Lo mejor para el fútbol sería que se extienda la mala racha del Atlético

Diego Simeone, entrenador del Atlético de Madrid. / Twitter
Diego Simeone, entrenador del Atlético de Madrid. / Twitter

El fútbol ratonero de Diego Simeone y el miedo a crecer del equipo colchonero hacen que se hasta justo lo que les está pasando.

Lo mejor para el fútbol sería que se extienda la mala racha del Atlético

A punto de empezar noviembre, probablemente lo más destacado que tiene para comentar el Atlético de Madrid es que su nuevo estadio es muy bonito. Aparte de ese nuevo patio, que cuando se dice “muy bonito” es porque de verdad lo es, pues lo cierto es que los de Diego Simeone no tienen más de qué hablar.

El equipo colchonero ha empatado cinco partidos hasta ahora en la temporada y, si no fuera porque el Real Madrid ha empezado muy mal el ejercicio actual, estaría en un mísero cuarto lugar sin nadie a quien realmente perseguir, sino ocuparse que el Sevilla, que también ha empezado muy irregular, no les diera caza. El Atlético de Madrid está teniendo uno de sus peores inicios desde que Simeone tomó las riendas del equipo en la 2011-12, y lo cierto es que el fútbol, el fútbol de verdad es decir, no tiene nada qué lamentar.

Es decir, los de Simeone nunca le hicieron ningún favor al fútbol de verdad. Su táctica siempre fue la misma: anotar un gol y esperar a que el recuento de daños al final del partido sea el mínimo. Nunca fue el atleti un equipo con ambición, con visión, con la pasión por superarse a sí mismo. Ganaron la Europa League en el primer medio año de su entrenador argentino y aquello parecía ser el inicio de algo hermoso, que al año siguiente se convirtió en una Copa del Rey en el Santiago Bernabéu, nada menos. Para cuando ganaron la liga al año siguiente, el mundo los veía en absoluto estado de shock. Todo apuntaba a que los rojiblancos por fin se harían grandes, que dejarían de ser al final un equipo capaz de complicar al Real Madrid y al Barcelona. Pero no, el Atlético se conformó, se volvió más ratonero que nunca y ahora por fin lo paga.

Han perdido cuatro veces consecutivas contra el Real Madrid en Liga de Campeones. Cuatro veces, nada menos. ¿Es posible que un equipo no aprenda del rival que le dejó por los suelos el año anterior para repetir dosis al siguiente? Se puede decir mucho de los goles de Sergio Ramos en las dos finales de este torneo en 2014 y 2016, pero eso no es excusa para un equipo que siempre se queda a un paso de dar el paso definitivo, como le pasó en las semifinales de la edición anterior, donde el 2-0 los impactó más a ellos que a sus vecinos.

El Atlético de Madrid siempre fue esto: un equipo que se asustaba ante los grandes escenarios (es más, su dichosa Liga con Simeone la ganaron por empatar 1-1 en el Camp Nou, ni siquiera por ganar), que se demostró a sí mismo que podía combatirle a los poderosos pero, por alguna inexplicable razón, el equipo prefería quedarse a la orilla todos los años. Hoy, su situación en la Liga de Campeones no pinta bien, incapaz de haberle ganado al Qarabag y debajo del AS Roma y el Chelsea. Parece que los del Manzanares pasaron de ser  una estampida de antílopes camino a aplastar a los leones a ser un perro persiguiéndose su cola. Los rojiblancos hoy pagan con empates todos aquellos empates con que eligieron ser un equipo batallador, que a su vez los hacía conmovedores, emparejando con el dramatismo que tanto le gusta a su entrenador, en lugar de ser uno ganador. Se comprende que los aficionados colchoneros lamenten la situación de su equipo, pero el fútbol, el espectáculo, la pasión, ese que encumbra a los ganadores de verdad y los que se levantan tras caerse, no tiene nada qué lamentar.

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