Los últimos partidos de la Champions League manifiestan una marcada desigualdad

Guardiola dirigiendo al Bayern.
Guardiola dirigiendo al Bayern.

Los abultados resultados de la fase de octavos de la Champions League permiten reflexionar sobre la desigualdad ya no sólo entre equipos, sino entre ligas enteras de distintos países. 

Los últimos partidos de la Champions League manifiestan una marcada desigualdad

Las luchas por el poder han caracterizado a la sociedad desde que se tiene conocimiento de su historia.  Decía Max Weber que allá donde halló un individuo, halló la voluntad de poder. Y sin embargo, hoy el poder parece estar en tantas manos que no se reconoce su esencia.

Ya no se legitima que una potencia pueda decidir cómo van a funcionar las cosas, sino que participan muchos actores, no sólo en la toma de decisiones, sino, y con más frecuencia, en su bloqueo. Y así, estos micropoderes no aparecen solo en la geopolítica, sino también en la economía, la historia, los medios de comunicación. Parece que únicamente se salvase el fútbol.

La primera liga española en mucho tiempo que admite tres candidatos

Si bien en España estamos acostumbrados a una liga bipolar, y últimamente, unipolar,  este año parece que, por lo menos, habrá un trío luchando por ser el primero cuando acabe el calendario. El Barça no parece aún querer admitir que está en horas bajas, y tan pronto como pierde un partido (un hecho que todavía es asumido como sorprendente), gana con contundencia otro.

El Atlético de Madrid se ha cansado de que haya dos “grandes”, y ha decidido luchar con todas sus ganas, motivación y talento para ganar algo importante esta temporada. Y el Real Madrid parece que ha dejado de jugar al quién es quién y ha decidido centrarse en formar un equipo.

La Champions League, desigual

Pero en el ámbito internacional, al menos en Europa, no parece que podamos hablar de esta mínima fragmentación del poder. Así, nos plantamos en la Champions con varios micropoderes, pero con todavía muchas potencias hegemónicas que no están dispuestas a perder su posición de “jugadores de la Champions”. Pero existe una superpotencia, un lobo al que temer, que hace olvidar esta “democratización” del poder en el fútbol. Atrás quedaron los tiempos en que ese lobo provenía de la liga española. Hoy, el lobo viene de Alemania, también en el fútbol. Y aunque el año pasado cuando el Real Madrid y el Barça dejaron la Champions por la puerta pequeña el Bayern de Munich pudiera parecer aún más peligroso que ahora, lo cierto es que las cifras en la Bundesliga asustan. Líder absoluto de su liga, es el rival a evitar.

Pero lo que, sobre todo, nos permite pensar que en la Champions no existe un reparto del poder son los resultados. El fútbol, en el fondo, es resultadista. Qué le vamos a hacer. Si nuestro equipo gana, y juega mal, podemos quejarnos. Pero si además de jugar mal, pierde, ni siquiera tenemos un título, ya sea la liga, la permanencia, la copa, o la Champions. Un 0-4 del PSG contra el Bayern Leverkusen en la ida de los octavos, un 1-6 del Real Madrid ante el Schalke 04 fuera de casa, o un 4-1 del Atlético de Madrid contra el Milan demuestran no solo que no hay piedad para perder la gloria de la que los italianos gozaron en su día, sino que el mejor nivel de algunos países dista mucho del que marca la talla en otros.

Corrupción, escándalos, fraudes, fortunas, contratos más que millonarios… Eso, unido a estas diferencias en la competición de élite del fútbol europeo, y por extensión, del mundo, hace pensar si no se nos estará yendo de las manos. Si al final, ese abismo presupuestario entre unos equipos y otros, ya ha ido tan lejos, que además del necesario debate sobre las cifras de los contratos futbolísticos, habría que escoger los términos de la máxima liga. O el fin del poder, o su fragmentación facilitando el desarrollo de los equipos “modestos”, o seguir con la hegemonía de los mejores. ¿Cómo será más divertida la competición?

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