Todos tenemos un padre, una madre y... un mundial en el recuerdo

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Baggio.

En lo meramente deportivo, los Bebeto, Romario, Stoichkov, Hagi, Salenko, Baggio y compañía fueron garantía suficiente para hacer de USA'94 uno de los mejores mundiales de la historia.

Todos tenemos un padre, una madre y... un mundial en el recuerdo

Hasta que la ciencia diga lo contrario, todos tenemos un padre, una madre y, a buen seguro, un mundial. En el imaginario colectivo, muchos de nosotros situaremos el pasado de Sudáfrica en un nivel privilegiado por aquello de la victoria española. No obstante, seguro que en el subconsciente guardamos otro como oro en paño. Aquel que, sin entonces saberlo, nos hizo ver que “entre las cosas menos importantes, el fútbol es lo más importante”, parafraseando a Jorge Valdano.

En mi caso, 'mi mundial'cumple 20 años este verano. Fue el del USA'94. Nacido a finales de septiembre de 1983, recuerdo con cierta solvencia imágenes del de Italia'90, mas no fue hasta la disputa del que nos ocupa cuando decidí entregarme en cuerpo y alma a esta especie de 'fundamentalismo' deportivo que se apodera de muchos de los niños a estas edades. Aún conservo 'los restos del naufragio' de aquella época. Véase la camiseta blanca de Luis Enrique con el número 21 a la espalda, el álbum de cromos completo y, sobre todo, una pila de cintas VHS apiladas en una estantería del trastero con todos los partidos que acerté a grabar, jugara quien jugara.

Lo que comenzó siendo un mundial marcado por la polémica inicial, al ser el primero que se disputaba en un país sin apenas tradición futbolera, acabó batiendo récord de espectadores y de cifras económicas. En lo meramente deportivo, los Bebeto, Romario, Stoichkov, Hagi, Salenko, Baggio y compañía fueron garantía suficiente para hacer de USA'94 uno de los mejores mundiales de la historia, también en lo futbolístico. En el recuerdo más cercano y aún con rabia contenida, vivimos un nuevo capítulo que alimentaba la historia de fatalismo de la selección española. Un enésimo capítulo de tragedia futbolística nacional que, por su puesto, obviaré rescatar en estas líneas, por aquello de seguir conteniendo la rabia.

Con todo, un mundial que nos enseñó que el fútbol es deporte, que el deporte es vida pero que también puede ser muerte. Y es que no fuimos pocos los chavales que rondábamos los 10 o 11 años a los que nos conmocionó la trágica muerte del defensa colombiano Andrés Escobar, asesinado a las puertas de una discoteca en las afueras de Medellín tras regresar de sus vacaciones tras el mundial. Escobar tuvo la mala fortuna de meter un gol en propia puerta frente a Estados Unidos, dejando así fuera a la selección dirigida por Pacho Maturana por aquel entonces.

No tengo duda de que el próximo 12 de junio será una cita histórica para una generación de niños nacidos aproximadamente entre 2003 y 2005. Brasil'14 servirá para que muchos de ellos comiencen a amar el 'deporte rey', poniendo así los cimientos de una frase que reza “el fútbol es lo más importante de la vida”. Más tarde, cuando las responsabilidades llamen a la puerta, la completarán con un “entre las cosas menos importantes”. Aún hoy pueden disfrutar desde la inocencia y el verdadero amor al fútbol más primario, aquel que apela exclusivamente al sentimiento y permanece ajeno a otro tipo de connotaciones e intereses.

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