gestos de disconformidad, seguramente por un penalti no pitado anteriormente sobre él mismo y que encendió su corta llama. El astro luso ha recuperado su nivel goleador y de importancia, pero en ocasiones le sigue perdiendo su vehemencia y desaires con árbitros, compañeros y rivales.

Digno de elogio fue el planteamiento valiente de Jemez y su cuerpo técnico, cuyo lunar fue no poder traducir en victoria o en reservar gasolina para esos minutos en los que el Madrid liquidó el partido como si nada hubiera pasado. Hoy le valió, pero en el horizonte llegan encuentros marcados en rojo en los que quizás esta dualidad de versiones y conformidad primeriza no les valga para conquistar sus objetivos. La regularidad en el juego sigue siendo su gran tarea pendiente.

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