La pretensión de Tino Fernández de compararse con Lendoiro, una osadía sin límites

Junta general de accionistas del Deportivo de La Coruña. / Mundiario
Junta general de accionistas del Deportivo de La Coruña. / Mundiario

Diga lo que diga Tino de su ex amigo Augusto, siempre quedarán sus títulos: los del noveno club español en conseguir un título de Liga, al que suma dos Copas del Rey y tres Supercopas de España, además de pasear por toda Europa su grandeza en la Champions, donde fue semifinalista.

La pretensión de Tino Fernández de compararse con Lendoiro, una osadía sin límites

Tino Fernández –un empresario de éxito en la compañía tecnológica Altia– tenía una magnífica oportunidad para irse discretamente de la presidencia del Deportivo de La Coruña, donde fracasó, pero le pudo más la emoción que la razón. Y metió la pata, no una sino varias veces, en un discurso ante la junta general, que cosechó abucheos y también aplausos.

La osadía de Tino Fernández no tuvo límite al pretender compararse con el ex presidente Augusto César Lendoiro. Diga lo que diga Tino de su ex amigo Augusto, siempre quedarán sus títulos: los del noveno club español en conseguir un título de Liga (entre los 61 equipos que en algún momento han alcanzado la máxima categoría), al que suma dos Copas del Rey y tres Supercopas de España, además de pasear por toda Europa su grandeza en la Champions, donde fue semifinalista.

Hace falta estar muy fuera de la realidad en el fútbol español para pretender ponerse en el mismo plano que Lendoiro, a quien, por otra parte, Tino Fernández afeó su gestión económica, en un gesto impropio en una despedida, que se supone protocolaria y cordial.

A este error mayúsculo se suman otros cuando menos absurdos, como atribuir su marcha a la falta de ilusión, en lo que parecía un cuento de serie B para niños pequeños. ¿O acaso perdió la ilusión en menos de un año, tras presentarse a un segundo mandato de varios años el pasado verano? No tiene lógica alguna ni resulta verosímil. Sería más honesto si reconociera que anunció su marcha una vez que todo el estadio de Riazor coreó la frase "Directiva, dimisión"

En plan excusatio non petita, accusatio manifesta, Tino Fernández también dijo que no se iba ni por los –malos– resultados ni por la deuda, y en un gesto surrealista se fue dando consejos a su sucesor. Pero lo peor no fue eso, sino que redujo los desafíos del Deportivo a la mediocridad, como si fuese el hombre que escribe el futuro de color gris. Pasajes de su discurso como su lista de obritas en el estadio resultaron simplemente ridículos. El empresario de éxito que un día estuvo llamado a ser un buen directivo al lado de Lendoiro, camino del relevo natural, se deshizo de su viejo amigo y terminó así.

Lo mejor, sin duda, su petición de disculpas. Concedidas. @J_L_Gomez

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