Ayrton Senna, un piloto diferente que dejó grandes momentos en la historia de la F-1
El piloto brasileño alcanzó la categoría de mito en vida dentro y fuera de los circuitos. Repasamos algunos de los momentos que lo elevaron a lo más alto.
El piloto brasileño alcanzó la categoría de mito en vida dentro y fuera de los circuitos. Repasamos algunos de los momentos que lo elevaron a lo más alto.
Han pasado dos décadas desde su triste accidente, sin embargo su recuerdo sigue muy presente entre todos los entusiastas de la competición. Y es que Ayrton Senna tenía un carácter especial, extremadamente competitivo y agresivo dentro de la pista, y tremendamente tímido fuera de ella. Era capaz de hacer la vuelta más rápida, y al mismo tiempo preocuparse por un compañero que había sufrido un accidente. En Brasil su labor filantrópica no tenía límites, bien a través de su fundación o a través de donaciones anónimas a orfanatos, Senna siempre se acordó de los desfavorecidos. Con los medios su relación era peculiar, y es que era un piloto que destilaba sinceridad en sus palabras, lo que ha dejado grandes frases para la historia.
Quizás una de las más recordadas y la que ha marcado este deporte es la siguiente: “El segundo es el primero de los perdedores, esa historia de que lo importante es competir no pasa de ser demagogia”.
El debut con Toleman
Pese a contar con un gran palmarés y haber probado con equipos punteros, su debut en la Fórmula 1 sería a bordo de un modesto Toleman, el equivalente a un Caterham o Marussia de hoy en día. En la carrera de Mónaco lograría una meritoria decimotercera posición en parrilla, llevando el Toleman a sus límites. Sin embargo el día de la carrera amanecería lluvioso, descargando un gran aguacero poco antes de la carrera. Tras unas primeras vueltas dubitativo y retrasado por los pilotos que llevaba delante, iniciaría una feroz remontada que le llevaría a recortarle 4 segundos por vuelta al todopoderoso Mclaren de Prost. Así en la vuelta 31 se situaría a menos de 5 segundos, y en la siguiente conseguiría rebasarlo, pero los comisarios, que eran muy franceses, suspenderían la carrera antes de pasar por meta. De esa forma contaría la posición de la vuelta 31, lo que supondría un segundo puesto y su primer podium en la F1. Ese mismo año dejaría una nueva muestra de su talento en una carrera de exhibición en la reinauguración de Hokemheim al vencer a varios pilotos de la parrilla, contando todos con idénticos Mercedes 190 16V.
La primera victoria
Tras la brillante temporada con Toleman, Lotus le ofrecería un asiento en un monoplaza mucho más competitivo donde correría tres temporadas. Pese a no contar con la fiabilidad suficiente para pelear por el campeonato, sí lograría ser el “campeón” de las poles, al ser el piloto dominador en los entrenamientos en las dos primeras temporadas. Para el recuerdo quedaría su primera victoria en el circuito de Estoril, que se disputaría también bajo la lluvia, con un dominio sin contestaciones, dejando al segundo clasificado a más de un minuto, al resto los doblaría.
El día que vio a Dios
En 1.988 le llegaría la oportunidad de pilotar en una escudería de las grandes donde podría dar rienda suelta a su talento. En la carrera de Mónaco lograría una pole en lo que todo el mundo denominaría la “vuelta perfecta”, dejando a su compañero Prost a 1,5 segundos. Las imágenes de las cámaras on board son sencillamente sobrecogedoras, y es que en esa época los monoplazas llevaban cambio manual, por lo que parte del circuito se hacía “a una mano”. Ya en carrera mostraría un ritmo demoledor, mejorando los tiempos vuelta a vuelta, sacándole más de un segundo por vuelta a Prost, que iba segundo. Así rodó sólo durante 66 vueltas, en las que parecía estar en trance, como si no hubiese muros, como si no hubiese un mañana. El Mclaren se deslizaba por Mónaco como si siguiese una línea invisible, afeitando los guardarrailes. Desde el box un desesperado Ron Dennis le pedía calma, hasta que en la vuelta 66 un trompo en Portier, le llevaría contra las protecciones. Días después afirmaría que se sintió en trance durante toda la carrera y que dos curvas antes del accidente vio como Dios subía al cielo, posiblemente le dejó a su suerte.
Esa misma temporada dejaría una carrera para el recuerdo en Suzuka, donde se jugaba el título y salía desde la pole. Un error en la salida provocaría que calase el motor quedándose parado en la parrilla. Debido a que la recta tiene una ligera pendiente descendente, el monoplaza se movería por su peso, y lograría arrancarlo sobre una marcha, sin que milagrosamente ningún piloto se lo llevase por delante, pero cayendo a la decimocuarta posición. Es posible que la fina lluvia ayudase, en la segunda vuelta era sexto, y en la 28 adelantaría a Prost para abrirse camino hacia la victoria y la gloria de su primer campeonato.
El pique con Prost
Tras debutar en Mclaren con un título la tensión con su compañero de equipo Alain Prost aumentaría constantemente a lo largo de la temporada, que se zanjaría con varios encontronazos en pista y en las salas de prensa. Con la tensión disparada llegarían a Suzuka a dos carreras del final, donde Senna necesitaba una victoria para mantener sus posibilidades. En la vuelta 46, Senna pasaba al ataque emparejándose con Prost en la curva 130R (la más rápida de todo el mundial) antes de llegar a la chicane Casio. En la curva ninguno de los dos pilotos cedió, por lo que la colisión fue inevitable y los dos pilotos acabaron fuera de la pista. Senna se mantuvo dentro del monoplaza, y logró reemprender la marcha al ser empujado por los comisarios. Tras una parada en boxes para reparar daños, lograría remontar y hacerse con la victoria. Sin embargo la FIA, presidida por Jean Marie Balestre, curiosamente francés, lo sancionaría por “saltarse la chinane” algo que parece razonable en un accidente. La sanción lo descalificaba de la carrera, le suponía una fuerte multa y le retiraba la superlicencia durante unos meses. El francés Prost se haría con el título marchándose a Ferrari.
La temporada siguiente volvería la dura lucha con Prost, que tendría como colofón nuevamente el circuito de Suzuka. En la reunión previa a la clasificación, Senna había advertido que el lugar de salida de la pole debería cambiarse de lado, ya que el costado derecho estaba muy sucio y suponía una ventaja para el segundo. Los comisarios se Suzuka aseguraron que el “poleman” saldría desde el costado izquierdo, y claro, Senna logró la pole. Sin embargo el día de la carrera situarían el primer puesto en el costado derecho, Jean Marie Balestre (siempre él) había revocado la decisión de los comisarios japoneses. Lo que pasó después era evidente, Prost salía segundo como un cohete logrando superar a Senna, que en la primera curva mantenía la posición llevándose por delante al galo y logrando su segundo título.
Por fin en Interlagos
Tras la marcha de Prost a una devaluada Ferrari, el camino hacia el título parecía despejarse para Senna. Sin embargo ese año los Williams sorprenderían con su revolucionario monoplaza, lo que obligaría al brasileño a sacar lo mejor de sí, para proclamarse campeón de nuevo y nuevamente en Suzuka. Pero ese año pasará a la historia por ser la primera vez que lograba una victoria en casa. Y es que tuvieron que pasar 8 temporadas para que Senna lograse subir a lo más alto del cajón en la carrera de Brasil no sin dificultades. A once vueltas del final, se quedaría sin cuarta velocidad, y empezaría a ceder tiempo con sus perseguidores. Debido al sobreesfuerzo del cambio, en las últimas dos vueltas se quedaría sin tercera y quinta. Como no es posible pasar de segunda a sexta, completaría las dos últimas vueltas en sexta velocidad, luchando con el monoplaza para no calarlo y con una fina lluvia que se iniciaba en la vuelta final. A su llegada a boxes y aquejado de fuertes calambres necesitaría ayuda para bajarse del coche. La imagen de un Senna descompuesto en lo más alto del podium e incapaz de alzar el título ante la “torcida” brasileña que había invadido la pista, pasará a la historia.
Mr. Mónaco
Con un Mclaren muy inferior en prestaciones a los Williams las opciones de victoria de Senna se verían muy mermadas en las temporadas 92 y 93, excepto en Mónaco, claro. En 1.992 el Williams era un avión al que sólo se podía ver pasar, en Mónaco Mansell dominaba la carrera a placer con Senna segundo. Pero las carreras sólo terminan cuando se cruza la bandera a cuadros, y a 8 vueltas del final Mansell tenía que parar en boxes por problemas en un neumático. Con ruedas nuevas salía a pista a 5 segundos se Senna, distancia que recortaría en apenas tres vueltas, para meterse tras su alerón buscando el sitio para pasar. Pero en Mónaco y con Senna delante daba igual el avión que llevases, y así con un monoplaza 2 segundos más lento, mantendría la primera plaza hasta la bandera a cuadros. El año siguiente sin tantos sobresaltos, lograría la quinta victoria consecutiva, la sexta de su carrera, un récord que todavía sigue vigente.
Compañeros antes que rivales
En 1992 con el mundial ya perdido la carrera llegaba al mítico circuito se Spa-Francochamps, un trazado exigente y generoso con aquellos que son valientes. Emplazado en las Árdenas es un circuito muy rápido con una parte final de enlazadas que se dan a máxima velocidad. Así en la curva de Blanchimont, la más rápida del circuito, el francés Erik Comas perdía el control de su monoplaza impactando de forma brutal contra las protecciones, y quedando inconsciente en medio de la pista. Tras el llegaba Senna que presenció el impacto y frenó inmediatamente. Al rebasar el Ligier escuchó el motor a tope de revoluciones, y es que el bueno de Comas tenía el pie apoyado sobre el acelerador. Los fórmula 1 no tienen ventiladores, por lo que la temperatura del motor subía disparada, con un evidente riesgo de explosión. No se lo pensó, detuvo el Mclaren y empezó a correr por la pista hacia el Ligier, al llegar detuvo el motor del monoplaza, y se aseguró de sostener la cabeza de Comas para asegurarse que respiraba. Y mientras tanto el resto de los pilotos pasaban a su lado, nadie más se detuvo. Así estuvo Senna hasta que los comisarios y las asistencias médicas se hicieron cargo del piloto. Años después el propio Comas aseguraría que si no fuese por Senna habría perdido la vida en Blanchimont. Cierto o no, ese día Senna perdió a todos sus detractores, si es que le quedaba alguno. Las imágenes hablan por si solas: https://www.youtube.com/watch?v=WJ64COtKm0I
La vuelta fantástica
La temporada 1.993 se presentaba desalentadora para Senna, tras ver frustrado su fichaje por Williams debido al veto de Alain Prost. Consciente de que el Mclaren era inferior, y mucho más al abandonar Honda la Fórmula 1, tomó la decisión de firmar un contrato que se renovaba carrera tras carrera. El objetivo era presionar a Ron Dennis para que forzase el desarrollo del monoplaza y lograse un motor Ford “pata negra”, que sólo usaba Benetton por contrato.
Así se llegaría al Gran Premio de Europa en Donington Park, en la clasificación en seco, Senna lograría el cuarto puesto a casi dos segundos del Williams de Prost. Para el domingo las opciones eran nulas hasta que Dios decidió que ese día llovería, y en condiciones de mojado sólo había un piloto que no notaba la diferencia. Así en la salida tras un encontronazo con Schumacher, saldría quinto de la primera curva, y de repente algo hizo “click”. En una vuelta de infarto empezaría a adelantar monoplazas por los lugares más insospechados, hasta llegar a Prost, al que rebasaría dos curvas antes de meta, para pasar primero al final de la primera vuelta. De ahí al final, y en una carrera con constantes cambios de clima e infinidad de paradas en boxes, Senna lograría la victoria con 80 segundos sobre Hill y una vuelta sobre Prost.
En la rueda de prensa posterior la rivalidad con Prost saltaría a la vista, y es que el francés no dejaba de quejarse de problemas en su Williams. Harto de las disculpas el brasileño lo interrumpiría con una frase lacónica, “¿Quieres que lo cambiemos?”
El muro de la vergüenza
Llegaban a Imola con la fatídica curva de Tamburello y su muro. En 1.989 Gerhard Berger había sufrido un brutal accidente en ese punto al que pudo sobrevivir de milagro, tras incendiarse su monoplaza. La temporada siguiente compartiría asiento con Senna en Mclaren y ambos formando parte del consejo de seguridad, acudirían a Imola para buscar una solución en esa curva. Lamentablemente serían conscientes de la imposibilidad, y es que tras el muro discurría un río.
En un fin de semana aciago para la competición, todo el mundo asegura que Senna no se encontraba a gusto, nervioso y preocupado, nadie le vio sonreír. En la previa a las carreras solía dar dos vueltas antes de detenerse en parrilla, ese día dio tres, algo no iba bien. Lo que sucedió después ya es historia, una de las páginas más tristes de la competición.