El proyecto de la Superliga europea está muerto ahora pero la idea sigue viva

Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. / RR SS
Florentino Pérez, presidente fundador de la Superliga. / RR SS
La gran equivocación de los promotores fue no percatarse de que los ricos, que son ellos, no pueden comprar la dignidad y los sentimientos de los pobres
El proyecto de la Superliga europea está muerto ahora pero la idea sigue viva

Los campesinos gallegos se levantaron en armas en las guerras irnmandiñas para acabar con la opresión y explotación de los nobles y en la Gran Guerra (1467-69) consiguieron destruir más del centenar de fortalezas, los símbolos del poder de los poderosos que habían huido de Galicia.

Líbreme Dios de frivolizar con aquel episodio histórico, pero reavivó su recuerdo el conflicto generado en el mundo del fútbol con la presentación de la Superliga por el llamado G-12, el clan de los equipos más ricos de Europa, que “inventaron” una estructura vertical y competición cerrada que dejaría unas plazas para invitados y unas calderillas para los demás equipos de las ligas respectivas. Tal era la iniciativa elitista, soberbia y muy despectiva hacia el resto del fútbol, con el que no contaron.

Pero esa Superliga, mal planificada y peor comunicada, se desmoronó en 24 horas por la revuelta de los irmandiños ingleses, los aficionados de los seis equipos de la Premier que se manifestaron al grito “el fútbol es de la gente” –la tierra para quien la trabaja, decían los irmandiños galaicos–, y los clubes, viendo la fuerza de la afición unida, abandonaron el proyecto en bloque. La gran equivocación de los promotores fue no percatarse de que los ricos, que son ellos, no pueden comprar la dignidad y los sentimientos de los pobres, que son los aficionados que sienten los colores de sus equipos.

A la protesta social siguió la reacción de los políticos –el gobierno inglés, el presidente Macron, tímidamente el Gobierno español...–, que defendieron el fútbol como fenómeno vertebrador y de cohesión social y apoyaron a los equipos más modestos que tienen su derecho a competir y a ganar a los grandes para llevar la alegría a sus aficionados. En paralelo, se produjo la reacción virulenta de la FIFA y UEFA –y sus cancerberos en la Liga y Federación españolas– que saltaron como hienas escupiendo un veneno de descalificaciones y amenazas contra los promotores que asaltaban “su cortijo de oro”.

El contraataque funcionó ahora, pero las puertas de esos organismos -y de sus franquicias de España- que conforman un “Supra Estado” que actúa al margen de las leyes nacionales y viven a cuenta del dinero que generan los grandes equipos, tienen que ser abiertas para que entre el aire de la transparencia y el control, sus grandes carencias. Son el mal endémico del fútbol.

Volviendo al principio, los nobles de Galicia que habían perdido la primera guerra, se reagruparon en torno a Pedro Madruga y derrotaron a los rebeldes. ¿Pueden correr la misma suerte los irmandiños del fútbol que se levantaron contra la Superliga? No lo descarten, este proyecto está muerto pero la idea sigue viva. @mundiario

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