Luis Enrique, el responsable olvidado de la actual crisis en el Barcelona

Luis Enrique con la Supercopa de Europa que ganó con el Barcelona en 2015.
Luis Enrique con la Supercopa de Europa que ganó con el Barcelona en 2015.

Los focos caen sobre Neymar, la directiva y hasta Ernesto Valverde, pero lo cierto es que el exentrenador es también culpable por no haber dejado nada útil en el equipo.

Luis Enrique, el responsable olvidado de la actual crisis en el Barcelona

Luis Enrique se fue del Barcelona habiendo dejado nada menos que nueve títulos nuevos en el museo del Camp Nou. El entrenador asturiano llegó como el iluminado que debía darle vida al equipo anémico y carente de hambre que dejó Gerardo Martino en la 2013-14, y se podría decir que cumplió. Cinco trofeos en su primera temporada, tres en la segunda y una en la tercera son el mejor resumen de lo que fue su etapa: un vaivén de ritmo, un rendimiento estacionario que fue sostenido por los títulos y que fue de más a menos. Mucho menos.

Lo cierto es que, pese a las estadísticas y números, Luis Enrique Martínez podrá ser considerado un técnico ganador y eufórico, pero, en el análisis en frío, cuando de ponen sobre la mesa todos los detalles de su gestión en el banquillo del Camp Nou, lo cierto es que sale mal librado. En la crisis que pasa actualmente el Barcelona, incapaz de reconocerse en el espejo, es justo que el exentrenador reciba parte de la culpa.

Para empezar, nunca fue un visionario técnicamente hablando. Martínez tenía su alineación estrella y se aferraba a ella en las buenas, las malas, las peores y las insalvables. Construyó su equipo en torno a su tridente de lujo en ataque y nunca encontró una alternativa. Cuando Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar tenían un mal día, el entrenador era desnudado a placer por sus rivales. Sería de necios negarle su gran tajada de mérito en los logros que alcanzó el equipo culé con él como capitán de la nave, pero tampoco puede pasarse de largo que no tuvo nunca un as bajo la manga, un efecto sorpresa con qué responder a los tifones rivales cuando éstos se atrevían a subir el tono. El extécnico del Celta de Vigo sostuvo su cabeza en torno a la MSN y ésta lo llevó hasta donde pudo. Cuando los rivales cayeron en la cuenta de que un simple cambio en las cartas era suficiente para que el Barcelona perdiera la cordura, pasó lo que pasó en París y Turín. Y luego, qué puede decirse de su gestión en los despachos.

Para la ida de la Supercopa de España de este año, Zinedine Zidane se dio el lujo de mandar a Cristiano Ronaldo y Marco Asensio al campo y ambos respondieron con goles determinantes. En el de vuelta, el francés se permitió descansar a tres jugadores de su once de gala (Gareth Bale, Isco, Casemiro) y prescindir de Ronaldo por suspensión, y el resultado fue un baño que dejó escaldado a Gerard Piqué y a los más culés. Mientras Martínez se dormía en el regazo de la MSN, Zidane avistó que era tiempo de renovar al equipo, considerando que Bale se lesiona con la misma facilidad con que estornuda, CR7 va envejeciendo y Benzema aparece cuando se le da la gana. El resultado de las dos distintas gestiones está dando sus frutos para cada lado.

Así, mientras Zidane puede echar mano del banquillo –que por cierto le ha salido muy barato si se compara con lo que gastaron en el Camp Nou por el suyo- a Ernesto Valverde le toca buscar entre los escombros si encuentra algo para detener la tormenta que se le avecina. El francés preparó un arsenal de miedo, mientras el asturiano dejó a su sucesor bolitas de papel y una pajilla para ir a la guerra. No vale que se desmarque, pues los fichajes de Aleix Vidal y Arda Turan fueron petición suya y apenas se ha sabido algo de ellos, como el caso de Paco Alcácer. Luis Enrique no vio a largo plazo, no se preocupó en dejar un legado digno y el que pierde las piernas por las minas del campo es Valverde.

Luis Enrique fue un ganador, construyó un equipo con hambre insasiable y maravilló al mundo del fútbol durante dos años y medio –consumado que los últimos cinco meses de su gestión fueron no menos que decepcionantes- para luego irse del club y lavarse las manos por lo que está pasando ahora. La culpa no puede caer de pleno en la actual tripulación. Valverde trabaja con lo que le quedó.

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