¿Hasta dónde se debe deportivizar el Liceo?

Augusto César Lendoiro y Tino Fernández.
Augusto César Lendoiro y Tino Fernández.

Le pediría al Presidente Constantino Fernandez que el Liceo pueda seguir vistiendo, “sine díe”, esa camiseta verde y blanca con la que se pasearon infinidad de títulos de España, de Europa y del Mundo.

¿Hasta dónde se debe deportivizar el Liceo?

El ilusionante titular de la noticia del patrocinio del R.C.Deportivo al H.C.Liceo se torna preocupante cuando al profundizar en la letra pequeña ésta adquiere por momentos caracteres tipográficos llamativos.

El apoyo global, no sólo económico, del Deportivo al Liceo de entrada pinta muy bien, porque suena a sumar, a unidad, a hacer patria, suena, en definitiva, como decía en los 80 el Dr. Hortas respecto al fútbol –hoy le pido prestada la preciosa frase para aplicarla en general– a conseguir “que hierva la olla de todo el deporte coruñés”.

Pienso que es un buen gesto, en una época de bonanza económica deportivista, que el primer club coruñés facilite al Liceo –al igual que en un futuro hará con otros clubs de modalidades minoritarias, no el basquet que irá por libre–mejores servicios médicos y de fisioterapia, espacios para la atención a los socios y para ventas en su tienda oficial... Un acuerdo de colaboración del que ya le había hablado el expresidente Eduardo Lamas al presidente Fernández y que tuvo que paralizarse a causa de la inmediatez de las pasadas elecciones a la junta directiva liceista.

Esta prestación de servicios, acompañada de una discreta ayuda económica, suponen una pequeña seguridad para los dirigentes verdiblancos, muchos de los cuales debutan como máximos responsables en una modalidad tan carente en la actualidad de aficionados en las gradas como de apoyo económico privado, lo que justifica ensalzar la brillante gestión de Lamas.

El encaje es perfecto porque cada uno da lo que el otro precisa recibir.Tan sólo es necesario determinar que el impacto en cada club sea el justo, Todo está en función de que sea equilibrado lo que uno da a cambio de lo que recibe del otro.

Y según la opinión meditada de este expresidente de ambos clubs durante muchos años, es ahí donde surgen las posibles diferencias sustanciales que podrían convertir una idea muy bonita –peligrosa en el futuro para el Deportivo pero en principio de alto contenido solidario– en lo que podría ser interpretado como un abuso de la posición dominante del fuerte.

Yo le pediría al Presidente Constantino Fernandez y a su Consejo, en nombre propio y en el de decenas de miles de gallegos seguidores del Liceo y del Deportivo, que sean “bos e xenerosos” y que actúen como decía Churchill “... en la victoria magnanimidad”, renunciando al derecho que les asiste y autorizando al Liceo a seguir vistiendo, “sine díe”, esa camiseta verde y blanca con la que se pasearon infinidad de títulos de España, de Europa y del Mundo.

¿Cómo podrían entender uno de los fundadores como Javier Chaver, o nuestro primer internacional Carlos Gil, o los Martinazzo y Cía., dirigidos por otro número uno, el primero que se nos fué, mi gran amigo Andrés Caramés –fue el que inmortalizó ese grito de “Siempre verdes”, al tiempo que arengaba a sus huestes, diciéndoles que ese color provocaba, y sigue provocando, verdadera urticaria en el F.C.Barcelona– o los actuales hermanos Lamas, Malián... y los miles y miles de niños que pasaron por su cantera, que el Liceo ya no viste sus colores por mor de un patrocinio?

¿Algún deportivista entenderia que nuestro Real Club no vistiese de azul y blanco? La marca, el merchandaising, el dinero..., en una palabra, lo moderno, nunca puede estar por encima del sentimiento, de la historia, de los colores... Ningún deportivista se desharía de una camiseta de ROX o de una bufanda del ascenso de 1991 porque son símbolos que se llevan hasta extremos como “el día que me muera yo quiero mi cajón, pintado de azul y blanco como mi corazón”. Todos debemos entender, que, en ese corazón de muchos coruñeses y resto de gallegos, –los que mejor lo entendieron fueron los Riazor Blues que cuando asistían a partidos del Liceo lo hacían con su pancarta con letras verdes y blancas– existe sitio para el blanco que nos une y para el verde y el azul que nos diferencian.

Sería muy difícil que los socios que no fallan en el Palacio, herederos de peñistas como los de la Taboo, la Mesón del Hockey, la Chapa, la Borbolla... –comenzando por esa aldea gala irreductible que forman cantidad de mujeres de la Peña Bargalló, siempre con razón o sin ella contestatarias con el poder directivo– puedan admitir de buen grado que el gran Campeón pierda sus señas de identidad. Que un simple patrocinio le cambie el nombre, la ubicación, los colores,... La verdad es que sería muy duro que al equipo más laureado de Galicia apenas le quedasen los patines, la bola y el stick.

Por eso, arrogándome la representación de esa multitud de viejos aficionados liceistas que no asisten a los partidos pero que llevan al Liceo en su corazón, le diría al Presidente Fernández y a su Consejo: Está en sus manos hacer justicia. Deje sin efecto esa cláusula del acuerdo y confirme a los dirigentes del Liceo que, como siempre, “Los Campeones de hockey visten de verde y blanco, los colores de las olas y de la espuma del mar”. Se lo pido por favor, seguro que en nombre de muchos miles de gallegos. Sería una auténtica lástima que los liceistas también tuviésemos que componer un nuevo himno. En sus manos está. Muchas gracias, Presidente.

–––––

Augusto César Lendoiro es ex-Presidente del R.C.Deportivo y fundador, ex-Presidente y Presidente de Honor del H.C.Liceo.

Comentarios