Homenaje de un madridista a Raúl González Blanco: 20 años sobre el cielo

Raúl González Blanco
Raúl González Blanco.

Cuando se cumplen 20 años del debut de Raúl en el Real Madrid, nuestro colaborador Jaime de la Lastra le rinde un homenaje con sus recuerdos más personales.

Homenaje de un madridista a Raúl González Blanco: 20 años sobre el cielo

Cuando se cumplen 20 años del debut de Raúl en el Real Madrid, nuestro colaborador Jaime de la Lastra le rinde un homenaje con sus recuerdos más personales.

A comienzos de septiembre de 1994 yo tenía 11 años recién cumplidos prácticamente. Mis padres me querían mandar unos días a Madrid a casa de unos buenos amigos, y recuerdo perfectamente que yo no quería ir. Puse dos condiciones: volar en avión y asistir a un partido en el Santiago Bernabéu, dos cosas que nunca había hecho y que en esa época, para un niño de provincias como yo, iban a ser dos fuentes inagotables de historietas en colegio, que ya se atisbaba en lontananza.

Volé en Aviaco y me senté en el gallinero para ver ganar al Madrid 2-0 al Logroñés, con doblete de Zamorano. Mi gran ilusión era ver a Emilio Butragueño, ídolo de la niñez que lucía el mítico número 7 a la espalda. Sentado en el Bernabéu, abrumado por su grandeza, era imposible imaginar que apenas mes y medio después El Buitre iba a pasar a la historia para ceder el testigo, la leyenda y los galones, a un chaval de la cantera, madrileño del barrio de San Cristóbal, llamado Raúl González Blanco.

Como si fuera una eterna carrera de relevos, el 7 del Real Madrid ha ido pasando de mano en mano por jugadores legendarios, pero ninguno de ellos se ha identificado tanto con su mito como Raúl, que para mí siempre será el primer y único galáctico.

Para nuestros lectores más jóvenes, debemos recordar que la situación del Madrid de 1994 no era ni por asomo la de ahora. Tampoco era igual la Liga, previa a la (maldita o bendita, según se mire) Ley Bosman, que todo lo cambió. El Madrid en el que surgió Raúl era un equipo prácticamente quebrado, relegado a fichajes de segunda fila y que vivía completamente a la sombra del Barcelona y su Dream Team. De hecho el Barcelona acababa de disputar dos finales de Copa de Europa en los tres años anteriores, mientras que el Madrid encadenaba 28 peregrinando por el desierto en busca de la séptima.

El debut de Raúl fue frenético, erró muchas y muy claras ocasiones y el Madrid perdió 3-2 al final, pero el testigo ya estaba entregado. El chico al que le quedaba grande la camiseta, tomó la alternativa en Zaragoza, cogió la antorcha e iluminó al Real Madrid hacia el final de la cueva en la llevaba demasiado tiempo metido.

Como los buenos toreros, confirmó la alternativa en el Bernabéu una semana después, plaza monumental del fútbol mundial. El padrino fue Michael Laudrup, quien le dio la asistencia del primero de los 423 goles que lleva en su carrera en partido oficial. El toro, encastado y con solera fue el Atlético de Madrid, eterno rival merengue en cuya cantera se había fajado el eterno siete madridista, ironías del destino. Y los testigos, todos los que tuvimos el privilegio de asistir al nacimiento de un mito.

El tren que salió de La Romareda, volvió a esa estación 16 años después, un 25 de abril de 2010 para apear a Raúl y cerrar el círculo donde empezó todo, ironías del destino. Conservo en casa el periódico del día que abandonó el Real Madrid. Su salida fue descafeinada y desconcertante para la legión de madridistas que siempre le apoyamos, pero su renacer en la Bundesliga personalmente me llenó de orgullo. Es como si muerto en España hubiera resucitado en Alemania donde instantáneamente ascendió a los altares para convertirse en un jugador/leyenda espejo de virtudes. Todavía le quedaba fútbol en la muleta y consiguió ganar títulos con el Schalke 04, además de alcanzar las semifinales de la Copa de Europa tras eliminar y golear en su campo al vigente campeón, el Inter de Milán.

Raro es el caso que en España, tierra de Caín (especialmente en asuntos balompedísticos) una persona goce del respeto de todos. Más raro aun si es un jugador del Madrid o del Barcelona. Sea porque nunca le han sacado una tarjeta roja; sea por su entrega y su esfuerzo; sea por su ejemplo y caballerosidad; sea por haber representado a España con honor allá donde ha ido, Raúl González Blanco es patrimonio del deporte español y el orgullo de miles de personas que le seguimos desde sus comienzos.

Han pasado 20 años desde entonces. Ni Aviaco, ni el gallinero, ni siquiera el CD Logroñés existen ya, pero en la memoria de todos los madridistas quedará imborrable el 29 de octubre de 1994. Ese día La Fábrica nos dio al último gran capitán, y uno de los mayores emblemas del futbol mundial rompió el cascarón. Efectivamente han pasado 20 años, ¡pero qué 20 años! 

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