¡Paren el reloj del fútbol!

Tiempo añadido. / Uefa
Tiempo añadido. / Uefa

Hace unos 25 años, iniciábamos desde el Deportivo una “cruzada” para modificar normas ancestrales de la FIFA, porque alguien tenía que exigir el poder ejercer los derechos básicos de las SAD sobre sus jugadores.

¡Paren el reloj del fútbol!

El despertador de los legisladores futbolísticos está sonando, aunque todos sabemos lo reacios que son para modificar incluso reglas decimonónicas, como la duración de los encuentros, pero también son conscientes que la vida actualiza todo, incluso el fútbol.

Hace unos 25 años, iniciábamos desde el R.C.Deportivo una “cruzada” para modificar normas ancestrales de la FIFA, porque alguien tenía que exigir el poder ejercer los derechos básicos de las SAD sobre sus jugadores. Expusimos una idea que contaba con la aprobación generalizada pero todos nos tildaban de ilusos, cuando no de iluminados.

Aparecíamos como “sindicalistas de la patronal” que peleaban contra el poder omnímodo por algo tan elemental como en su día fue en el mundo laboral la lucha por el derecho a la huelga. Era imprescindible despertar a un colectivo que admitía ese auténtico “derecho de pernada” de una FIFA, que, después de acusarme de llamarles “mafiosos”, me premió esa rebeldía con 18 meses de inhabilitación, lo que me otorga un cierto pedigrí reivindicativo contra Blatter y Cía.

Mis “pecados” habían sido acudir a la justicia ordinaria y exigir a las federaciones un seguro que cubriese a los clubs las indemnizaciones que pudiesen corresponder por lesión o accidente del futbolista y que garantizasen la cantidad a abonar por la cesión.

En plena reclamación, Brasil “obligaba” a Mauro Silva a jugar, con una gravísima lesión de rodilla, varios encuentros del Mundial-94. Habían puesto en riesgo su vida deportiva, pero, tras el título, los canarinhos se olvidaron del jugador. El Deportivo se vio obligado a prescindir de su “trinco” durante 17 meses, en su mejor momento, a hacerse cargo del salario del jugador y hasta, tiene gracia, del coste de la cirugía.

El de Mauro es un ejemplo increíble, pero, ni mucho menos, fue el único. Padecimos, entre otros, la grave lesión que sufrió Roy Makaay en el Europeo de 2000 con Holanda, lesión que nos obligó a fichar, cuando no estaba previsto, a Diego Tristán, al que, pasados un par de años, España nos lo devolvió con un tobillo destrozado del Corea-Japón 2002. Estaba en plenitud. Era Pichichi. Nunca volvió a ser el mismo.

Pero nuestra lucha, aunque no hayamos disfrutado sus logros, valió la pena. Hoy un club recibirá por ese lesionado Mauro, Makaay, Tristán ... hasta siete millones y medio de euros y se acaban de repartir 200 M€ entre los equipos que han cedido futbolistas para Rusia-2018.

Si aquella pelea supuso un cambio radical en los derechos de los clubs, la que propongo ahora –70’ de juego efectivo– significaría un enorme beneficio para el árbitro y una significativa reducción de la violencia. Esos son los puntos fuertes que destacan ese 76% de opiniones favorables que mereció mi propuesta para los cerca de 50.000 participantes en la encuesta que publicó Marca y de los comentarios de los lectores de As, Sport, Mundo Deportivo ...

Por contra, el punto débil de mi propuesta –el detectado por ese 24% de detractores– reside en que consideran excesivo el disputar 70’ de juego efectivo al aducir que si la duración media de los encuentros en la actualidad se acerca a la hora de juego real, se podrían hacer muy largos los partidos. Aunque no lo creo, una simple regla de tres facilitaría el dictamen para el acuerdo sobre la duración idónea.

Mientras para rebajar la violencia LaLiga y la Comisión se han inclinado por imponer fuertes sanciones por insultos o por mostrar bufandas, banderas ó pancartas de grupos denominados ultras... nos permitimos generarla reglamentariamente en el campo y en las gradas tolerando la pérdida escandalosa de tiempo en los minutos finales de los partidos.

Por eso detener el reloj sería mucho más efectivo, porque tranquilizaría al público al evitar esas pérdidas deliberadas que indignan al aficionado y que generan esos insultos que tratamos de evitar. ¿Por qué “extraña razón” a partir del minuto 80 se producen infinidad de ‘calambres” o “lesiones” en los jugadores del equipo al que le favorece el resultado -si puede ser el portero es perfecto- y casi nunca se le sube el gemelo a los jugadores que van por detrás en el marcador... ni, qué curioso, a los colegiados, que, aunque no chocan ni saltan de cabeza, son los únicos que no paran de correr –me gustaría conocer los datos kilométricos– ¡oh milagro!, no les suelen dar calambres en los minutos añadidos.

¿Quién puede entender que se prolonguen 30” por cada cambio efectuado, que suelen suponer los tres minutos de añadido, y, sin embargo, se añada muy poco, o nada, por el tiempo perdido por celebrar un gol, discutir un penalti, expulsar a un jugador, atender a un lesionado, visionar el VAR, ... o, ni siquiera, se lleguen a disputar de forma efectiva esos ridículos minutos que incrementó el trencilla?

Si nadie duda que, a pesar del VAR, los árbitros seguirán sufriendo las muchas dificultades de su profesión ¿por qué, al menos, no les eliminamos la responsabilidad del control del tiempo como han hecho otros deportes? Hagámoslo. Esa medicina carece de contraindicaciones. Todas son ventajas.

Lo dicho. Ha sonado el timbre. Ya va siendo hora de que “los suizos” de FIFA paren el reloj del fútbol para ayudar a los árbitros y contribuir a reducir la violencia en los estadios. Que sea la tecnología la que decida si se ha cumplido el tiempo o si se lanza la falta o el córner ... o si el jugador puede conseguir el gol antes de que suene la bocina. Al final todo se reduce a aplicar, esa vieja regla, que nadie discute, que ordena que, cumplido el tiempo de juego, tan sólo puede ser lanzado un penalti. @mundiario

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